Obligados a vencer
Tras la ensoñación, se impuso, inexorable, la cruda realidad. La fantasía de un PSN dispuesto a desligarse por primera vez en décadas del régimen de UPN ha sido destruida, como no podía ser de otra manera, a través de un diktat procedente de Ferraz: Navarra, ahora y siempre, cuestión de Estado. La pantomima del federalismo socialdemócrata ha quedado al descubierto; a fin de cuentas, con las cosas de comer no se juega.
En estos momentos, la frustración se combina, a buen seguro, con una cierta ira entre todos aquellos que confiaban en que, esta vez sí, iba a ser posible un cambio en Navarra con la participación del PSN. Entendámonos, no es que el de Pitillas fuera la encarnación del espíritu rebelde, pero la sucursal navarra del PSOE parecía ahora decidida a cumplir con las tareas de una fuerza supuestamente progresista.
Sin embargo, si la última palabra la ha de decir alguien desde un despacho madrileño, podemos estar seguros de que primará el antes facha que rota. Es esta una lección que jamás, bajo ninguna circunstancia, debemos olvidar. Ahora bien, este marzazo tiene sin duda una parte positiva, o debería tenerla. Ahora debe quedar más claro que nunca que la alternativa al régimen de UPN no es ni puede ser el PSN. Es más, para construir esa alternativa, el PSN ni puede ni debe estar. La única alternativa real somos nosotros y nosotras, las mujeres y hombres organizados en EH Bildu. Solo si alcanzamos la victoria a la que estamos obligados será posible el cambio. No es una tarea fácil, pero nada que merece la pena en esta vida lo es.
Nos enfrentaremos, nos estamos enfrentando ya, a la mayor ofensiva mediática que podamos imaginar. Se hablará, y se habla, de violencia, de democracia, de derechos humanos; y tenemos que entrar en esa discusión con toda nuestra fuerza, con toda nuestra convicción y con todo nuestro coraje. Porque, a fin de cuentas, ¿quiénes pretenden arrogarse el monopolio de la democracia? ¿El periódico que fue parte fundamental del golpe fascista de 1936, que constituyó uno de los pilares de la dictadura en nuestra tierra y que ha justificado, aplaudido y jaleado todas y cada una de las acometidas represivas, cuando no directamente asesinas, que hemos sufrido a manos del poder? ¿El partido que mantiene a decenas de carniceros fascistas homenajeados en el callejero de nuestras ciudades y pueblos, y que se niega a retirar los monumentos que los glorifican? ¿Los cargos públicos que elaboran listas de jóvenes de sus pueblos para que, durante cinco días y sus noches, reciban los exquisitos cuidados de la guardia civil o la policía nacional? ¿Las instituciones que ahogan a base de multas y porrazos cualquier iniciativa popular que escape de su control? ¿Los mandatarios que, llenándose la boca con las supuestas esencias de la navarridad, no tienen más que odio, inquina y cicatería hacia la Lingua Navarrorum? ¿Aquellos que mediante el chantaje mafioso impiden que las mujeres puedan decidir sobre su maternidad? ¿Esos mediocres sin oficio ni beneficio que se lucran gracias a misteriosas recalificaciones? Esa gente es la que pretende darnos lecciones.
A nosotros, los legítimos herederos de los asesinados en tapias y barrancos por decir y sin embargo se mueve. A los continuadores de la dura resistencia antifranquista, mientras otros que ahora se las dan de progresistas ni estaban ni se les conocía. A la cultura política que tuvo la honradez y la valentía de negarse a entrar en los grandes consensos de una Transición que, por fin, cada vez más gente comprende que no fue sino una gigantesca y hedionda transacción. A quienes hemos llevado nuestra tierra en la mochila luchando en calles y selvas a miles de kilómetros. A quienes contribuimos a que Navarra fuera la tierra insumisa por excelencia, pagando un duro precio por ello. A quienes, en definitiva, en épocas de bonanza y de crisis, hemos defendido siempre lo que cada vez queda más claro a ojos de una inmensa mayoría social: que no es que el capitalismo tenga problemas, sino que el propio capitalismo es el problema. Será duro, sin duda. Tendremos que trabajar para acabar con prejuicios muy asentados, y tendremos que llegar a acuerdos con otras fuerzas. Cuanto más amenazado se sienta el monstruo, más feroces serán sus zarpazos y más crueles sus dentelladas. Pero merece la pena. En realidad, no es que merezca la pena: estamos obligados.
En nombre de quienes nos precedieron sabiendo que no verían los frutos de su lucha, pero aún así combatieron. En nombre de quienes saben que esta farsa ha de acabar y que hay que desnudar de una vez a un emperador tiránico y enloquecido. Y, de manera especial, por quienes nos sucederán, para que no crezcan en este ambiente ruin, paleto y fascistoide. Estamos obligados a luchar. Estamos obligados a vencer. Ekin lanari, eta aurrera!