Víctor Moreno Bayona
Profesor

Memoria de corcho

Dignas del más puro pragmatismo político han sido las palabras que en boca de Andoni Ortuzar han aparecido en prensa justificando su deseo de dirigir con los socialistas Ajuria Enea. E intrigante ha sido el argumento utilizado, no solo para no reunirse por cortesía siquiera tras las elecciones con EH Bildu, sino para rechazar su presencia en ese futuro gobierno. Ni siquiera ha tenido que echar mano de argumentos políticos ni económicos, ni de otra naturaleza, habituales en este contubernio de las negociaciones postelectorales. La única razón suficiente para rechazar a EH Bildu ha sido apelar a que no dice que ETA es y ha sido lo que piensa el PNV que ha sido ETA. Tampoco ha bastado que Otxandiano pidiera perdón a las víctimas, porque lo que importa es decir que fue «una banda terrorista». Pues, al parecer, hecha dicha proclama, el mundo entero recibiría a EH Bildu con los brazos abiertos. Hay que ser ingenuos de mollera para aceptar este conductismo político indigesto como hipócrita, y que vienen utilizando de un modo torticero las derechas españolas, y en el que el PNV y los socialistas, cuando les interesa, han caído de bruces.

Porque, pregunto, ¿acaso no fue eso lo que el PNV dijo siempre de ETA, que era una «banda armada»? No creo que el PNV actual sufra amnesia sobre esta cuestión. Conoce muy bien el terreno de minas que pisa. Para el lector, tiraré de la hemeroteca de "Deia", entonces portavoz del Euzkadi Buru Batzar, para avivar su memoria.

José Ramón Scheifler decía que «la violencia de ETA era la contraviolencia» y que «mientras Euskadi no recobre todos sus derechos está padeciendo violencia, violencia de parte del Estado, del Gobierno y de los partidos en el poder» ("Deia", 26/10/1978). Joseba Azcárraga, entonces miembros del Euzkadi Buru Batzar sostuvo que «debe terminar en este maltratado Pueblo Vasco, todo tipo de violencia. No únicamente la violencia desatada por las organizaciones que emplean como método de recuperación de nuestros derechos la lucha armada, sino también esa violencia tan importante como la anterior, que es la violencia institucional» (ídem). Anasagasti escribió que «estamos solos ante los armados de ametralladoras de un bando y otro (9/11/1978). Y quien fuera el gran gurú del PNV, Arzalluz jauna: «Respetamos profundamente a los vascos que mueren por su pueblo» (18/1/1978). Se refería a dos vascos de ETA que habían muerto en un enfrentamiento con la Policía «en la avenida de san Jorge».

En ningún momento, utilizaron la palabra «banda terrorista», «terroristas» y «terrorismo». Era la consigna. Si ello era signo inequívoco de cierta tolerancia hacia el uso de la violencia y de la muerte para conseguir unos fines políticos, no soy quién para afirmarlo. Pero, ojo, no fueron los únicos en utilizar ese eufemismo, convertido hoy en crimen. El presidente español Aznar habló nada más y nada menos que del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV). Y ello en 1998, cuando ETA estaba operativa.

Y ahora, va el PNV y dice que no quiere saber nada de EH Bildu, porque Otxandiano no ha llamado a ETA por lo que ahora dicen los del PNV que es y ha sido ETA. Pretenden que haga lo que ellos no tuvieron la supuesta valentía de hacer cuando ¿había que hacerlo? Y lo exigen en un tiempo en que ETA ha desaparecido y la recuerdan quienes pretenden sacar réditos políticos de ella, una táctica rastrera en la derecha española, que olvida conscientemente su genocidio particular y del que jamás se ha arrepentido en Navarra.

Ominosa situación que evoca aquella escena protagonizada por Humpty Dumpty y Alicia, la heroína de L. Carroll: «Las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen», dijo el primero, a lo que Alicia replicó: «La cuestión es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes». «La cuestión es quién es el Amo, eso es todo», terminó por decir Humpty Dumpty. Mientras las palabras sigan teniendo dueño, significarán lo que este diga. Y así, Hamás será terrorista y Netanyahu una calcomanía de san Francisco de Asís. Solo citamos a V. Klemperer para referirnos a La lengua del tercer Reich, pero cuando toca aplicarlo al uso que se hace de él en la democracia y por sus demócratas actuales, miran para otro lado. El lenguaje es siempre inocente, no lo somos quienes lo usamos. Menos aún cuando se trata de conseguir el poder o desbancar de este al que no es amigo. Lean, si no, al neonazi Carl Schmitt, por cierto, amigo de Fraga, el tablajero de Vitoria.

El uso que ha hecho el PNV de esta inculpación contra EH Bildu podría caracterizarse de muchos modos, pero dejémoslo estar. La gente cambia en función de los intereses que le toca defender en cada época. Y, al hacerlo, «el uso del lenguaje también se cambalachea», como decía aquel personaje de "Miau", de Galdós.

Rechazar e incriminar una opción política por negarse a decir lo que uno quiere oír se parece mucho a lo que han hecho los inquisidores y los torturadores. Pero las personas no son ni lo que piensan, ni lo que dicen, sino lo que hacen. Y pensar que existe una correspondencia exacta entre esas actividades es una falacia. Es muy habitual pensar una cosa, decir otra y hacer todo lo contrario. Y no es cosa de cínicos, sino de la naturaleza humana, que dispone del lenguaje para hacer pasar con su uso lo que convenga a sus intereses. Si no lo creen, repasen lo que decían los nacionalistas evocados anteriormente, y que seguro que sus actuales dirigentes, como Pradales y Ortuzar, justificarán con dos argumentos, por lo menos. Uno por cabeza.

Es verdad que, después de que se aceptara la teoría de los actos de habla de Austin, el panorama de las interpretaciones de esos actos se ha complicado de un modo neofascista. Los actos de habla contemplados como delitos por algunos jueces son los denominados actos perlocutivos, es decir, frases que decimos con la intención de provocar un efecto en el receptor y actuar en consecuencia. Pero está por ver si, cuando uno dice una frase perlocutiva, intenta o no provocar en el otro ese efecto. Dependerá del juez que te toque en el estrado y juzgue tus intenciones.

En el caso de Otxandiano, en ningún momento pronuncia un acto de habla de esa naturaleza. Se le acusa por «no decir» lo que uno desea que diga.

A la vista de ello, ¿no sería posible aplicar con carácter retroactivo a los anteriores nacionalistas del PNV su responsabilidad por usar un acto perlocutivo por defecto, ocultando la naturaleza «terrorista» de los militantes de ETA y, presentarlos, al contrario, como «héroes del pueblo», dignos de ser admirados por la juventud vasca de entonces? Si los militantes de Bildu son los herederos de ETA, como se dice, ¿acaso los actuales militantes del PNV no lo son de sus anteriores padres putativos ideológicos que nunca llamaron terroristas a los abertzales de ETA, sino banda armada?

Buscar