Eneko Astigarraga
Miembro de CCCP (Ciudadanos Ciclistas de la Comarca de Pamplona)

Moverse sin coche en la ciudad de los coches

Ha servido mucho más la voluntad individual de muchas personas que han decidido cambiar su modo de desplazarse en la ciudad y que se han «atrevido» a dejar el coche, su coche, aparcado para moverse de otra manera

No hace falta ser un experto en la materia para darse cuenta de que algo está cambiando en nuestra ciudad en términos de movilidad, aunque en movilidad, como en obra civil, todos tengamos algo de expertos vocacionales o, al menos, sintamos la necesidad de expresar nuestra opinión, a veces vehementemente. No está mal, eso es que nos importa la calle y lo que ocurre en ella. La pena es que de unas décadas a esta parte, por el modelo de ciudad y de vida que hemos consentido en asumir, en esa calle ocurrieran cada vez menos cosas y se cediera cada vez más espacio y más dominancia a los automóviles.

Pero eso parece que ha hecho techo, incluso en unas condiciones que siguen siendo favorables al coche. Y ha hecho techo no precisamente por una concienciación ciudadana fruto de una reflexión profunda sobre la insostenibilidad e insalubridad de ese modo de vivir, de relacionarnos y de desplazarnos que habíamos asumido, no, ese cambio se ha producido por pura conveniencia. Claro que han ayudado medidas tan valientes como una zona azul tan mal implementada que lo que producía era un tráfico frustrante en busca de la plaza de parking prometida, como un transporte público que adolecía de un crecimiento tan mal planificado como traumático, como unos desarrollos urbanísticos que no habían previsto cómo y por dónde iba a acceder y a desplazarse la gente, como unas terroríficas facilidades para la bicicleta que hacían realmente imposible su utilización de una manera mínimamente cómoda y segura, como unas ordenanzas que nadie sabía interpretar y que hacían de todo menos ordenar.

Todo esto ha servido, pero ha servido mucho más la voluntad individual de muchas personas que han decidido cambiar su modo de desplazarse en la ciudad y que se han «atrevido» a dejar el coche, su coche, aparcado para moverse de otra manera. No hay grandes apuestas, no hay heroicidades, no responden a ninguna estrategia colectiva, son decisiones personales, íntimas, las que han empujado a mucha gente a coger la bicicleta, sobre todo, pero también el bus, un patinete o volver a caminar en sus desplazamientos cotidianos. Y esto es algo que mucha gente todavía no está dispuesta a reconocer.

Cómo ha sido la práctica de esos cambios puede ser más cuestionable, pero para hacerlo, para cuestionarlo, hay que entender en qué escenario y en qué condiciones se han producido esos cambios. Cada persona es un caso y una circunstancia, pero lo que es incuestionable es que quien ha cambiado de modo de moverse lo ha hecho en una ciudad que seguía organizada para facilitar el tránsito automovilista por encima y por delante de cualquier otro medio y eso es un condicionante que es difícil de menospreciar. Cuando alguien se ha propuesto desplazarse en algo que no sea un vehículo motorizado en una ciudad con un carácter tan marcadamente motorista como Pamplona se ha encontrado con una realidad contundente: quien no se mueve en coche no es bienvenido en esta ciudad.

Esa es la situación y solo entendiéndola se puede analizar de una manera cabal y sensata algunas de las consecuencias de ello. El atropello sistemático de caminantes y ciclistas, la invasión de las aceras por bicicletas y patinetes, la violencia vial en forma de intimidación o indignación… no son más que síntomas de una sociedad que no quiere reconocer que algo no funciona en su sistema circulatorio porque ha asumido un modo de vida al que no quiere renunciar. Solo cuestionando el modelo de ciudad se puede reconducir este maremágnum. Mientras eso se produce, y arrastramos inercias que lo van a dificultar, seguiremos aplaudiendo cualquier intento de cambiar lo que todavía demasiada gente piensa que es irremediable y, peor que eso, incuestionable.

Esperemos que las próximas actuaciones que vayan reconfigurando nuestra ciudad para dar facilidades a estas personas que han decidido dejar el coche y que cada vez somos más (ya éramos mayoría) estén a la altura de las circunstancias y no reproduzcan los lamentables casos anteriores. Estaremos atentos para que esto se produzca así, porque parece que, en la parte que les toca a las bicicletas, eso va a seguir haciendo falta.

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