Luisa Fuentes Guaza y Paz Francés Lecumberri
madres

Necropolítica sobre las infancias: ¿de verdad es necesaria la vacunación infantil?

«No se puede vacunar a los niños en beneficio de la colectividad, prácticamente no supone un riesgo para los niños, por lo que la vacuna no es un beneficio real para ellos». Por tanto, ¿dónde queda el superior interés del menor?

En estos días, cuando escuchamos la información en los medios masivos de comunicación sobre el plan de vacunación infantil de 5 a 12 años (pero también de los 12 a los 18 años), nos sobrevuela lo que Michel Foucault compartía en una mítica entrevista en 1981: «Lo importante es saber cómo en el comportamiento humano, en un momento dado, las evidencias se enturbian, las luces se apagan, cae la noche y la gente empieza a percibir que actúa a ciegas y necesita una nueva luz, una nueva iluminación y otras reglas de funcionamiento». Estamos, sin duda, viviendo una época oscura. ¿En qué momento se ha enturbiado todo y hemos dejado que campe abiertamente el cerebro reptiliano, el miedo atávico a la muerte, por el que se legitima prácticamente todo? ¿Cuándo se apagaron las luces del pensamiento crítico? ¿De verdad que toda la trama intelectual emancipatoria, toda la lucha de tantos años para ser conscientes de cómo el paterestado aplica sus necropolíticas sobre nuestros cuerpos, y el cuerpo de nuestras hijas e hijos, acaba aquí? ¿Acaba con esta pandemia?

¿No estamos ya percibiendo que se está «actuando a ciegas» con la propuesta de vacunar a nuestras niñas y niños de 5 a 12 años cuando hay sobrada producción científica, que no sale en la tele, pero que se sigue generando, afortunadamente, que duda de la necesidad de la vacunación masiva en esa franja de edad? Y se duda tanto por su necesidad, por las consecuencias adversas para los niños y niñas, como por cuestiones legales y éticas. Así, en cuento a la necesidad de la vacunación infantil, el coordinador del Grupo de Trabajo de la Asociación Española de Pediatría (AEP), afirmaba (https://labur.eus/rrus7) que en la actual situación epidemiológica: «No tiene ningún sentido recomendar la vacunación masiva de menores de 12 años porque tienen efectos secundarios y en la ecuación riesgo-beneficio no hay un claro beneficio en su caso ante tan poquísima transmisión». También añadía que «no está justificado vacunar frente al covid-19 a cuatro millones de niños».

En cuanto a las consecuencias, reconocidas investigadoras han redundado en la preocupación de seguir con la vacunación infantil de forma masiva por los riesgos de miocarditos y pericarditos que se están observando (https://labur.eus/qouU9), y claro, teniendo en cuenta que la mortalidad en nuestras hijas e hijos en relación a la covid-19 es aproximadamente del 0,002% y la letalidad del 0,035% (y en esta cifra más del 60% tenía comorbilidades) (https://labur.eus/dS8n1), y hasta la propia revista “Nature” publicaba el pasado julio que la muerte por covid-19 en esta franja de edad «increíblemente rara» (https://labur.eus/sK1cK), el empecinamiento por la vacunación de nuestros peques con las ya evidentes pruebas de enormes riesgos es realmente inexplicable. Igualmente alarmante es el informe del Comité consultivo de la FDA del pasado mes de octubre en el que Pfizer admite que el tamaño de la muestra de voluntarios de los ensayos clínicos de la vacuna era demasiado pequeño para detectar los riesgos de miocarditis en niños de 5 a 12 años (https://labur.eus/Prrpk).

La vacunación tampoco está exenta de recelos legales y éticos. Así, el presidente del Comité de Bioética de España y miembro de la Ponencia de Vacunas del Ministerio, Federico Montalvo, afirmó que: «No se puede vacunar a los niños en beneficio de la colectividad, prácticamente no supone un riesgo para los niños, por lo que la vacuna no es un beneficio real para ellos». Por tanto ¿dónde queda el superior interés del menor? ¿De verdad en estos dos últimos años ha desaparecido? Pareciera que la gestión de la pandemia se lo ha tragado ¿Nadie va poner sobre la mesa la conexión entre los intereses billonarios de unos pocos con la necesidad «creada» de vacunar a las infancias sin base científica suficiente sometida a crítica y debate (que, pequeño detalle, determinará la salud futura de nuestra comunidad)? ¿Dónde está aquello del respeto y la sabiduría sistema inmunológico innato, sobre todo en las infancias?

Pero, además, con todas las críticas que recibimos y reciben quienes osamos en nombrar los argumentos anteriores sobre la vacunación infantil, nos seguimos preguntando: ¿Es un ejercicio de individualismo turbocapitalista que como madres y padres dudemos de la inoculación de esta nueva vacuna que interpela al hardware de sus pequeños cuerpos de manera irreversible? ¿En qué momento se ha enturbiado la capacidad de seguir pensando, desde el ejercicio de la soberanía individual, desde nuestros cuerpos, sin que esto de hablar desde la corposoberanía sea un territorio propio de las derechas desde su ideología liberticida? ¿De verdad se ha instalado la lógica nauseabunda que tener capacidad de análisis propio es un ejercicio fascista donde está prevaleciendo una libertad individual neoliberal corrosiva en la que negamos las necesidades de las otras y los otros?

Lo peligroso es que se hayan instalado discursos, también en las izquierdas parlamentarias y oficialistas, que refuerzan el control sobre nuestros cuerpos, sobre los cuerpos de nuestras hijas e hijos, y que se esté normalizando la culpabilización, el castigo, la penalización, la ridiculización y el hostigamiento de todo lo que se salga de la narrativa oficial, con argumentos como el que dice que nuestra resistencia a la inoculación sobre las niñas y niños de una vacuna cuyos efectos a largo plazo no están probados de manera mayoritaria en este segmento poblacional, sea sinónimo de dar «prioridad al interés personal».

Esta nueva moral global, (y también la izquierda instalada en un supuesto «buenismo social acrítico» donde se ha olvidado, completamente, a Foucault, al cual antes adoraban) nos está diciendo que asumamos, sin rechistar, que se apliquen de manera masiva sobre los cuerpos de nuestras hijas e hijos nuevas tecnologías-farmacológicas cuyo alcance a largo plazo no está suficientemente testado ¿No será que estamos necesitando, urgentemente, como nos decía este intelectual «una nueva luz, una nueva iluminación y otras reglas de funcionamiento» que no juegue con la salud futura de nuestras hijas e hijos?

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