Isidoro Berdié Bueno
Doctor en Ciencias de la Educación

Prosa y prosero

El ser humano inventa la palabra, es un creador de significados, y a la vez, también creador de mentiras que en vez de revelar oculta, puede decirnos la verdad o engañarnos sobre lo que nos dice

En 1996, nuestro amigo y excelente escritor Alfonso Sastre publicaba este artículo en Egin, al que lo complemento y matizo para GARA. Alfonso lo tenía todo en Madrid, era famoso, era, como diría un modernillo de hogaño, un personaje «top», pero al igual que narra la Biblia, escuchó la voz del  Maestro, en este caso de Euskal Herria que le decía: Lo tienes «casi» todo, pero si quieres ser perfecto, deja cuanto tienes y sígueme. Y Alfonso se nos vino a Euskal Herria, donde esta le ha catapultado hasta el Monte Tabor. Sirvan estas líneas para que nuestro personaje «top» siga presente entre nosotros y no se olvide nunca.

Comenzamos. Los prosistas son unos artistas de la expresión y se producen en la escritura, no en la dicción. No conversamos en prosa, que es un modo artístico que —salvo en casos especiales— esta no se produce hablando sino escribiendo, por eso es más elaborada, se puede pensar, corregir, reelaborar.

Hemos definido a los prosistas y ahora vamos a hablar de los proseros. Es cosa diferente, desde luego. Los proseros somos los hablantes en el curso de nuestra vida, de aquí que tengamos que reírnos nosotros de quienes se han reído siempre ante las palabras de M. Jourdain, cuando descubría que hablaba en prosa. Para mí, hay razones para reírse a mandíbula batiente de su maestro (el que dice al señor Jourdain que él se expresa en prosa).

Es cierto que el señor Jourdain habla en prosa pero ello sucede porque Molière creó y escribió su personaje. En la realidad de la vida no nos manifestamos en prosa, ni desde luego en verso, hablamos en habla, y el «parlato» no es prosa; solo procura materiales con los que se puede hacer prosa mediante un cierto (en el sentido de verdadero) esfuerzo literario. ¡Nosotros nos reiremos ahora, y ya siempre, de los listos que se ríen desde hace tres siglos del ignorante señor Jourdain!

Vamos a recordar de la escena de “El burgués gentilhombre” en el que se dio tan graciosa situación, que siempre se cita sin, la mayor parte de las veces, haberla leído. El señor Jourdain está recibiendo la lección de su maestro de filosofía. El señor Jourdain le dice que está enamorado y que quiere enviar un mensaje galante al objeto de su amor. Le pregunta el maestro si se lo quiere enviar en verso. No, nada de eso —le replica el señor Jourdain–. ¿Con la prosa se conforma usted?, le pregunta el maestro. Continúo traduciendo la escena, según la edición de los Clásicos Garnier.

Jourdain: No, no quiero ni prosa ni verso.
Maestro: Tiene que ser lo uno o lo otro.
Jourdain: ¿Por qué?
Maestro: Por la sencilla razón, señor mío, de que para expresarse no hay más que dos formas, la prosa y el verso.
Jourdain: ¿No hay más que la prosa y el verso?
Maestro: No, señor: todo lo que no es prosa es verso; y todo lo que no es verso es prosa.
Jourdain: ¿Cómo? Cuando yo digo: «Nicolasa, tráeme las zapatillas, y dame mi gorro de dormir», ¿eso es prosa?
Maestro: Sí, señor.
Jourdain: ¡Caramba! Hace más de cuarenta años que estoy diciendo prosa sin saberlo, y le estoy muy agradecido por haberme enseñado eso. Bueno, yo podría poner en el mensaje: Bella marquesa, sus bellos ojos me hacen morir de amor. Pero yo quisiera decir eso de una manera galante, en un estilo gentil.
Maestro: Póngale que el fuego de sus ojos reduce a cenizas su corazón, y que usted sufre día y noche por ella las violencias de un…
Jourdain: No, no, yo no quiero nada de todo eso. Solo quiero decir lo que le he dicho: Bella marquesa, sus bellos ojos me hacen morir de amor.
Maestro: ¡Pero habría que ampliar un poco la cosa! (Etcétera, etcétera).

Jourdain no quiere poner más que esas palabras, pero «bien arrangés, comme il faut». ¿Y cómo arreglarlas? Ahí se enzarzan en las posibilidades de decirlas en diferente orden, y la comicidad se produce suavemente con estos elementos lingüísticos. El tema es algo más que cómico; tiene interés teórico porque nos plantea, como yo decía, la necesidad de reflexionar sobre lo que sea la prosa, más allá de reírse tontamente con la ignorancia del «burgués gentilhombre». En esta escena hay una frase espontánea del señor Jourdain: una frase de amor, que intentan convertir en prosa. Ese «arreglo» convertiría en prosa (en arte) una frase del corazón; o sea, en literatura una frase no literaria. Al final convienen en que la mejor forma de decir esa frase es como al señor Jourdain se le había ocurrido. Esto compartiría la idea de que la mejor expresión literaria es la de la espontaneidad. ¿El habla corriente sería la mejor literatura? No es cierto, aunque para gustos  están los colores.

Lo cierto es que a diferencia de los animales, el ser humano inventa la palabra, es un creador de significados, y a la vez, también creador de mentiras que en vez de revelar oculta, puede decirnos la verdad o engañarnos sobre lo que nos dice. En definitiva, nos introduce en el mundo humano. Y la humanidad suelta por el Universo sería un peligro. Un juicio ahora a la Humanidad la declararía culpable, por tanto, esperemos que la misericordia de Dios sea más grande que nuestra maldad.

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