Tomás Urzainqui Mina
Historiador

¿Los vascos no sabemos nuestra Historia?

Esta realidad euskaldun del Estado navarro la reflejaron autores del XVI, XVII y XVIII, y los contemporáneos

Koldo Mitxelena emitió el duro juicio siguiente, hace cincuenta y tres años, que desgraciadamente continúa vigente en la práctica: «Y no me refiero a la mayoría de los vascos; nadie, absolutamente nadie, sabe qué es y sobre todo qué ha sido nuestra Historia»; él mismo señalaba, a continuación de lo anterior, con persistente acierto: «hemos de confesar que hasta hoy, pese a la valía o al menos a la buena voluntad de algunos esfuerzos aislados, nada tenemos que merezca el nombre de historia vasca. Solo diré una cosa: la tal historia yace en el limbo de lo irreal, en espera de alguien que la libere de allí, alguien que, naturalmente, no será un individuo aislado ni lo conseguirá en un solo intento, sino con la colaboración y el esfuerzo de muchos». Estas premonitorias consideraciones, las escribió para el preámbulo de la publicación, el año 1968, de la reedición del primer libro en euskera, “Linguae vasconum primitiae”, del año 1545, cuyo autor fue el navarro independiente Bernat Echepare.
        
Mitxelena ya era consciente de que sus contemporáneos desconocían, casi al igual que ahora, el contexto histórico -así como el ambiente cultural y político- determinante en el pensamiento de Etxepare. A este respecto, han sido bastantes los autores que han tratado este tema crucial, casi todos sin abandonar los tópicos y prejuicios que, más o menos, intencionadamente buscan traicionarlo; siendo actualmente las versiones mantenidas en los medios dependientes de Instituciones y Universidades del ámbito de la cultura, las que se resisten a reconocer la evidente persistencia del pensamiento independiente navarro y euskaldun -jurídico, político y literario- que se manifiesta hasta bien entrado el siglo XX. La obcecación, que tienen para negarlo, es tan grande que no abrirían los ojos aunque Bernat Echepare fuera Erasmo de Róterdam y que Joanes Leizarraga fuese Martin Lutero.
        
Las investigaciones realizadas han descubierto las falsedades inventadas, de que Etxepare fuera partidario de los conquistadores,  así como de otros aspectos claves de la obra capital de la literatura vasca, que deja constancia del pleno apoyo institucional navarro al autor de dicha obra -al igual que en las de Leizarraga, Axular, Oihenart y otros- así en la dedicatoria de la misma agradece al abogado del rey Enrique II de Nabarra, Bernard Lehete, y: “.«…inprimiturik heuskara, oraino izan eztena, eta zure hatse honetik  dadin aitzinerat augmenta, kontinua eta publika mundu guzietara eta  baskoek bertzek bezala duten bere lengoajian skribuz zerbait doktrina, eta plazer hartzeko, solas egiteko, kantatzeko eta denbora igaraiteko materia, eta jinen direnek gero duten kausa oboro haren abantzatzeko». (…euskara impreso, cosa que no ha existido hasta ahora, y a partir de vuestro buen principio, progrese, vaya en aumento, continúe y se dé a conocer a todo el mundo; y tengan los vascos, como la tienen otros, escrita en su lengua, alguna doctrina, y materia para recrearse, conversar, cantar y pasar el tiempo).
        
La prueba de la existencia del euskara institucional en el Estado de Nabarra, es de siglo y medio antes, está en la siguiente información fiscal remitida entre altos funcionarios, de hacia el año 1416: «Et jaquiçu Donejohane Garaçicoec dute gracia erregue bayturie  hurtean yrurogey et amavi florin hurtean. sey florin et tercio bat  ylean rebatiçera colectoreari». Sin embargo, los expurgos realizados, desde la conquista, en los archivos de las instituciones navarras, por los nombrados por los conquistadores, los cinco altos funcionarios infiltrados, así como igualmente las jerarquías eclesiásticas, obispos y abades, que hicieron desaparecer, lo que estuvo en sus manos, incluida la documentación en euskara.
        
Con motivo del nacimiento en 1553 del futuro Enrique III de Nabarra, su abuelo, Enrique II Sangoztarra -que entregó con todas sus fuerzas la vida a recuperar la independencia en la Navarra al sur de los Pirineos, de las manos del invasor y conquistador Carlos I de España- lo alzó en sus brazos a la vez que le dedicaban esta oda en euskara: «Gure Printzipe don Henrike  munduguzia  huna betor, aur noble onengana, oin eskuen apatzera, yaun andiari bezala. Ez jaio da ez jaioko inor honen iguala. Hanbat bada Seynale handi zeruan dakusaguna. Lenguaje orok badiote baron handia zarala Nic dioslut ziratela jaun guzien jauna».
       
En 1794 los mozos de Baigorri manifestaron expresamente su voluntad de pasarse en bloque, de las unidades militares de la Asamblea Nacional francesa donde se hallaban encuadrados a la fuerza, a los batallones de los Voluntarios de Navarra dirigidos y armados por las Cortes de Navarra: «Gerlara etorri ginean Gure bizien perillean, Gure agintariak franzes: Allons, chasseurs, avancez: Guk euskara eranzutea, Diabriak eraman bazintez. Viva Nafarroako Bolontarioak, Asanblean dezuiez Kontrarioak; Egin zazue gerla Biotzez ta gogotik; Gu ere elduen gera Zuen ondorendik».
          
José Antonio Muñagorri, el año 1838, Jefe del Ejército por la Independencia navarra:  «Oraintxe sei eun urte, gutxi gora bera, gipuztarrak joan giñan Gaztel aldera; artean Nafarroak, Gipuzkoak gañera, egiñ izandu zuten erreiño bat bera; orain galdeera zoaz egitera: zeren billatzera gipuztarrak joan giñan Gaztel aldera?»
         
José María Iparraguirre, 1879, Nafarren Elcargoari: “Nafarren elcargoa burutzat degula ¡Zer zori onecoac maitatzen baguera¡ Euskaldun on guztiac Cerura beguira  Esan Euscal-erria Salbatu debilla».
         
El monumento a la defensa de la Libertad de Navarra, levantado en Iruña el año 1903, proclama: «Gu gaurko euskaldunok gure aitasoen illezkorren oroipenean, bildu gera emen gure legea gorde nai degula erakusteko».       
         
Esta realidad euskaldun del Estado navarro la reflejaron autores del XVI, XVII y XVIII, y los contemporáneos, entre otros, Angel Sagaseta, Arturo Campion, Hermilio Oloriz, Luis Oroz, Anacleto Ortueta, Federico Krutwig, Joxe Azurmendi o Txillardegi; apreciando en su pensamiento que la Historia nacional propia de los vascos es la Navarra y que la arquitectura institucional estatal independiente de Euskal Herria ha sido Navarra. El fraude impostor y negacionista del relato historiográfico conquistador, en sus distintas versiones, es la norma practicada desde el inicio de la conquista, tan es así, que forma parte de la acción conquistadora continuada.

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