Antonio Alvarez-Solís
Periodista

Ni honra ni barcos

Usted está fabricando héroes que no pretendían serlo. Usted está convirtiendo un pueblo que no pretendía más que libertad en combatientes que no aceptan la derrota.

Como posiblemente no viviré cuando se hagan realidad mis augurios de hoy anoten esta fecha: 14 de octubre del 2019, Catalunya gana la batalla de su independencia, Europa se desentiende de España y el Sr. Sánchez ha perdido las elecciones porque unos, los españoles jarifos del ¡oé-oé!, le dirán al presidente del Gobierno que ha llegado a poco en su represión y los honrados y prudentes le acusarán de ensangrentar un país que aspiraba al cambio en la justicia y la calma. Obra usted sin tino, Sr. Sánchez, porque tiene miedo en su odio. Y ese miedo es lo que impide una buena política. Si no acierto con al menos dos de las tres previsiones pueden ustedes enterrarme en el Valle de los Caídos porque quedará lugar libre cuando las almas de los republicanos asesinados consigan derrotar por fin al general Franco, que alcanzó la gloria tras abjurar la bandera constitucional de la República y conseguir la promesa inglesa de velar por su futuro si salía mal la sublevación de Melilla. Londres temía una URSS con influencia en Madrid. Se equivocó en eso Londres, pero acertó con Franco en cuanto a la fragilidad de su honor.

Es decir, todo lo que acabo de suponer sobre los acres sucesos de Catalunya me recuerdan, lateralmente por ser expresión viva de la incomestible «españolidad», el comportamiento del almirante Cervera cuando permitió a los norteamericanos que destruyeran su flota, navío a navío, bajo la fausta declaración de que prefería honra sin barcos que barcos sin honra. Pues bien, España, Sr. Sánchez, se ha quedado hoy, como el almirante, pero sin barcos y sin honra ante un futuro desgraciado. Todo eso apoyado en una sentencia que nació de la injusticia moral y de un inenarrable manejo de lo jurídico. Con esa sentencia ni los condenados pasarán la jornada entre rejas; ni conseguirá usted, Sr. Sánchez, evitar cien peticiones de indulto; ni los catalanes se sentirán derrotados –Barcelona y l’Hospitalet están siendo reconquistadas–, ni usted, Sr. Sánchez, logrará más votos electorales en una operación mal calculada de «¡Clavijo y cierra, España!». Esos socialistas que, traición tras traición a su origen, huyen de su compromiso con los trabajadores, con los jubilados, con los que día a día pierden su empleo. Solamente los socialistas andaluces celebrarán hoy su oscuro futuro político porque aún les duele la oscura manipulación a que fuero sometidos en la última consulta autonómica.

La sentencia es también un visado de cara al futuro de algunos magistrados que dirán en el futuro con dengues de picardía: «Hice lo que pude para que la tormenta no hiciera garrear el ancla de la vieja España». Mientras tanto, los catalanes añadirán a su habitual canto de gloria en Montserrat la entonación de su otro himno que hoy cambia en triunfo sus múltiples e impuestas melancolías: «¡Gloriosa Catalunya, patria del meu cor…!». ¿Y qué harán ahora el Gobierno de Madrid con tantos policías y guardias civiles con «los pies y las manos presos» en un solar cuyos habitantes no les dirigirán la palabra?

Me figuro la costosa unanimidad lograda por los magistrados para firmar un papel que tiene el resignado y cómico garabato de un tanguillo de Cádiz : «¿A donde irá ese barquito/ que cruza la mar serena./ Unos dicen que a Almería/ y otros, que ‘pa’ Cartagena».

Si Aristóteles hubiera nacido en Madrid ni un ejemplar hubiera vendido de su famosa “Política”. Porque Madrid no es tierra del zoon politikon, sino de una sola parte del enunciado filosófico «¿Pero quién piensa en La Moncloa».

Ya puede usted seguir llorando, Sr. Sánchez, porque ese estropicio no lo arregla ni un rosario con los pies desnudos, ni una misa en el Pilar del arrebato. Los españoles le recordarán a usted «todo de negro hasta los pies vestido», como en el verso de Antonio Machado. Recordarán «su» televisión, que trató de reflejar la «furia» de los catalanes, en una muestra de adulteración informativa, y sólo lograba planos de la Policía y de la Guardia Civil repartiendo enfurecidos golpes.

La política es otra cosa, Sr. Sánchez, por eso le grité a usted lo que aventó el Sr. Churchill al Sr. Chamberlain, que había creído vencer a Hitler en Nuremberg: «¡Váyase usted, Sr. Sánchez!». Váyase porque en las fotografías ya le he detectado unas ojeras que van a más. Unas ojeras que acabarán por alcanzarle el alma.

Gobernar es otra cosa, Sr. Sánchez. Usted debiera haberse trasladado hace tiempo a Barcelona para hablar al Parlamento catalán.

Rajoy dejó en la miseria múltiple a los ciudadanos; ahora usted les pone el pie encima con una política plagada de fracasos. Como tengo cuarenta años más que usted me permito darle un consejo: nunca meta usted en la cárcel a los políticos porque es imposible devolverlos a la libertad después sin que trasformen la ofensa en victoria. Usted está fabricando héroes que no pretendían serlo. Usted está convirtiendo un pueblo que no pretendía más que libertad en combatientes que no aceptan la derrota.

Ahora veremos que pasa en Madrid con los del «Procés», que tomarán su última copa a la seis en la Gran Vía para llegar a tiempo a cenar en la Modelo.

Ha firmado usted su pena de muerte política, Sr. Sánchez. Al menos el almirante Cervera blasonó de honra. ¿Y usted? lo siento porque usted está abriendo la puerta a «Vox», la viruta de Franco. Conozco de hoz y coz la «españolidad».

Continuación: "Crónica de una crónica (II)"

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