Mikel Arizaleta

Richard von Weizsäcker

Enero se despidió con la muerte del expresidente de la República Federal de Alemania, Richard von Weizsäcker, considerado una de las principales autoridades morales de la Alemania de la posguerra. Falleció a los 94 años. Presidente de la República Federal Alemana entre 1984 y 1994, en la era del canciller Helmut Kohl. Weizsäcker fue 'un testigo del siglo', indicó el presidente actual, Joachim Gauck, en un comunicado. Afirmó: «Perdemos a un gran hombre y a un jefe de Estado excepcional». Durante su presidencia, fue testigo de la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, y la posterior reunificación de las dos Alemanias, el 3 de octubre de 1990.

Weizsäcker, miembro de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, desempeñó un papel importante en la manera cómo Alemania gestionó su pasado nazi. Von Weizsäcker, abogado de formación, fue alcalde de Berlín Oeste entre 1981 y 1984. Fue el primer edil que viajó al lado oriental de la ciudad, donde se reunió con el líder de la República Democrática Alemana, Erich Honecker.

Siendo ya Presidente de Alemania, con motivo del 40 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, del 40 aniversario de la derrota del III Reich, es decir el 8 de mayo de 1985, en un discurso catalogado por algunos de histórico pronunció una frase que ha quedado grabada en muchas alemanes: «Der 8. Mai war ein Tag der Befreiung» (el 8 de mayo fue un día de liberación). ¿Liberación de quién? De los Nazis y sus huestes, de quienes tomaron el poder en 1933. Es decir: «No podemos separar el 8 de mayo del 30 de enero de 1933». 

Weizsäcker inició su servicio militar en 1938, fue herido en varias ocasiones y presenció de cerca la muerte de uno de sus hermanos a principios de la guerra. Su padre, Ernst von Weizsäcker, Secretario en el Ministerio de Asuntos Exteriores en el gobierno de Hitler, fue condenado en el juicio de los responsables nazis, celebrado en la Wilhelmstrasse de Nuremberg en los años 1948/49, primero a 7 años -luego rebajado a 5, para terminar saliendo de la cárcel en 1950- por su papel jugado en la invasión de Checoslovaquia y por su responsabilidad en la deportación de unos 6000 judíos de Francia a Auschwitz. Murió a los 69 años en 1951 víctima de un infarto poco después de salir de la cárcel.

Siendo ministro de Asuntos Exteriores Joscka Fischer decretó en el 2003 que en adelante no podrían ser honrados con artículos necrológicos laudatorios en la revista del Ministerio diplomáticos lastrados por su pertenencia al partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), y en el 2005 encargó un estudio a una Comisión de Historiadores independientes sobre ‘El servicio y ministerio de Asuntos Exteriores en la época del nacionalsocialismo y en la República alemana’. El trabajo y sus conclusiones, llevados a cabo por cinco profesores de cinco Universidades diferentes, Eckart Conze, Norbert Frei, Peter Hayes, Klaus Hildebrand y Moshe Zimmermann, se presentaron públicamente el 21 de octubre del 2010 bajo el título ‘Das Amt und die Vergangenheit Deutsche Diplomaten im dritten Reich und in der Bundesrepublik’ (El Ministerio y el pasado. Diplomáticos alemanes en el III Reich y en la República Federal de Alemania)

El estudio ha echado por tierra un mito mantenido en el tiempo: resultaba más leyenda que realidad la idea propagada tras la guerra por el Ministerio de Asuntos Exteriores y que sostenía que dicho ministerio de 1933 a 1945 había sido un baluarte de resistencia y oposición. Por cierto, argumento que Richard Weizsäcker sacó a relucir en la defensa de su padre, Ernst von Weizsäcker, tanto en Nuremberg como a lo largo de su vida, como secretario en el Ministerio habría sido un opositor a la corriente hitleriana. ¿Pero cómo se comportaron realmente los funcionarios del Ministerio de Exteriores tras la toma del poder de Hitler? ¿Y cómo se comportaron luego en la República Federal con respeto a su pasado?

El estudio lo deja claro: Los funcionarios del Ministerio defendieron desde el inicio las tesis del régimen, apoyaron y acompañaron de manera activa la «política contra los judíos» del III Reich. La oposición en sus filas fue la excepción y sólo casos individuales, sólo algunos. Y tras la finalización de la guerra fueron muy pocos a los que se pidió cuenta por su comportamiento; fueron muchos los que se incorporaron a sus puestos y siguieron su carrera. Durante décadas aquel grupo de pasado pardo participó en las decisiones de la política exterior de la República Federal de Alemania. Esta comisión de historiadores reseña que entre 1949 y 1955 el 64,3% de los funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores provenían del Ministerio de Asuntos Exteriores de Hitler; en 1950 el 42´3% de los funcionarios en activo habían sido miembros del NSDPA, tanto por ciento que, como es lógico, con el transcurso del tiempo va decayendo, pero todavía en 1952 era un 34,5%, notando que a mayor rango mayor era la procedencia antigua.

Y a la luz de estos datos, cabe preguntarse, ¿qué quiso decir Richard Weizsäcker aquel 8 de mayo con la famosa frase: la derrota de 1945 fue una liberación? Interpreta la derrota como liberación. Cuarenta años después de terminada la guerra un Presidente de la República Federal de Alemania dice a los vencedores que han liberado a los derrotados; la frase puede halagar los oídos en Washington, París, Moscú, Londres… Es cierto, se acabaron los campos de concentración, los presos de guerra, los perseguidos… pero la gran mayoría de alemanes no han vivido el final, la derrota, como una liberación. Tampoco pretendieron eso los vencedores, ni los alemanes que siguieron luchando incluso tras la muerte de Hitler, los alemanes que siguieron defendiendo el Parlamento cuando el ejército rojo colocó en él su bandera, ni vivieron como una liberación quienes fueron condenados en el proceso de Nuremberg, ni los millones del Este expulsados de su tierra... El mismo Richard Weizsäcker siguió combatiendo en el ejército alemán hasta finales de abril de 1945, hasta que fue herido, hasta poco antes de la capitulación, jugándose la vida al igual que su hermano que murió en el frente. ¿Por qué entonces esta interpretación de Weizsäcker? ¿Está su padre en la trastienda? ¿Es una leyenda más? ¿Acaso Weizsäcker y los alemanes han acogido como suya cuarenta años después la famosa frase de Hegel tras el fin de la guerra: Was vernünftig ist, das ist wirklich; und was wirklich ist, das ist vernünftig? (lo razonable es real y lo real razonable).

¿Es la búsqueda de reconocimiento y rehabilitación tras un perdón de los pecados lo que intenta resaltar la frase con la “liberación” porque las élites funcionales alemanas sirvieron a Hitler hasta el final y fracasaron en la tarea de liberar a Alemania de Hitler con sus propias fuerzas? ¿Acaso Richard von Weizsäcker arrojaba –de sí mismo como presidente de los alemanes, muchos de los cuales tenían biografías igual de gravosas, sobre todo entre las élites funcionales, o de círculos de parientes y amigos- un peso aceptando la culpa?

En palabras del Dr. Guntram con Schenck, la interpretación de «la capitulación incondicional de 1945» como una «liberación» no es una frase vacía, conlleva consecuencias y su precio: «Quien califica la victoria de los aliados como liberación 40 años después no puede abstraer y separar lo que ello significó y supuso». No sólo hay que tener en cuenta lo que a la larga se ha catalogado como beneficios, sino también el dolor que supuso para los alemanes las medidas llevadas a cabo a corto plazo por los aliados vencedores. En el ámbito personal del Presidente de la República la condena del padre Ernst von Weizsäcker por el tribunal de crímenes de guerra de Nuremberg. Sin la interpretación de la derrota como liberación no hubiera habido ningún proceso ni tampoco condena del antiguo secretario del Ministerio de Asuntos Exteriores, y con respecto al pueblo alemán la pérdida de los territorios del Este, colonizados durante siglos por alemanes y que conformaban entre una tercera y una cuarta parte del entonces territorio nacional.

Respecto a los territorios Weizsäcker extrajo la consecuencia, y como representante destacado de la renuncia ha pasado a convertirse en uno de los políticos alemanes más querido para los polacos. Pero en cuanto a su padre Richard Weizsäcker siguió hasta su muerte sin aceptar la condena de su padre como consecuencia de la liberación, no quiso reconocer la culpa de su padre convirtiéndole hasta el fin de sus días en un resistente.

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