Miren Amaia Aguirre López

Residencias convertidas en «cárceles de pago»

A muchos de ellos tal vez les quede poco tramo de vida y tal vez no les mate el coronavirus, pero tal vez sí les mate la pena, la tristeza y la ausencia del cariño de sus familiares y amigos.

Desde que empezó la pandemia de la covid-19, en las residencias de Navarra se han ido adoptando medidas restrictivas diferentes a las del resto de ciudadanos navarros simplemente por ser personas mayores que viven en residencias y considerar que son un colectivo de riesgo.

Se suponía que con estos confinamientos tan brutales en las residencias se iba a controlar y atajar los contagios, sin embargo la realidad ha sido y sigue siendo desgraciadamente otra. Cada vez que la curva de contagios se sitúa al alza, las autoridades sanitarias navarras dictan unas normas que prohíben las visitas de los familiares y salidas al exterior de los residentes. Se les encierra y se les priva de su libertad y del cariño de la familia y amigos, que es como negarles su medicina. Se ha demostrado que estas prohibiciones han sido negativas para la salud psíquica, emocional, mental y de movilidad y en muchos casos el mal ya es irreparable. Y lo que es peor, los contagios se siguen produciendo. Teniendo en cuenta que las personas residentes contagiadas no han tenido contacto con nadie del exterior y tampoco con los residentes contagiados, aislados y controlados dentro de las propias residencias, la conclusión a la que se llega es que quienes están contagiando a los residentes son los propios trabajadores y personas que tienen acceso a las residencias (que entran y salen al exterior, viven con sus familias, se juntan con amigos en terrazas, bares o en parques etc.).

¿Por qué éstos residentes, muchos de ellos con anticuerpos, no pueden disfrutar de la vida del exterior, solos o acompañados, como el resto de la ciudadanía? Lo que pido es que se les trate como a cualquier ciudadano navarro, ni más ni menos, para que puedan disfrutar de la vida que les queda de la manera más digna posible, en libertad y no en «cárceles de pago» en que se están convirtiendo las residencias. Esta pandemia durará mucho tiempo, meses, tal vez años y es inhumano e injusto seguir encerrándoles a sabiendas que se están vulnerando los derechos a la libertad de todos los ciudadanos que señala la Constitución.

Apelo a la conciencia y sentido común de quienes dictan y ratifican las normas a cumplir en residencias de mayores y que valoren el inmenso dolor, angustia y sufrimiento que les están causando. A muchos de ellos tal vez les quede poco tramo de vida y tal vez no les mate el coronavirus, pero tal vez sí les mate la pena, la tristeza y la ausencia del cariño de sus familiares y amigos. Se encuentran muy solos y se les está privando de la libertad que el resto de ciudadanos tenemos. Se les encierra con la falsa teoría de proteger su salud. Ya que no existe el «riesgo cero» en las residencias, dejémosles vivir y convivir con el virus como el resto de ciudadanos. Que decidan ellos y ellas si quieren salir a la calle y vivir la vida que les queda o vivir en régimen carcelario por haber cometido el «delito» de estar en una residencia.

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