Iñaki Egaña
Historiador

Psyops (psychological operations)

El informe de estos últimos genera pavor: «No sólo sangre» y continúa con un «la necesidad de integrar las operaciones psicológicas en la cultura militar occidental».

Anda el CNI revuelto con la cuestión catalana después de que sus agentes quedaran marcados con el éxito de los soberanistas, que lograron introducir masivamente la urnas del referéndum, gestionar brillantemente la jornada del primero de octubre de hace dos años y preparar la fuga del presidente Puigdemont. Recibieron toda clase de reproches por parte del Estado Mayor, fueron motivo de burla entre los mandos de la Junta de Seguridad y toleraron un severo varapalo por parte del propio Gobierno, que les llegó a amenazar con recortar los presupuestos destinados al espionaje interno.

Tras superar la crisis monárquica con cierta solvencia, a pesar de las reticencias del anciano monarca para retirarse en una operación similar a la que llevó a Ratzinger (Benedicto XVI) a dejar el papado en vida, el CNI se había centrado en la disolución de ETA que, como había sido hasta entonces, era uno de sus temas recurrentes. El yihadismo estaba enfocado con anterioridad y el envío de agentes a los lugares calientes había tomado ya carta de naturaleza. La maquinaria estaba supuestamente engrasada.

Soy testigo de esta última afirmación en primera persona. Unas semanas después del 1-O, un grupo de vascos nos trasladamos a Moscú para participar en el centenario de la Revolución de Octubre. Allí aparecimos en la manifestación oficial, con nuestras ikurriñas y las senyeras, junto a unos catalanes que nos pusieron al tanto de la efervescencia del Procés. Una jornada muy emotiva, cantando la Internacional en euskara sobre uno de los tanques que participaron en la derrota del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial, con un coste increíble del pueblo entonces soviético.

Concluida la manifestación, se nos acercó un supuesto paisano, navarro, de la Ribera para más señas. Desechó a los catalanes y se vino a tomar unas cervezas y cenar con nosotros en un cuchitril uzbeko. Iniciativa suya. Con el culo pelado después de mil batallas, pronto vimos gato encerrado. A la vuelta, gracias a las redes, a algunos detalles secundarios que se le escaparon y a esos programas que traducen todo de todo encontramos su verdadero nombre, su residencia en Alcorcón y su auténtica profesión. Su superior era un coronel y él, madrileño convertido en navarro por exigencia del guion, master en terrorismo, yihadismo y no sé cuántas cosas más. Había recorrido varios escenarios bélicos y escapado por patas de alguno de ellos. Nos hizo varias fotos, supongo que para su informe, y agur.

Así que, con los vascos enfocados todavía como uno de los problemas prioritarios hace dos años, al menos en Moscú, no me sonaban extraños esos «fracasos» de la inteligencia española con respecto a Catalunya. El tema ya lo tenían acotado con las porras, las detenciones, la represión y la unanimidad entre las fuerzas políticas españolas. Como siempre, lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas (con los matices que obviamente habría que introducir al concepto de «izquierdas»). Prueba superada, aparentemente.

Este escenario de cómic que sentí en Moscú lo reviví la otra noche cuando un presentador nos exhibió a los televidentes al «mayor espía en la historia de España». Agucé la vista, afilé los oídos pero caí pronto en la desilusión. Se trataba de la voz supuesta, de Mikel Lejarza (El Lobo), uno de los infiltrados en ETA en la década de 1970. Pero no hablando de espionaje, sino de apariciones, fantasmas, contacto con espíritus a través de un tablero güija y otras videncias. Avalado por Fernando Rueda, el «mayor experto en temas relacionados con el CNI», lo que ya demostraba el nivel de credibilidad de la emisión, el supuesto Lejarza afirmaba que los servicios secretos españoles, emulando a los norteamericanos, había incorporado a su nómina espiritistas de este pelo. Ahora comprendo mejor el fracaso del CNI en la cuestión catalana.

Sin embargo, como la armonía no existe en la realidad, tampoco en los medios políticos y militares, hace también unos días que he conocido la existencia de un informe que revelaría la existencia de tres sectores entre la dirección de los servicios hispanos, y por extensión, entre la clase dirigente, el estado profundo por entendernos. El primero sería el de los mamporreros, el segundo el de los chicos fantásticos (y fantasiosos) como el supuesto Lejarza que ganan los conflictos por la gracia de Dios, y el tercero el de los modernos, los que llevan las operaciones encubiertas al terreno anímico. El informe de estos últimos genera pavor: "No sólo sangre" y continúa con un «la necesidad de integrar las operaciones psicológicas en la cultura militar occidental».

El término oficial se llama «Psyops», en el título de este articulo explicado. He encontrado la definición que le da la OTAN, en cuyo seno se albergan las estructuras españolas: «actividades planificadas que utilizan métodos de comunicación y otros medios dirigidos a una audiencia aprobada con el fin de influir en las percepciones, actitudes y comportamientos, incidiendo así a la consecución de objetivos políticos y militares».

Así que para hacer frente a los tiempos que vienen, la propuesta de este tercer sector es la de ahondar en la mentira, la manipulación, las fake news y demás. Añadiendo a los látigos («no sólo sangre») una realidad virtual que tratarán de imponer sobre la comunidad española e internacional. Un futuro opaco que nos obligará a desconfiar, más aún si cabe, de todas esas noticias que nos llegan tras el filtro hispano desde Catalunya.

Ya lo dice el propio informe al que aludo: «Hoy destruir un ejército en el campo de batalla no es suficiente; es preciso obtener la superioridad psicológica sobre el enemigo y su población mientras proteges tus propias fuerzas de las acciones psicológicas del enemigo». Con Catalunya ya han creado el enemigo, desplazando a los vascos a un nivel secundario por vez primera en varias décadas. Y ahora a aplicar, con mayor intensidad, ya lo verán, esa construcción de su relato.

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