¿Qué tendrá ISRA que nadie se mete con EL?
Cae la noche y Laila se acurruca entre los escombros de un edificio de Gaza. Cerca de él, recuerda con ironía, estaba la panadería Shalom. Y un poco más allá, el kiosco de prensa al que se acercaba de vez en cuando a oler las revistas nuevas. Ese escaparate de un mundo bonito. Sin dolor.
Laila piensa «más vale que no he llegado al hospital. Si no, mi bebé y yo ya estaríamos muertos».
Su bebé ya comienza a asomar la cabeza entre sus piernas. Laila grita desesperada, pero su grito se ahoga en el estruendo que enloquece a toda la ciudad.
Grita más y más y exclama: «pero Karim, ¿a dónde vas? ¿No ves que estás naciendo en el infierno? Vuelve, vuelve atrás. ¿Para qué vienes ahora? Llevo días sin comer ni beber y de mi pecho no brota más que angustia.
Oh, Karim amado, ya no tienes ni familia. Todos han sucumbido. Dos semanas de fuego y odio caen sobre nosotros. El hospital donde me atendían, Al-Ahli, ya no existe.
Ha sido tan grande la masacre que ni Dante la podría describir por mucho que exagerase la escena.
Y, desafiando a la inteligencia de medio mundo, los asesinos, que arrojan bombas a miles, dicen que esa, la que destruyó el hospital en segundos, la arrojaron los otros.
Qué rápido entonaron la cantinela infantil «yo no he sido» y, con sonrisa macabra y sin rubor alguno, el verdugo acusa a las víctimas de matar a sus propios hijos.
Y la jauría de tertulianos se apresura a discutir si fue este o aquél. Y alejan el foco de las madres y los niños descuartizados.
Ay, Karim. A nosotros no nos mató la bomba. Nos mata el bloqueo. Más sutil y perverso, desde luego. Los camiones repletos de bollos y leche para ti se desesperan sin poder venir.
También han destruido el colegio al que no irás. Pues tiemblas de frío, desnudo en mi regazo. Maldito día para nacer. Te he cortado el cordón umbilical con mis dientes. Y con manos temblorosas lo he anudado torpemente.
Ya te vas poniendo morado. Y el aliento ha dejado de mover tu tripita.
Estoy sola Karim. Solo espero que la siguiente bomba me lleve contigo. No importa si ISRA lo reconoce, quien no está cegado o asustado por su poder sabe que es EL.
Laila cierra los ojos y se deja llevar. Ya no siente ni frío, ni hambre, ni dolor, ni miedo. Se marcha. Sigue la estela de su hijo nacido y muerto el mismo día.
Nota: Hamás es una organización radical que controla con mano dura a su propia población. Pero no debemos olvidar que Israel apoyó su creación para debilitar a la OLP de Arafat.
Israel es un Régimen. No tiene constitución. Hay grupos religiosos radicales judíos que atacan a grupos laicos judíos.
Ni todos los palestinos apoyan a Hamás, ni todos los israelís apoyan a su gobierno. Aun así, la equidistancia es difícil porque no se trata tanto de una guerra convencional sino de una estrategia de colonización.