Pedro Pablo Arrinda
Educador

PISA y la Excelencia educativa

Ante la convulsión que han supuesto los resultados del Informe PISA 2015 en el que los alumnos vascos obtenían la calificación más baja desde 2003, quisiera plasmar una serie de ideas sin enredarme en estadísticas y complicados conceptos.

He leído en un medio de comunicación las palabras de un político donde afirmaba que los centros y sus profesionales están para dotar a los menores de habilidades y conocimientos, no para forjar su personalidad.

Debo decir que no comparto esta afirmación. La familia, y por ende la sociedad actual, no se basa en las mismas relaciones de producción que vivimos en el siglo XX. Las jornadas de trabajo en diferentes turnos, la total disposición a desempeñar la labor en cualquier lugar y en cualquier momento, e internet como medio de establecer las relaciones personales, entre otras particularidades, rompen la comunicación familiar tradicional y generan que las madres y padres de hoy en día duden de sus valores y consecuentemente de la trasmisión de ellos a sus hijas e hijos, dando lugar a una confusión que crea una prolongada incertidumbre en los alumnos a lo largo de su etapa más crítica en la confección de su personalidad.

Entre el alumnado cada vez se observa una mayor falta de autoestima, así como una carencia en la constancia hacia el trabajo, ya que muchos de ellos carecen de unas referencias o modelos a imitar junto a la fugacidad de los objetivos (lo que sirve para hoy, no vale para mañana).

Es por ello, dejando a un lado toda la parafernalia numérica de los datos de PISA, que debemos hacer hincapié primeramente en la estabilidad emocional del alumnado, ya que es sumamente difícil crear unas condiciones adecuadamente educativas ante los desequilibrios referenciales, y ligado a ello, profundizar en los programas de refuerzo y ampliación, a la vez que dejar a un lado tanto trámite educativo (rellenar informes y más informes para que la educadora o educador esté más tiempo delante de un ordenador que del propio alumno o alumna).

La tal llamada "excelencia educativa", no debe basarse en que exista un número determinado del alumnado, los menos, que obtienen unas cualificaciones muy superiores a la media, sino en el desarrollo de la actitud, destreza y conocimiento del conjunto del alumnado en concordancia al grupo.

¿Cómo se consigue este objetivo?. Más de uno pensará que es cuestión de dinero, y por supuesto que el aumento de la partidas económicas otorgadas al presupuesto educativo condicionan el cumplimiento del mismo, pero no debemos basarnos exclusivamente en este parámetro.

Desde mi experiencia educativa, he percibido que la excelencia educativa no pasa por obtener diferentes Q de calidad, las cuales en muchos casos se habían convertido más en un fin que en un medio, sino más bien en pequeños detalles y modos de actuar de la comunidad educativa.

En primer lugar destacaría la comunicación bidireccional entre el alumnado y la/el educador. Es más fructífero mantener una relación personal con la /el alumno, de por ejemplo media hora, que estar elaborando informes educativos sobre ese mismo alumno/a durante una hora. Por cierto, a cierto sector del profesorado que se siente incómodo con el "vis a vis", le ha venido de perlas centrarse más en interminables informes delante del ordenador.

A continuación, destacaría la relación del educador con la familia, una comunicación también bidireccional y fluida es fundamental para el desarrollo emocional del alumno/a. Las cada vez más frecuentes familias desestructuradas repercuten intensamente en la evolución educativa negativa del alumno/a, generando a su vez, en muchas ocasiones, un foco de crispación en el grupo. La adecuada intervención de diferentes profesionales palian en gran medida este aspecto negativo.

También recalcaría los programas de refuerzo y de ampliación curricular. Para ello, deberíamos cambiar el clásico método individual por el grupal, basándonos en proyectos conjuntos de diferentes asignaturas que respondan a la realidad social. Una manera de llevarlo a cabo sería la posible modificación del actual horario escolar impartiéndose únicamente por la mañana, dejando la tarde para aquellos que deben de realizar un refuerzo educativo para ir adaptándose al grupo, para aquellos con capacidades superiores para ampliarlos, o para las necesidades que deriven del trabajo grupal.

Por último, situaría la autonomía de los centros. Si bien hay un currículo educativo que desarrolla las líneas maestras de los objetivos educativos, los centros deberían adecuarlas a sus propias características . Así, la dirección del centro en colaboración con el ayuntamiento y otros organismos gubernamentales debería elaborar el mapa de necesidades tanto profesionales como económicas (tal y como ocurre en algunos países). Aunque aquí ciertamente, esta estructuración se convierte en utópica por los dispares intereses corporativos que existen.

¿Es importante la formación del profesorado?. Por supuesto que sí, pero sin dejar a un lado la relación personal con el alumnado y las familias. Un profesorado dedicando la mayoría de su tiempo, sobre todo a las competencias digitales y a las labores burocráticas más que a las relaciones personales flaco favor hace a la excelencia educativa. Aunque es de anotar la reorientación de algunos centros hacia objetivos educativos basados en esta mutua relación.

Por lo tanto, creo sinceramente que no debemos dramatizar el informe PISA sino más bien guiarnos por nuestros propios retos y preguntarnos si estamos consiguiendo el desarrollo íntegro del alumnado que forje una sociedad vasca más justa, igualitaria y dinámica.

 

Buscar