Juan Hernández, Pedro Ibarra y Víctor Pozas
En nombre de Ongi Etorri Errefuxiatuak

Moria arde de nuevo

Denunciamos el fuego de Moria como expresión simbólica y muy visible del crimen de lesa humanidad silencioso, permanente y planificado del que son responsables la Comisión Europea y los Estados europeos.

Moria arde de nuevo. Este horror documentado en el corazón de Europa, ha sido denunciado desde sus inicios (2015) por decenas de informes de organizaciones de derechos humanos, humanitarias y otras organizaciones no gubernamentales. Casi 20.000 (en su máximo pico el pasado febrero) y en el momento del incendio 13.000 seres humanos estaban estacionados en una prisión de barro, basura y violencia, detrás de alambradas de púas. Moria es un limbo planificado, donde a los refugiados se les niega su derecho al asilo, a la libertad y la dignidad, incapaces de realizar incluso las actividades diarias más básicas, como dormir, comer o comunicarse; donde se negó la atención médica y la educación a unos 4.000 niños; niños y niñas sin sueños; adolescentes con tantas ganas de morir cuyas tasas anormales de intentos de suicidio deberían haber sido una alerta del nivel de desesperación en el campamento (MSF); Mujeres aterrorizadas por violaciones diarias, falta de higiene y violencia desenfrenada. Cientos de testimonios que revelan los niveles de la insoportable «no vida» en Moria, se mantuvieron durante años sin ser escuchados.

Ahora el campo vallado, que estaba a punto de cerrarse, queda reducido a cenizas. Pero, ¿cómo podría esa construcción, el abandono de seres humanos reducidos a «números y cuerpos», reemerger como una «isla-campo de concentración» en el corazón de la Europa del siglo XXI? ¿Cómo se ha aceptado y tolerado este apartheid y sufrimiento como gestión planificada del «otro», del «migrante» en el largo silencio de cinco años? Esta «contención» inhumana había sido erigida como modelo de políticas migratorias por la Comisión Europea y los Estados miembros de la UE. Moria ha sido la esencia del modelo de disuasión destinado a desalentar la huida de posibles solicitantes de asilo de países en guerra y hacerlos regresar a las ruinas, sellado por el acuerdo UE-Turquía en 2016. Está documentado que en las islas griegas se violaba constantemente la Convención de Ginebra a diario, ¿ha sido la Convención enterrada en Lesbos?

La realidad más inquietante de todas es que Moria no es un caso excepcional, sino que forma parte de una cadena de campos y hotspot en toda Europa construidos como sitios «sin derechos» y de aniquilación sistemática y planificada del «otro», físicamente destruido en los campos, donde los seres humanos incluso corrían el riesgo de ser quemados vivos. Las fronteras de la UE, así como las rutas marítimas, también se han convertido en lugares de muerte donde miles de personas se han ahogado. Esta situación es indicativa de la necropolítica general practicada por la Unión Europea y sus Estados miembros hacia los pueblos migrantes y refugiados y se combina con la política de externalización militarizada de fronteras. Y dentro de la Europa fortaleza –como se muestra gráficamente en esta época del COVID-19– a los trabajadores migrantes que constituyen una gran parte de los «trabajadores esenciales» en la agricultura, los cuidados y el empleo del hogar, también les son negados los derechos fundamentales, sometidos a racismo diario y privados de las condiciones para vivir una vida humana digna.

Como parte de esa Europa que todavía se reconoce ante todo como «humana», y uniéndonos a todos los movimientos que en estas horas están haciendo oír su voz, nosotros, los firmantes, que asistimos desde hace años al trágico destino de los pueblos migrantes y refugiados, denunciamos aún más el fuego de Moria como expresión simbólica y muy visible del crimen de lesa humanidad silencioso, permanente y planificado del que son responsables la Comisión Europea y los Estados europeos, como destaca la sentencia del Tribunal Permanente de los Pueblos (en las Audiencias 2017-2019). Las intervenciones humanitarias de estas horas, ya mínimas de por sí, solo pueden aparecer como una operación de lavado de imagen. Una vez más estos pronunciamientos hacen referencia a un tiempo sin plazos, y por lo tanto confirman la política genocida existente, ya que la Comisión Europea y los gobiernos de la UE optan por una identidad que se declara exenta de las obligaciones de esa civilización del derecho. Estas obligaciones estaban destinadas a ser coherentes con el compromiso de «nunca más» contra los campos de exterminio y habían hecho de Europa un lugar de acogida y un indicador de su propio proyecto de desarrollo.

Por lo tanto, pedimos a la CE y a todos los Estados europeos evacuar urgentemente la isla y reubicar en seguridad y dignidad a los pueblos migrantes y refugiados de Moria, acabar con la criminalización de migrantes y refugiados y la criminalización de la solidaridad. No es un crimen migrar o buscar asilo. Es un derecho humano.

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