Juan Mari Arregi
Exsacerdote

Los silencios complices de la Iglesia de monseñor Uriarte

Monseñor Uriarte conoce muy bien los silencios sonoros, más bien gritos, de la complicidad de la Jerarquía de la Iglesia con el franquismo y el capitalismo.

«La reconciliación no se acaba con el silencio de las armas (...) hay que avanzar de forma conjunta para preparar los caminos que inducen a pedir perdón y a perdonar».

Esas frases han sido dichas estos días, según recoge la prensa, por monseñor Juan Maria Uriarte, quien fuera en su día Obispo también de Bilbao. Curiosamente, tales declaraciones han coincidido con la presentación pública y oficial por parte del Gobierno Vasco del "Informe sobre la injusticia padecida por los integrantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (1960-2011)". Ese blanqueo de las FSE incluso durante el franquismo, en lo que se ha convertido ese informe, ha sido elaborado, por encargo del Gobierno de Urkullu, por el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe, de la Universidad de la Iglesia Deusto, por lo que ha cobrado 16.843 euros.

Conocí a Juan Mari Uriarte cuando fue director espiritual en el Seminario de Derio en la década de los sesenta. Nunca más supe directamente de él, hasta que hacia 1973, llegado del exilio y tras pasar por la cárcel de Basauri y convento de los Pasionistas de Euba, recibí una carta fría, por burocrática, pero con su firma, en la que me ponía una fecha para confirmar si seguía o no en el ejercicio pastoral, roto por la policía en 1969. En ningún momento previo ni me llamó ni se reunió conmigo tras años de incomunicación, exilio y cárcel. Por ello no contesté a su carta. Y hasta hoy.

Monseñor Uriarte conoce muy bien los silencios sonoros, más bien gritos, de la complicidad de la Jerarquía de la Iglesia con el franquismo y el capitalismo. Por ello estaría bien que antes de juzgar y criticar algunos silencios o actitudes exteriores, asumiera los propios, los de su Iglesia, los de su Jerarquía tanto vasca, como española, francesa o vaticana. Le recordaremos algunos de esos silencios sonoros o gritos cómplices sin que por ello hayan pedido perdón y que han impedido y siguen impidiendo la reconciliación de su Iglesia con este Pueblo.

Como consecuencia de la dictadura franquista apoyada por su Iglesia, con alguna excepción como la del obispo vasco monseñor Mateo Múgica, ahí siguen miles y miles de personas vascas en fosas y cunetas, algunas cerca de sus iglesias…Curas vascos que fueron fusilados y otros que pasaron por la cárcel de Carmona (Alicante), precedente de la cárcel concordataria de Zamora en la década de los sesenta y setenta. Ahí siguen miles de casas e inmuebles populares apropiadas indebidamente por su Iglesia. Ahí siguen sin restaurar su honestidad y compromiso a decenas de sacerdotes vascos que, tras firmar el documento de 1960 al Papa, fueron abandonados, aislados y desterrados de sus parroquias. El silencio de la Iglesia de monseñor Uriarte continúa.

La pederastia no solo se ha padecido en colegios, sino en el mismo corazón de su diócesis, en el Seminario de Derio en esa misma década en que monseñor Uriarte formaba parte de la dirección del mismo. Y no sólo fue otro director espiritual Manuel Estomba el acusado, entre otras personas, por mi mismo, sino también algún o algunos otros compañeros de dirección del seminario. Como pudo saberlo en su día monseñor Uriarte. Persiste el silencio de su Iglesia.

Con la larga e histórica huelga de Bandas de Echevarri, en 1967, decenas de sacerdotes nos manifestamos con sotanas, en pleno franquismo, ante el Obispado que presidia monseñor Gúrpide y ante el Gobierno Civil de Bilbao. La respuesta jerárquica no fue la solidaridad con los huelguistas denunciando el sistema capitalista que provocó aquella huelga, sino la advertencia de sanciones canónicas para algunos de los que participamos en aquella manifestación solidaria.

Con el histórico proceso de Burgos en 1970, en el que se reclamaban seis penas de muerte para varios de los militantes vascos de ETA, acompañé como portavoz al Vaticano a una delegación de familiares de los procesados. El Papa, Pablo VI, presionado por le embajada española franquista, no nos recibió, mintiendo públicamente al alegar que si no se hizo fue porque queríamos pedir su intervención a favor de la independencia política vasca. Tal mentira lo demuestra el documento que se entregó en la Secretaria de Estado del Vaticano por dos de las familiares de los procesados y yo mismo. Más silencio por parte de la Iglesia de monseñor Uriarte.

Estas últimas semanas se está exhibiendo en Euskal Herria, como en Madrid, Galizia, Catalunya y Zamora, un film documental sobre la cárcel concordataria de Zamora creada por la Iglesia y el Estado español. Por ella pasaron 58 sacerdotes y religiosos en su mayoría vascos. Muchos de ellos, detenidos y torturados. Condenados a años y meses de cárcel por participar en una huelga de hambre; por manifestarse los 1º de Mayo y Aberri Eguna ilegales; por prestar sus locales a los partidos y organizaciones clandestinas; por buscar médicos para atender a quienes, militantes clandestinos, huían de la policía torturadora; por sermones que denunciaban la represión franquista.

Ese documental es expresión de una pequeña parte de lo que fue aquella dictadura franquista que reprimió, torturó, secuestró y mató en este Pueblo a miles de personas que defendían sus derechos naturales, sociales, políticos, culturales y nacionales. Los obispos vascos actualmente en ejercicio en las cuatro diócesis de Hegoalde, tienen en su poder una carta explicando ese film, asi como la complicidad que monseñor Cirarda demostró con la tortura franquista. Tan solo el Obispo de Bilbao, monseñor Segura, ha acusado recibo de la misma, diciendo que su contenido es «interesante». ¿Solo interesante?. Cada día que pasa más sonoro es ese silencio de la Iglesia de monseñor Uriarte.

El obispo emérito de Bilbao, monseñor Uriarte, ha llamado estos días a construir caminos que lleven a la reconciliación y a pedir perdón y a perdonar. Pues, ya lo sabe, monseñor Uriarte, aplíquense el cuento. Empiecen por reconocer su complicidad y la de su Jerarquía de la Iglesia vasca, española, francesa y vaticana. Y pidan públicamente perdón, no solo a sus sacerdotes represaliados, sino a este Pueblo que luchó y sigue luchando por sus derechos naturales, sociales, políticos y nacionales. Investiguen hasta el final la pederastia y sus complicidades por acción u omisión en sus diócesis. Devuelvan los bienes que se apropiaron indebidamente a sus dueños, en no pocos casos a los pueblos que los costearon y levantaron con su esfuerzo y dinero.

Su Iglesia no se ha reconciliado aun con este Pueblo. Para reconciliarse ya sabe cual es el camino, el que pide a los demás. Y, además, devolver lo que no es suyo. ¡Tan brutal es su silencio cómplice y el de los suyos, monseñor Uriarte, que se oye! ¡Como un estruendo!

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