Joxemari Olarra
Militante de la izquierda abertzale

Ser audaces

En este artículo, Olarra analiza aspectos de la estrategia política que en los últimos años está desarrollando la izquierda abertzale. No niega la existencia de contradicciones, pero asegura que a pesar de ellas, comparte las líneas generales de lo que se está realizando y concluye que el movimiento es necesario para avanzar.

Soy de los que piensan que la esencia de la inteligencia es la prudencia. Quizás me tiente esa tendencia por los años de lucha que llevamos, en los que he visto situaciones de todo tipo, para bien y para mal. Tampoco quiero decir con ello que yo haya sido ni inteligente ni prudente. Es únicamente una constatación. La prudencia la vamos adquiriendo con la experiencia acumulada, con tantos años de promesas por parte del enemigo, de falsos escenarios, de ficciones políticas y de puertas semi abiertas que finalmente se cerraron. Enfrente tenemos, además, ese enemigo cuya credibilidad ha estado permanentemente en entredicho. Incluso la de los adversarios políticos.

De la misma manera, la prudencia nos conduce al silencio, sobre todo en temas de gestión complicada, de susceptibilidades a flor de piel o de fondo doloroso. El silencio es una actitud, al margen de humana, también política. Los silencios se convierten en respuestas explícitas, entendibles en un contexto determinado.

Hace unas semanas escribí en este mismo medio un artículo sobre la unilateralidad como estrategia. Entre otras cosas, apuntaba que «la unilateralidad no es hacer lo que quiere el adversario que hagas, sino hacer lo que consideras que tienes que hacer, independientemente de cuál va a ser la respuesta del de enfrente».

En esas estamos y estaremos. Con la lectura sosegada de la propuesta de EH Bildu (que comparto en líneas generales), de Bakerako Euskal Bidea (que no ha sido moneda de cambio en esta última campaña electoral, de lo que me alegro sobremanera). Con prudencia.

Las conclusiones de la propuesta, asimismo, las comparto con los matices asimismo presentes en cada uno de nosotros. Una de nuestras características ha sido la de la dialéctica continua, la del debate interno sobre los caminos a transitar. Esa es una de las señas que nos ha alejado de las izquierdas tradicionalistas europeas. Hemos sido capaces de innovar antes que otros. Por la remodelación de nuestras líneas coyunturales.

Y ahora percibimos que de ese salto de la bilateralidad que ha flotado en el ambiente de las últimas décadas a la unilateralidad en la que avanzamos desde hace unos años, la cesta se mueve. Los estamos moviendo, a mayor o menor velocidad, según interpretaciones o deseos. Y los moveremos más.

¿Nos dejamos pelos en la gatera? Sí. Es cierto. Pero hay que moverse. El movimiento es necesario. El atasco infinito únicamente les conviene a «ellos». El que no se mueve, además, no puede impedir que quien se mueva avance. La clave está en mantener la iniciativa política para poder contaminar con nuestras propuestas al conjunto de la sociedad. En intercambio.

Por eso, es algo que no nos atañe solo a nosotros. Es evidente que el tema es muy espinoso, conociendo la falta de libertad de expresión que caracteriza a los poderes del Estado español. Y al margen de las reflexiones anteriores, hay un par de preguntas que me repito numerosas veces: ¿el Estado está utilizando la unilateralidad en su beneficio? ¿Existe una amnistía camuflada?

Creo que esta segunda pregunta merece una explicación. La mayoría tenemos constancia de que se ha torturado sistemáticamente (hasta el Gobierno de Gasteiz avanzó que investiga miles de casos), que los GAL han campado a sus anchas... Decenas de casos como el de Lasa y Zabala, Naparra. Demasiados. Que han existido agentes, responsables políticos que en algunas circunstancias incluso han sido juzgados. Y que fueron indultados. ¿Queda alguien de los juzgados en la cárcel o en el exilio? Nadie. Es decir, los poderes del Estado niegan la bilateralidad pero ejercen la unilateralidad con los suyos. Por eso lo de la «amnistía encubierta». Para su gente.

Asistimos, asimismo, a una presión mediática sin parangón. Únicamente parece haber existido una violencia, lo que lleva automáticamente a establecer una sola clase de víctimas. Este escenario, también complejo y complicado, ha provocado el surgimiento de una élite de «profesionales de la paz», como si hubieran obtenido el certificado rápidamente en una academia al uso. Profesionales con «visas oro» que, en ocasiones, me llegan a sugerir que así como que con la violencia hubo empresas que se lucraron, con la «paz» sucede otro tanto.

Gentes que han estado amparadas en unas siglas o una corriente ideológica y que han pasado a la orilla opuesta. Algo legítimo en el mundo de las ideas y de las actitudes personales. Pero estos mismos son los que ahora, desde la otra acera, se convierten en arietes para exigir algo en lo que, en su caso, también tuvieron responsabilidad.

No tienen legitimidad para hacerlo. Y no por su viaje. Sino porque en la trinchera en la que se han asentado exigen a una de las partes, la nuestra, mientras que la otra permanece casi intocable.

En fin, que tengo preguntas diariamente a las que encuentro respuestas o no. También otras a las que se podría dar la vuelta. Por ejemplo relacionadas con una cuestión nada menor. Los vascos piensan cómo debería organizarse su sociedad mientras que los españoles pretenden decir cómo debería ser la sociedad vasca. ¿Tiene lógica?

Otra de las habituales tiene que ver con la etapa política que vivimos. Si superamos el ciclo por el que avanzamos hace pocos años, mucha gente, tal y como pasó antes, tendrá que abandonar sus prebendas, dietas y visas para pasar a engrosar la lista del paro.

Intuyo, sin embargo, que si esto sucede, esa costumbre que señalaban desde el Gobierno de Gasteiz como exclusiva de España, también tendrá su aplicación en este apartado de las «puertas giratorias». Un viejo dicho dice: «Si no vives como piensas, acabarás pensando como vives».
Estamos en lo que llaman batalla del relato. Es obvio. Con mucha intensidad por parte del Estado que quiere marcar alguna de las cuestiones que señalaba anteriormente: un sufrimiento, una parte, unas víctimas... Otro tema también a desatascar, porque no somos solo lo que logramos sino también lo que superamos.

En síntesis, sin poder resolver muchas de las preguntas que me hago. La unilateralidad sigue siendo el eje coyuntural, el que propició el cambio estratégico. No hay síntomas de que haya cambios significativos, más aún cuando el propio Estado la está ejerciendo en su casa desde hace tiempo.

Es evidente que el silencio y la prudencia son valores en el ejercicio político. Pero valores en cuestiones tácticas. Cuando aspiramos a la superación de un ciclo, como en la actualidad, que nos catapulte hacia nuevos escenarios, las apuestas deben ser audaces. Y ello, en las circunstancias actuales, nos obliga a movernos. Sin perder nuestros mimbres, para avanzar por un camino ya diseñado, Bakerako Euskal Bidea. Con contradicciones, probablemente. ¿Cuándo no las hemos tenido? Contradicciones ligadas a la novedad de las propuestas. Que bienvenidas sean porque demostrarán la vitalidad de nuestro movimiento.

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