Larraitz Ugarte
Abogada

Parar el TAV no es una ocurrencia, sino una necesidad

No se puede ser tan generoso para el TAV y tan tacaño para el transporte donde se mueven cientos de miles de personas, trabajadores, mujeres, jóvenes, migrantes... a diario. Los tiempos que vivimos requieren que reduzcamos los vehículos de las carreteras y utilicemos más autobuses y trenes.

La vorágine de noticias preocupantes que azotan el posverano ha pillado a muchos ciudadanos con el pie cambiado. Parece que la gente aún no acaba de captar que el bienestar en los términos que hemos venido conociendo en los últimos años no tiene pinta de ser duradero y que tendremos que repensar las formas de vivir nuestras vidas, comunidades y países con cambios profundos en modelos de consumo y de producción.
 
Y no es de extrañar, porque a quien más ha pillado con el pie cambiado es a la clase política que no deja de repetir los mismos credos, sermones y recetas políticas de épocas pasadas y distintas para los retos novedosos a los que nos enfrentamos. Y lo peor de todo es que se jactan de ello. Algunos seremos guays, pero otros son bien zoquetes.

No acabo de comprender ese empecinamiento que tienen tanto las derechas como las izquierdas (algunas) en hacer de la inmovilidad una oda constante a la coherencia cuando precisamente los tiempos que vivimos actualmente requieren que nos movamos, actualicemos credos y conductas y seamos más eficientes y pragmáticos para abordar las enormes crisis en las que ya estamos inmersos: la climática, la civilizatoria, la económica...

Estos últimos días hemos visto un claro ejemplo de ello con el empecinamiento de algunos en la construcción del TAV en lugar de plantear una ciaboga política. La razón es evidente: mantenerse en el discurso, sin la cintura política suficiente para decir “basta ya, esto es un despropósito”. Y así hemos asistido en los últimos días al festival de las noticias: por un lado se nos dice que por sus vías ya no van a circular mercancías y por otro que existe mucha incertidumbre entre la conexión de Nafarroa con Ezkio. El culmen de la semana ha sido cuando en un espacio de pocas horas hemos podido leer que la obra acabará en 2027, siendo corregido ipso facto por el delegado del Gobierno en la CAPV, retrasando un año más la fecha de finalización de las obras, hasta 2028.

Esta infraestructura de exagerada carestía, trágica mediambientalmente, regresiva en términos de rentabilidad y reversibilidad social y que, según todo indica, resulta dudoso que algún día pase algún tren por ella sigue siendo la inversión estrella para algunos. A todo esto, Madrid ya dice que va a invertir otros 118 millones de euros el año que viene en Euskal Herria. Todo un despropósito habida cuenta de las necesidades existentes. Ya se encargará el PNV de “arrancarle” unos millones más. Y todo por no decir basta ya, creo yo, porque a estas alturas nadie cabal puede creer que esta inversión no se deba parar y replantear sin gastar un solo euro más de los contribuyentes.  

Mientras, Madrid les ha pasado por la izquierda a los gobiernos de por aquí en materia de transporte público. Así, diputaciones y ayuntamientos gobernados por la gran coalición han tenido que realizar descuentos en sintonía. Pero las resistencias se manifiestan como se ha palpado esta semana en el Parlamento Vasco cuando a iniciativa de EHBildu, de la mano de su parlamentario Unai Fernandez de Betoño, se ha propuesto que los menores de 12 años no paguen por el uso del transporte público y PNV y PSOE se han negado.

Me atrevo a estimar que para el conjunto de administraciones que ofrecen transporte público (Gobierno Vasco con Euskotren, diputaciones con transporte interurbano y ciudades y municipios que cuentan con transporte urbano) el coste de dicha medida no alcanzaría la cifra de 10 o 12 millones de euros para las arcas públicas. Esta medida ayudaría a fomentar el uso del transporte público entre nuestros jóvenes (especialmente en las ciudades, pero también entre los habitantes de municipios pequeños) y a aliviar a muchísimas familias que necesitan que sus hijos realicen dichos desplazamientos. Es una medida que está recogida en el Pacto de Bienestar que acaba de presentar Euskal Herria Bildu esta misma semana, en el que propone diez medidas para garantizar el bienestar y el reparto de la riqueza, entre las que se aboga por ir hacia la gratuidad del transporte público.

No se puede ser tan generoso para el TAV y tan tacaño para el transporte donde se mueven cientos de miles de personas, trabajadores, mujeres, jóvenes, migrantes... a diario. Los tiempos que vivimos requieren que reduzcamos los vehículos de las carreteras y utilicemos más autobuses y trenes. Sabemos que la mayoría de desplazamientos se realizan en la misma comarca o ciudad, menos entre comarcas y muy pocas entre Euskal Herria y Madrid. Solo por esto es necesaria una moratoria de esta infraestructura. Y no, no por habernos gastado un montón de millones hay que huir hacia delante y gastarnos otro montón de millones más. Y ello sin sumar los sobrecostes que seguro que aparecerán y encarecerán otro 30%, mínimo, el coste total de la construcción, y la nula viabilidad de muchos tramos, tal y como los indican auditores del Tribunal de Cuentas de Europa desde hace varios años. Aún queda mucho TAV por construir, muchos años en los que gastar (invertir le llaman) y muchas necesidades que se quedarán sin cubrir porque el TAV se lo come casi todo. Es hora de parar.

Por suerte, cuestiones que defendíamos desde la izquierda hace unos años, y que eran etiquetados de radicales, se están volviendo socialmente aceptables. Así, al igual que actualmente cada vez es más aceptado intervenir el mercado energético o el inmobiliario, o subir los impuestos a los ricos, cada vez es más inconsistente la actitud inmovilista de los que quieren despilfarrar en grandes infraestructuras como el TAV.

Maritxu Kajoi se nos ha ido sin obrar el milagro de parar dicha infraestructura. Quizá tengamos que conseguirlo los seres terrenales sin esperar al año que viene.

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