Objeción antimilitarista y médicos objetores del aborto
Un año más me declaro objetor de conciencia. No deseo contribuir a las guerras, a ninguna guerra. Soy objetor antimilitarista porque mi conciencia me ha impedido y me impide participar de la violencia militarista.
En la época de la insumisión participé, junto con otra gente, en los movimientos pacifistas y antimilitaristas que pedían la lícita supresión de las maquinarias de guerra, de los ejércitos y sus engranajes. Una intrahistoria que los libros de historia oficiales no recogen entre sus datos.
A la fecha de hoy se sigue sin reconocernos. Nuestra acción se basa simplemente en deducir de la declaración de la renta lo que corresponde al presupuesto militar y dedicarlo a un proyecto humanitario vinculado en muchas ocasiones a la paz. No tenemos ese derecho, ni los privilegios de la Iglesia que cuenta con un apartado explícito en su materia.
Situación muy otra es la llamada objeción por motivos de conciencia de algunos médicos que se niegan a la interrupción voluntaria de embarazo. ¿Cuál es la diferencia? Según los manuales de la moderna ética llamada hoy en día bioética, los médicos sí tienen razones éticas de conciencia. Es curioso leer estos manuales y declaraciones, la cantidad de vueltas que le dan al asunto de la moral justificando así, según ellos, un absoluto racional: no matarás. El mismo precepto parece no servir para las ideas utópicas de quienes aseguramos que la paz es también un derecho universal.
Resulta evidente advertir que los médicos objetores no constituyen un movimiento popular, siguen siendo una casta con mucho poder que como élite social marca lo que es lícito éticamente o no en nuestra sociedad. Mientras que los demás parece que pasemos por ser falsos profetas. Un poco de historia nos ilustra sobre el particular. Precisamente en la época de la insumisión se vieron las cosas más claras. Un PSOE con líderes como Felipe González hubieran metido a la cárcel al mismísimo Ghandi si se hubiera presentado la ocasión. Pero resultaba poco rentable electoralmente oponerse a un movimiento social que caía bien a la gente: la insumisión. Además el PSOE metió al Estado español en la OTAN y eso tampoco gustó a muchos de sus votantes como perece ser que tampoco gustó la última maniobra militar de este partido con el tema reciente del escudo antimisiles. De ahí, probablemente uno de sus batacazos electorales, junto con la antisocialista medida de dar dinero a los bancos para salir de una crisis inventada por ellos. En fin. Las ideologías liberales marcaban los límites de la violencia legal y la ilegal en aquella época, y en ese saco intentaron una vez y otra vez vincular la no violencia con la guerra del Norte. La no violencia era lícita siempre y cuando no se opusiera al sistema; y evidentemente una fuerza utópica es una fuerza que se opone al sistema.
La idea es que existe un mundo sin ejércitos que resuelve la cosas hablando e invirtiendo en salud, educación, servicios sociales e imaginación moral. Ese es el ministerio de defensa de la utopía pacifista. La justificación ética es que todo lo relativo a la defensa se ha convertido en un negocio cuya existencia depende de las guerras y, por lo tanto, invierte en ese tipo de maquinaria de supuesta defensa más que en las medidas de la defensa social planteada por pacifistas y antimilitaristas: trabajo, salud y libertad. Así en términos abstractos es difícil verlo, es más educativo ver la pobreza que existe en el mundo, los muertos por las masacres militares, los llamados «efectos colaterales» y un largo etcétera de fotografías de la tristeza humillantes para nuestra débil condición de seres humanos. Por ejemplo, un niño palestino atado a una tanqueta del ejército israelí para servirles de escudo. La realidad es más cruda que la ficción de las palabras.
Que se aceptara esta concepción de la objeción de conciencia como una de las que legitiman el pluralismo sería un avance social. Y así se hace, en nombre del «pluralismo ético de nuestra sociedad» para los médicos antiabortistas, no así para los objetores antimilitaristas.
Nuestra razones para objetar a las maquinarias de guerra que duda cabe que son «serias, sinceras y constantes y se refieren a cuestiones graves o fundamentales». «El objetor siente hacia los actos que rechaza en conciencia una repugnancia moral profunda, hasta el punto de que someterse a lo que se le ordena o pide equivaldría a traicionar su propia identidad y conciencia, a manchar su dignidad de agente moral». Todo este entrecomillado, que casa perfectamente con la ética pacifista, se reconoce para el médico (pues se ha tomado literalmente de la Declaración de la Comisión Central de Ética y Deontología Médica de la OMC), pero no así para el objetor antimilitarista. Seguidamente, la citada declaración se encarga de cubrir las espaldas del médico objetor para que no sea bajo ningún motivo perjudicado por su negativa objetora; ni tampoco privilegiado, todo hay que decirlo. En todos estos párrafos, no obstante, se desprende un fuerte enfoque clasista, corporativista y elitista; en nombre de la legitimidad del pluralismo, la diversidad ideológica y profesional. Con la ideología del pueblo, pero no para el pueblo: muy típico de las castas burguesas de hoy en día.
Uno de los párrafos me ha llamado la atención: «Es indudable que, en el futuro, al acentuarse el pluralismo ético de la sociedad, crecerá el número de las acciones que pueda el médico rechazar en conciencia. (…) se puedan añadir otras, como por ejemplo, el rechazo pacifista a colaborar con la medicina militar (…)». Me trae a la memoria las declaraciones de una eminencia médica en un programa de Punset en el que se quejaba de que en EEUU había más presupuesto para Defensa que para la gente que moría por problemas del corazón, creo recordar.
Lógicamente este año no le voy a pedir al Consejero de Economía y Hacienda, Álvaro Miranda Simavilla, a un dietista y comisionista profesional que considere mi libertad de conciencia en nombre de la legítima diversidad. Pues sólo la entiende para beneficio personal.
Sólo pido que no haya más guerras, que haya paz, que no exista el hambre, que ya nadie haga más daño a nadie y no haya con que matar. ¿Realmente están Vds. los médicos de acuerdo?