Joan Llopis Torres

Los esperpentos que nos toca vivir

En España se roba calderilla, cosa de aficionados, como "Atraco a las tres", aquella película que era una parodia de la España de aquellos días en blanco y negro que, por lo visto, podríamos decir está de plena actualidad. Aquí, deslumbrados por las luces de bohemia, nos hacen parpadeos los ojos, incrédulos, viendo los esperpentos que nos toca vivir, siempre como ayer.

Si se quiere aprender a ser corrupto y robar al por mayor, es necesario aprender de Nigeria. En Nigeria sí que saben. Nuestro bululú nacional, pese a ser grave y merecedor del desprecio público, es de baja calidad, de poca monta.

El Proyecto de Derechos y Responsabilidades Socioeconómicas (SERAP) ha presentado una demanda contra Bola Tinubu, actual presidente federal de Nigeria (la estructura gubernamental de Nigeria es similar a la de Estados Unidos), la han hecho (la acusación) «por la falta de investigación de las denuncias sobre el préstamo de 3,4 billones de dólares que se obtuvo del FMI para financiar presupuestos y responder a los costes del covid-19, dinero que está desaparecido, desviado o esfumado», vamos, que ha cambiado de bolsillo, de los del Estado a los bolsillos de varios particulares, algo cotidiano en el país. Estas cosas se hacen con mucha facilidad, ya que se tiene mucha práctica. En Nigeria manejan el billón de 1.000 millones, no como en España donde un billón es un millón de millones. Por eso la deuda española se mide en toneladas métricas, entrando en la fórmula la velocidad de la luz, y no en euros. Estos 3,4 billones de dólares hay que sumarlos a «entre 6 u 8 billones de dólares que ahora la nueva administración del presidente Bola Tinubu está investigando qué se ha hecho con ellos, ya que también desaparecieron milagrosamente de la tesorería del Estado, durante la anterior presidencia de Mohammadu Buhari, un general de larga trayectoria. Por si alguien se ha perdido, solo decir que entre 6 y 8 billones, van 2 billones, no vendrá de 2 billones.

Una vez, entre otras incontables, por cosas de mi trabajo, en los años de Buhari, estaba yo intermediando las finanzas para construir una refinería, y el que presidía la mesa era un joven musulmán muy considerado que, me dijo, «estamos muy interesados en el crédito», etc., que inmediatamente me concertaría una cita personal con la señora Buhari («Personal», me dijo. Nunca he pensado mal de sus buenas intenciones, creo que fue un lapsus, no tergiversemos) Este señor era el jefe de la Aviación Civil de Nigeria, algo que no parece lo más adecuado para entender de asuntos de refinerías, pero en Nigeria esto no tiene la más mínima importancia, puesto que antes de oficializar cualquier negociación, debe quedar bien entendido por el inversor que hay que realizar algunos pagos muy misteriosos, inconcretos, inconcretos excepto la cuantía, esto debe quedar muy claro (algunos que no saben de estas cosas lo llaman sobornos, pero no, son simplemente unas reuniones para hacer amigos, no se entienda mal). Así, después, cuando se han despejado estos preámbulos tan agradables, se inician otras conversaciones oficiales para tratar el asunto a nivel superior, eso sí, para no perder el tiempo, mejor no mencionar aquellos temas que se trataron en aquellas reuniones con «el aviador», que, se entiende, no sabía de refinerías, pero tenía la confianza de quien al final debía aprobar lo que se estaba tratando. Todo ello, siempre pensando en el progreso del país y en el bienestar de los ciudadanos. Como es lógico, en esta reunión ya decisiva, nadie sabía nada (y hacían la cara, y la hacen en todas las negociaciones, o lo hacen ver diría un mal pensado, que hay muchos) cuando ya éramos todos muy amigos, por suerte de las reuniones solo sociales que se habían tenido los días pasados, a veces repetidas y alargadas hasta que los lazos de amistad se vuelven inexpugnables, muy estrechos y entrañables. Después ya pasan a relacionarse amistosamente con suministradores, constructores y todo el mundo que pase por allí y esté interesado en hacer amigos (y hablar de tantos por ciento, con esa cara que hemos dicho) En Nigeria son unos profesionales, aquí los políticos son unos aprendices, unos aficionados, unos ineptos, solo calderilla.

De ahí dejar de subvencionar la gasolina, como hacían antes, de ahí la hiperinflación, eso cuando más de cien millones de personas viven en la miseria, sin agua, sin luz y sin nada, millones de niños sin escolarizar, funcionarios de todo tipo y trabajadores con salarios de explotación sin derechos de ningún tipo, incluidos militares, policías y uniformados de inmigración, en definitiva, un país que no funciona, excepto para quienes viven en lo alto de la pirámide social, entre ellos, muy numerosos, los que saben hacer amigos. Todos conocemos los valores de la amistad.

Ahora bien, es necesario decirlo todo. En cuanto a las corruptelas de las administraciones públicas en la vida diaria, la de pequeñas cantidades, pero inevitables, si en Nigeria se multiplicaran por dos los salarios, esta corrupción se dividiría por dos, y si en Noruega los salarios se dividieran por dos, las corruptelas se doblarían, ya que la causa de los miles de miserias humanas, es la misma miseria.

Lo que sí hemos entendido todos a golpes de bastón, es que la gran corrupción es sinónima que significa hermana, de la política diaria, de los políticos y de las administraciones públicas. Política y corrupción es lo mismo, por mucho que nos cueste aceptarlo.

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