Haizea Garay Gallastegui
Historiadora

Memoria con rostro de mujer

Se cumplen 85 años desde que fueran asesinadas frente a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, un grupo de mujeres, todas ellas muy jóvenes, algunas incluso menores, que han trascendido a lo largo de la historia como las Trece Rosas. Esta ciudad, Donostia, vio nacer a una de ellas, Blanca Brisac, la mayor de todas estas mujeres que serían asesinadas al alba de aquel 5 de agosto de 1939. Esta ciudad que, después de tantas décadas, sigue sin hacer un reconocimiento a su entrega por los valores de la democracia y libertad. Una ciudad que tampoco ha dedicado un espacio para la memoria de esta mujer ni la de tantas otras. ¿O acaso alguien tiene en la memoria a Simona Lelouch, mujer nacida en Donostia, que acabaría en una cámara de gas en Auschwitz con tan solo 20 años el 12 de septiembre de 1943?

Recordaran como hace un par de años el ayuntamiento anunciaba una querella por los funcionarios represaliados víctimas del franquismo. La querella, abierta a la posible ampliación con más casos que puedan ser documentados, se limitó a funcionarios muertos durante la guerra civil, esto es, de los que se tiene acta de defunción. Sin embargo, ¿qué hay de las mujeres que sufrieran todo tipo de vejaciones y vulneraciones de derechos, también funcionarias municipales?

Debemos de señalar que en 2013 el ayuntamiento de Donostia llevó a cabo un reconocimiento de todos los y las funcionarias represaliadas durante la guerra civil. En el estudio llevado a cabo y presentado en aquel momento se señalaba que eran un total de 1.623 trabajadores y trabajadoras municipales los que habían sufrido desde aperturas de expediente, condenas de cárcel e incluso la muerte. Sin embargo, a pesar de ser alrededor de 200 las mujeres represaliadas, no hay una sola querella en nombre de ninguna de las mujeres, aun habiéndose reconocido por parte del ayuntamiento la vulneración de sus derechos fundamentales.

A pesar de los avances en políticas públicas con perspectiva de género, gracias al empuje histórico de mujeres organizadas reivindicando igualdad de derechos, sigue latente la desigualdad. Así hoy, las mujeres siguen teniendo empleos precarios y condiciones peores que hombres haciendo iguales tareas. Las luchas de hoy, la organización y la reivindicación permiten visibilizar esa realidad, para combatirla y acabar con siglos de discriminación.

La desigualdad histórica de las mujeres no solo las ha relegado a lo largo de la historia a su olvido más absoluto, sino que hoy viene apuntalada por una desmemoria colectiva que en ningún caso trata de ser contrarrestada por una inversión pública en memoria democrática con perspectiva de género. Sin embargo, debemos de hacer un llamado al trabajo por la recuperación de esa memoria colectiva de mujeres que nos han permitido ser lo que hoy somos.

Como dijera Julia Conesa, otra de las Rosas asesinadas en agosto de 1939, «que su nombre no se borre de la Historia». El compromiso con la memoria democrática pasa ineludiblemente por hacer una recuperación donde se transversalice la perspectiva de género. El compromiso con la memoria pasa por una memoria feminista porque de lo contrario seguiremos ignorando el papel que jugaron las mujeres en la defensa de las libertades en este país.

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