Floren Aoiz

No han podido poner una pica en Estrasburgo

«Algún día, quizás, sabremos todo lo que ha hecho el Reino de España para no perder este pleito. Pero el fracaso de sus planes ha sido espectacular y lo ha debilitado golpeando duramente su credibilidad internacional. Un fracaso que puede agudizarse por la obsesiva apelación al odio y la venganza.»

La decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en torno a la conocida como “Doctrina Parot” ha abierto la caja de Pandora y de ella han escapado los vientos del odio, la venganza y el resentimiento, disfrazados de justa indignación. De nuevo, con la excusa de la empatía hacia quienes sufrieron las acciones de ETA, se ha defendido la crueldad de estado y se han radicalizado las operaciones desestabilizadoras de la caverna contra Rajoy, el PP y hasta el PSOE, a quien, en un remake de las teorías conspirativas sobre el 11-M se presenta ni más ni menos que como artífice de esta decisión.


Flaco favor se hace a quienes han experimentado las durísimas consecuencias de la violencia política traficando con su dolor, entre otras cosas, porque esta utilización las convierte en víctimas permanentes que deben revivir una y otra vez la tragedia sufrida. No es casual que algunos grupos de víctimas se hayan querido distanciar de estas operaciones políticas, cuya finalidad última poco tiene que ver con la solidaridad con su sufrimiento.


Frente a la inmadurez de la casta política española y especialmente del Gobierno de Mariano Rajoy, carente de sentido de estado y plegado a las presiones que le llegan de sus propias huestes, llama la atención la madurez de la izquierda abertzale y de los agentes comprometidos con la búsqueda de una paz justa y duradera, que han preferido evitar caer en provocaciones y junto a la satisfacción por esta decisión que exige el fin de una flagrante injusticia, han manifestado su respeto al dolor de quienes sufrieron las duras consecuencias del accionar armado.


Una madurez lejana a la incapacidad de algunos para comprender el alcance de la decisión del TEDH y sus consecuencias. Escribía Aizpeolea que «renunciar al homenaje público a los presos etarras por Sortu es una forma de admitir que no ha ganado y echa por tierra el argumento de que la democracia ha perdido y ETA ha salido victoriosa». Mal análisis, con erróneas bases y fruto de la incapacidad para comprender el alcance de la posición de Sortu, que a diferencia de Aizpeolea y el PSOE, no está jugando a corto. La equilibrada respuesta de Sortu confirma su posición central en el escenario político y su condición de agente activo, comprometido y capaz de ir más allá de la brocha gorda.


Además de la anulación de una doctrina considerada violadora de derechos fundamentales, estamos ante una desautorización de la respuesta española a la Conferencia de Aiete y la decisión de ETA de poner fin a su accionar armado y debe entenderse como el fracaso de la estrate- gia de estado diseñada y puesta en práctica para evitar que se ratificara la primera sentencia, o, en caso de no lograrlo, impedir que fuera una decisión rotunda y aplicable a casos diferentes al de Inés Del Río.


Algún día, quizás, sabremos todo lo que ha hecho el Reino de España para no perder este pleito. Pero el fracaso de sus planes ha sido espectacular y lo ha debilitado golpeando duramente su credibilidad internacional. Un fracaso que puede agudizarse por la obsesiva apelación al odio y la venganza.

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