Luismi Uharte
Profesor de la UPV

Reflexiones tras la abstención de EH Bildu

El escenario que se perfila no solo para esta legislatura sino probablemente para bastantes años es un modelo vascongado más perfeccionado.

El proceso que ha culminado con la aceptación de EH Bildu (vía abstención) de la investidura del PSN en Navarra requiere poner sobre la mesa una serie de reflexiones, algunas de dimensión estratégica, que no han tenido presencia ni en los discursos oficiales ni en los medios de comunicación de la izquierda independentista. Cómo se ha gestionado el capital electoral, cómo se ha justificado la abstención y cómo se han omitido los posibles costes estratégicos de esta, son tres aspectos que exigen un debate más profundo y serio.

La gestión del capital electoral. Los excelentes resultados municipales de EH Bildu el 26 de mayo (destacando sobre todo el de la capital) otorgaron objetivamente a la coalición una fuerza más que suficiente para tomar la iniciativa y proponer expresamente un marco de negociación global en el que se vinculase el futuro de los ayuntamientos (sobre todo el de Iruña) con el del Gobierno de Navarra.

Sorprendentemente, en vez de establecer esa condición desde el principio y posicionarse así con firmeza pero también con total disposición a la negociación, se optó por interpelar al PSN pero sin establecer costes de ningún tipo para este. El reparto de una buena parte de alcaldías entre Navarra Suma y PSN, en vez de servir como lógico punto de no retorno y por tanto fin de la partida, fue respondido con indignación pero también con una resignación que proyectó una evidente debilidad, que fue aprovechada por el resto de actores políticos. Paradójicamente, el coste y sobre todo la presión, en vez de sufrirlo el PSN iban a trasladarse de manera creciente a EH Bildu.

La gestión de la exclusión política durante la negociación entre el PSN y sus nuevos socios es también peculiar, ya que en vez de fijar como primera regla el fin del apartheid para que el juego de la negociación pudiera tener éxito, de facto se aceptó resignadamente esta. Es obvio que era muy difícil un No al PSN si éste hubiera querido negociar, de la misma manera que era muy sencillo un No debido a su negativa a querer sentarse con EH Bildu.

Todo esto posibilitó, no solo que el PSN excluyera, sin costes, a EH Bildu, sino algo mucho peor, que sus antiguos aliados se sintieran cada vez menos presionados. Del «no se puede plantear una negociación sin contar con EH Bildu», de Unai Hualde (PNV navarro) a mediados de junio, se pasó mes y medio después, al «EH Bildu tendrá que ser generoso», de Andoni Ortuzar. El acorralamiento ya estaba consumado.

La consulta a las bases. Dejar en manos de la base social la decisión, indudablemente es un ejercicio de democratización, pero no hay que olvidar que en todo proceso participativo, la deliberación es una fase fundamental, es decir, la creación de un espacio de debate donde los diversos argumentos y las posturas encontradas puedan contrastarse.

En este caso, la deliberación se produjo en las asambleas de militantes, pero no se expresó en los medios de comunicación oficiales, ya que en este último caso la postura abstencionista fue la única que tuvo eco a través de voces y plumas reconocidas del ámbito de la izquierda abertzale. Teniendo en cuenta que una gran parte de la gente que votó se alimenta políticamente a través de dichos medios y no participó en las asambleas, el desequilibrio es manifiesto. Es muy bueno consultar, pero si no hay deliberación proporcionada, la consulta queda desvirtuada. Se lleva tiempo pregonando (acertadamente) que es necesario ir construyendo una nueva cultura política que se distinga, entre otras cosas, por unas prácticas que promuevan mayor democratización interna. No garantizar una deliberación real en la arena pública y mediática va en la dirección contraria.

Resulta también muy significativa la construcción del relato por parte del abstencionismo a partir de una premisa muy patriarcal: nuestro argumento es racional frente al emocional («las tripas») de las que defienden el No. Cualquier argumento combina aspectos racionales y emocionales, por lo que resulta una trampa el relato oficial. Además, ¿no es acaso tan o más emocional apelar a una emoción primaria como el miedo, asustando a la base social con el argumento de que «nos acusarán del regreso de la derecha»?

Las consecuencias de la abstención. El argumento más sólido del abstencionismo es, de hecho, cerrarle la puerta en los próximos cuatro años a la derecha españolista. Sin duda alguna, esto es algo muy positivo para una parte sustancial de la sociedad navarra, aunque suponga el desplazamiento al córner de la izquierda independentista. Sin embargo, la función post-electoral principal de un partido no puede ser, de manera recurrente, convertirse en salvavidas del resto del arco político, actuando de comodín para que no gobierne la derecha. Es un fin loable pero no puede hipotecar tu estrategia, si esta pretende ser «eficaz» (como se bautizó hace unos años). Una estrategia «eficaz» exige delimitar un camino que te acerque cada vez más al ejercicio directo de gobierno, no que te convierta en un actor subalterno, situación que se puede prolongar en el tiempo.

De hecho, la principal consecuencia de la abstención y el principal argumento «racional» de las y los contrarios a esta, es la conformación de un modelo de gobierno similar al «made in Euzkadi», en el que el PNV junto al partido socialista ocupan la centralidad del tablero político. Un modelo que puede eternizarse en el tiempo por la habilidad de estos en aplicar programas que generan gran consenso social, mal que le pese a la izquierda abertzale. Si llevan gobernando muchos años en la CAV no es por casualidad.

El escenario que se perfila no solo para esta legislatura sino probablemente para bastantes años es un modelo vascongado más perfeccionado aún, por varias razones: la existencia en Navarra de una derecha fuerte dará más legitimidad social al tándem progresista Geroa Bai-PSN y aquella será la antagonista del gobierno, no EH Bildu, como ocurre en la CAV; la participación de la izquierda española (Podemos e IU) en el bloque de poder, deja sola en la oposición a la coalición independentista, algo que no sucede en la CAV, donde Podemos está también en la oposición y en un buen número de temas opera conjuntamente con EH Bildu.

En este contexto, pretender convencer a las bases que desde la oposición se va a «condicionar» al nuevo gobierno es más una fantasía que a medio plazo puede generar mucha frustración. El nuevo gobierno va a implementar un programa de corte moderado progresista, no muy diferente a la anterior legislatura, por lo que EH Bildu va a sufrir una presión cotidiana para apoyar leyes de corte social a las que no se va a poder oponer, sino quiere ser acusado de votar con la derecha. El recurso al chantaje por parte del nuevo Ejecutivo será recurrente y la coalición no tendrá mucho margen de maniobra.

Además, al fin de la legislatura, si todo transcurre por los cauces normales, el rédito político de un Ejecutivo que lo va a hacer moderadamente bien para una mayoría social, será para aquellos que gobiernan. Navarra Suma será la verdadera oposición y EH Bildu continuará por tanto en el córner, en una situación de subalternidad. ¿En base a qué cálculo político serio se presume que dentro de 4 años Geroa Bai o el PSN van a bajar en apoyo electoral? ¿En base a qué cálculo político serio se presume que dentro de cuatro años EH Bildu sí va a poder ser actor de gobierno?

En el nuevo régimen, Geroa Bai (que probablemente terminará dirigiendo el gobierno a medio plazo) no tendrá la presión de EH Bildu de remar un poco hacia la izquierda, como lo tuvo que hacer de 2015 a 2019 y lo más importante, se demostrará que la coalición independentista ya no es necesaria en el bloque de poder, al igual que en la CAV, excepto para apoyar puntualmente y desde fuera, políticas sociales. Ni en sus mejores sueños Sabin Etxea hubieran esperado un regalo de estas proporciones por parte de EH Bildu.

El laboratorio político más estimulante a nivel de herrialde en Euskal Herria se clausura momentáneamente, con el riesgo de que se instale una dinámica tediosa como la de la CAV. Arnaldo Otegi propuso hace poco tiempo impulsar el modelo navarro en la CAV, e irónicamente al final, será una variante del modelo «made in Euzkadi» el que se replique en la Comunidad Foral. Quizás, el azar político (una variable que siempre está presente), el error de algún partido, o decisiones al sur del Ebro, vuelvan a repartir cartas para una nueva partida.

Buscar