Igor Arroyo Leatxe
Secretario general adjunto de LAB

Más que un día de huelga

Frente a la dictadura del Capital administrada por los gobiernos español y francés, reivindica un espacio de soberanía para garantizar un trabajo, una pensión y una vida dignas

El 30 de enero será más que un día de huelga. Así lo han entendido los 1.200 comités de empresa, los cientos de agentes sociales y las miles de personas que participan en los 172 comités de huelga organizados en pueblos y barrios. La cuestión no es (solo) hacer huelga y participar en las movilizaciones del 30 de mayo; el reto consiste en poner freno a la precarización de las condiciones de vida y de trabajo impuesta a la clase trabajadora, así como impulsar la agenda para la transformación social en nuestro país.

La del día 30 es la Huelga de la Unidad, en un doble sentido. Por una parte, se trata de un nuevo paso para la articulación de los diferentes sectores que componen la clase trabajadora en un sujeto plural y a su vez unitario, que vaya más allá de los ámbitos tradicionalmente sindicalizados. En el Congreso de LAB celebrado en el 2017 teorizamos sobre el conflicto entre Capital y Vida (desde una perspectiva laboral, social y medioambiental) y planteamos la necesidad de recomponer un sujeto de clase atomizado por las políticas dictadas por la Patronal (subcontratación, dobles escalas, uberización, invisibilización de los ciudados). Ahora hemos pasado de las palabras a los hechos: propuesta para la creación de un convenio para las trabajadoras del hogar, denuncia de la explotación en el ámbito rural (lucha de Huerta de Peralta), obtención del derecho a la Seguridad Social para las y los trabajadores de Glovo en Navarra, creación de una estructura de Acción Social, organización de una red de cuidadoras, creación de instrumentos como Bizilan.eus, Piquete Feminista o Piztu Alarma... El Capital nos quiere atomizadas, débiles, sin referencias; nosotros y nosotras estamos repensando y rehaciendo el sindicalismo para convertirlo en instrumento colectivo útil para todo trabajador y trabajadora, independientemente de su situación concreta. La Huelga General será un reflejo, aún incompleto, de este proceso de renovación.

La del 30 también es la Huelga de la Unidad desde un prisma social, pues constituye un nuevo hito en la creación de alianzas entre los diferentes movimientos sociales que apostamos por una transformación radical. Al liderazgo desarrollado por el movimiento feminista durante los últimos años y al compromiso incansable mostrado semana a semana por el movimiento de pensionistas, así como a la emergencia de renovados frentes de lucha (movimiento juvenil, lucha ecosocialista, solidaridad con los y las trabajadoras migrantes), se le suma la revitalización del frente sindical en Euskal Herria, como muestran los conflictos en sectores feminizados (residencias de la tercera edad, Ayuda a Domicilio, limpieza), el metal de Bizkaia y las más de 120 luchas sindicales en las que estamos participando cada año. Frente al amenazador auge del (neo)fascismo como respuesta a la crisis sistémica, en Euskal Herria emerge también una pujante corriente social que reivindica igualdad, solidaridad y emancipación.

De esta forma, sumando las aportaciones teórico-prácticas de unas y otros, se va (re)configurando la alternativa estratégica respecto a la subordinación nacional, la dictadura del Capital y la imposición del (hetero)patriarcado. Se puede decir que estamos renovando y profundizando en el ejercicio colectivo realizado hace cinco años durante la creación de la Carta de los Derechos Sociales de Euskal Herria, es decir, la elaboración de un horizonte estratégico emancipador así como un programa táctico común. En concreto, la huelga del 30 de enero servirá para reforzar el eje por el reparto de la riqueza, planteando batalla en terrenos fundamentales como la pensión, el salario, la jornada, la contratación, las brechas impuestas a las mujeres, el reconocimiento de todos los trabajos, la renta básica o la vivienda. Así mismo, reforzará e impulsará tres líneas de trabajo para seguir peleando dichos contenidos más allá de la jornada de huelga: acción sindical en empresas y sectores, lucha por un acuerdo intersectorial que abarque al conjunto de la clase trabajadora y presión social para el cambio de las políticas públicas hegemónicas.

Pero además, la huelga del día 30 tiene otro valor importante: partiendo de la plural perspectiva social mencionada, cuestiona el ordenamiento jurídico-político y entra en la disputa del poder político. Frente a la dictadura del Capital administrada por los gobiernos español y francés, reivindica un espacio de soberanía para garantizar un trabajo, una pensión y una vida dignas a todos y todas las ciudadanas vascas; reclama que el derecho a decidir esté en manos de la ciudadanía vasca, y no de las trasnacionales. De esta forma, frente a las hipótesis sistémicas para la gestión del Régimen del 78 (involución fascista vs. reforma tutelada), la Huelga General apunta a una tercera hipótesis estratégica, la vía de la soberanía popular para la construcción de una República Vasca (eco)socialista y feminista. Existen mimbres para ello pero falta tejerlos, acertando en una dialéctica eficaz entre el ámbito social y el político que sea capaz de generar nuevos escenarios.

Ante el potencial de esta huelga, estamos asistiendo a una estrategia reaccionaria por parte de la patronal y los partidos del 78, puesto que pone en cuestión su sistema de dominación; y también por parte de UGT, CCOO y Podemos (de la CAV), porque han asumido dicho sistema como único escenario posible. Todos estos agentes también saben que lo del 30 de enero es más que un día de huelga. Y es que, en vez de esperar a lo que pudiera hacer el nuevo Gobierno de Madrid, la Huelga General pone el foco en lo que podemos hacer los y las trabajadoras vascas. Y lo que podemos hacer es mucho: podemos ensanchar los límites de lo posible, tal y como lo han hecho históricamente tanto el movimiento obrero como otros movimientos emancipatorios. Hagámoslo.

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