Juan Manuel Sinde
Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa

Mejorar en productividad y ganar en humanidad

La productividad (producción media por empleado) del conjunto de trabajadores del País Vasco supera, según Eurostat, los 75.000 euros al año, lo que le convierte en la número 21 entre 218 regiones europeas analizadas. Según los datos de la Fundación BBVA, al igual que Navarra y Madrid, supera en más de un 10% la productividad media del conjunto del Estado. Aunque este dato habría que relativizarlo, ya que, aun siendo también superior a la media europea, está aún lejos de las regiones más punteras como Baviera, Luxemburgo, Irlanda...

En cualquier caso, es evidente que la productividad condiciona el nivel de bienestar individual y social, por lo que sería quizás el indicador económico más importante para su seguimiento.

En ese sentido, merece la pena destacar las medidas para la mejora de la productividad que, según distintas fuentes internacionales, han tenido éxito en los países avanzados. Serían las siguientes:

1. Inversión en innovación y tecnología, destacando en los Países Bajos y Finlandia los programas de I+D+i para empresas que invierten en investigación, desarrollo e innovación tecnológica con lo que han conseguido el incremento en el uso de tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial y la robótica.

2. Formación continua y educación que posibilite el desarrollo personal y profesional de las personas empleadas, siendo conocido el sistema dual de Formación Profesional en Alemania, con la combinación de educación académica y práctica en empresas que ha contribuido a reducir el gap entre lo que demanda el mercado y la oferta laboral.

3. Digitalización y automatización, en la que destacan los esfuerzos de Dinamarca en el apoyo a las PYMES para adoptar tecnologías digitales y de Estonia para la creación de una administración pública totalmente digital, lo que ha reducido costos operativos y mejorado la eficiencia.

4. Políticas laborales que buscan una mayor flexibilidad, con la referencia del modelo sueco que combina flexibilidad en la contratación y el despido con una fuerte red de seguridad social, lo que permite a las empresas adaptarse rápidamente a los cambios.

5. Fomento de la cooperación público-privada, con numerosos ejemplos como los Centros de innovación del Reino Unido donde empresas, universidades y el gobierno trabajan juntos para resolver retos tecnológicos o la política de clústeres en distintas regiones alemanas para fomentar su especialización en determinados sectores, lo que favorece la concentración de talento e innovación en sectores estratégicos.

6. Mejora de las infraestructuras, con inversiones masivas en infraestructuras y logística avanzada en los Países Bajos con la consiguiente reducción de los costes logísticos para las empresas.

Como conclusión podemos afirmar que las políticas que han tenido mayor éxito en Europa son aquellas que combinan inversión en tecnología e innovación con estrategias para desarrollar el capital humano. Además, la digitalización, el apoyo a las PYMES, la flexibilidad laboral y la sostenibilidad también han sido cruciales para incrementar la productividad de forma sostenible.

En cualquier caso, desde la Fundación Arizmendiarrieta queremos destacar también aquellos aspectos que se corresponden con una cultura de empresa que favorece el desarrollo de las personas y la colaboración de las mismas en el proyecto empresarial y que también son influidos por la cultura y valores de la sociedad en la que actúa la empresa.

Es por ello que merece la pena recordar no solo cómo mejorar la productividad, sino proponer qué hacer con esa mejora, ya que, según el repaso histórico que hace el conocido catedrático de Economía del MIT Daron Acemoglu en su libro Poder y progreso, las etapas históricas en las que se han producido saltos espectaculares en la productividad merced a los descubrimientos científicos y técnicos han coincidido, paradójicamente, con condiciones de vida miserables para amplias capas de la población (por poner solo un ejemplo, la revolución industrial derivada de la máquina de vapor condujo a situaciones infrahumanas de los trabajadores necesarios para su aprovechamiento empresarial en las fábricas textiles inglesas).

Nuestra propuesta iría, por ello, en la línea de aprovechar dichas mejoras para reforzar algunos de los valores relacionados con una mayor humanización de la economía y de la sociedad vascas. En ese sentido, deberían contribuir a reforzar 1. la igual dignidad de toda persona humana, lo que implica luchar contra la explotación y la marginación, 2. la preocupación por el bien común, de forma que la economía y la política se orienten hacia el bienestar de la sociedad en su conjunto, 3. una solidaridad que implica una preocupación activa por los demás, especialmente los más vulnerables, y se traduce en políticas que promuevan una redistribución más justa de los recursos, 4. la subsidiariedad, de forma que las decisiones se tomen en el nivel más cercano posible a los individuos y las comunidades, respetando la autonomía y capacidad de acción local, pero con apoyo de las instancias superiores cuando sea necesario, 5. la justicia social, con políticas que corrijan las desigualdades estructurales excesivas y promuevan la equidad, 6. -la concepción del trabajo como un derecho y un deber, en la medida en que es fundamental para la realización de las personas y para la cohesión social, en un contexto de condiciones laborales dignas y, deseablemente, con un salario que permita una vida adecuada.

De forma que establezcamos un círculo virtuoso por el que la mejora en la productividad contribuya a reforzar la cultura humanista en la sociedad vasca, lo que, a su vez, incida en la cultura humanista de las empresas y en la mejora de la productividad por ello derivada. Siguiendo a Arizmendiarrieta, que subrayaba que «la revolución económica será moral o no será, la revolución moral será económica o no será».


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