José Luis García
Doctor en Psicología, especialista en Sexología, y autor del libro “Sexo, poder, religión y política”

Sexo y poder (VIII): irse de putas

La prostitución y la pornografía siempre han estado integradas en la sociedad, siempre clandestinas, destinadas a los varones adultos en exclusiva y abiertas a aquellos jóvenes que querían incorporarse a esa condición de mayores, como rito de iniciación.

Hemos dejado para el final de esta serie de 10 artículos, que pretenden analizar las relaciones existentes entre el sexo y el poder, los dos que dedicamos a la prostitución, en razón de que es, a nuestro modesto entender y entre otras cosas, el ejemplo más claro de la desigualdad social, de la desigualdad entre hombres y mujeres y del mal uso del poder por parte de algunos varones en nuestra sociedad.

Seamos claros: la prostitución es un ejemplo evidente de esclavitud. No hace falta llevar cadenas, tener la piel negra y recolectar algodón para llevar una vida de esclava sexual. Qué me dicen, si no, de esos burdeles o pisos donde hay un control riguroso, inclusive con cámaras, en los que se supervisa no solo los servicios que se prestan, sino todo el comportamiento de la mujer sometida las 24 horas del día. Mujeres traídas de otros continentes o de otras naciones –sin cadenas, ni en barcos– sino en avión, con billetes de primera clase pagados por el empresario proxeneta y putero, con promesas de trabajos honrados pero que, una vez aquí, se les sustrae el pasaporte, advirtiéndoles de que tienen que devolver todas y cada una de las monedas que ha costado su viaje, con los intereses correspondientes. Que son muy elevados y que casi nunca se finiquitan. A otras se les amenaza, vudú mediante, con despedazar a sus familiares. Mujeres obligadas a hacer lo que se les ordena, soportando unas condiciones inhumanas. Podrían llamarse violaciones sistemáticas.

Que decir si no, de aquella mafia que marcaba –sí, lo digo bien, marcaba– en la piel de la mujer un número de serie, prueba inequívoca de la pertenencia a un proxeneta. Por consiguiente, estamos hablando de que, en muchos casos, se trata de un colosal engaño en base a promesas de trabajos dignos y luego, una vez aquí, son objeto de castigos y chantajes con la finalidad exclusiva de «chuparles» la vida, obligándolas a hacer todos los servicios sexuales posibles a lo largo de jornadas interminables, durante el mayor número de años, hasta que ya estén inservible y, seguramente adictas a las drogas, pasen al mundo del porno en subgéneros de películas cutres, con protagonistas de abuelitas desdentadas.

La prostitución y la pornografía siempre han estado integradas en la sociedad, siempre clandestinas, destinadas a los varones adultos en exclusiva y abiertas a aquellos jóvenes que querían incorporarse a esa condición de mayores, como rito de iniciación. Parece que en los tiempos actuales los jóvenes españoles no solo acuden a los burdeles como puerta de entrada a «hacerse mayores», sino que lo hacen como clientes habituales. Recordemos que los jóvenes también son grandes consumidores de porno. Este hecho, el que un importante número de jóvenes españoles sean grandes consumidores de porno y prostitución simultáneamente, es motivo de preguntas y desconcierto en buena parte de las personas que acuden a nuestras conferencias, cuando planteamos esta cruda realidad. Les resulta muy difícil entender estos comportamientos en una sociedad permisiva y democrática.

Algunos informes de salud mental, indican la enorme dificultad que tienen estas mujeres prostituidas, de superar las marcas físicas y psicológicas, del estrés postraumático continuado que han experimentado, consecuencia de haber sido víctimas de trata y de prostitución, durante toda una vida. Terrible la experiencia vital y el destino de estas mujeres que, probablemente, habrán maldecido el día de su nacimiento.

Que son mafias organizadas lo prueban los movimientos de esclavas sexuales, por ejemplo, en los campeonatos deportivos de carácter masivo en cualquier país, o en las fiestas populares de las grandes ciudades. Además, la organización se esmera en ofrecer carne fresca, cada vez más jovencitas, más atractivas, y sobre todo las más vulnerables, trasladando de un lugar a otro sin mayores problemas las diferentes remesas de mujeres. A demanda. A los que compran y venden ganado se les llama tratantes que luego son transportados en camiones. Estamos ante una trata de mujeres igual que si fueran ganado.

Aunque no conozco los entresijos del negocio, sospecho que las mafias que controlan el tráfico de mujeres para la prostitución, son las mismas que las que tienen intereses económicos en el comercio de drogas o armas. Y en el cine porno. ¿Por qué? Bueno porque el business se hace todo en dinero B. Beneficios ingentes sin retención fiscal alguna. Esto sí que son sobres y bolsas de basura llenas de billetes. A espuertas. Y ello, lo del extraordinario negocio sin impuestos es, a nuestro juicio, una de las claves del asunto. Además, puede hacerse en cualquier nación del mundo, porque esto de la globalización es lo que tiene de bueno que, si en algún país hay más control, se cambia a otro, que hay muchos y, si están en guerra, mucho mejor. Por tanto, la desigualdad también afecta, y cómo, a los diferentes países y a su nivel de desarrollo. Después de un conflicto bélico, por ejemplo, el reclutamiento de mujeres para la prostitución es pan comido. No hay que producir nada, consiguientemente, no hay apenas gastos de inversión en la empresa mafiosa. Solo reclutar y reclutar para hacer caja.

La prostitución, desde muy antiguo, escondida en burdeles y, el porno, permitido en cines especiales, en revistas un tanto mugrosas y en videos desgastados que se alquilaban en los video clubs o comprados en una gasolinera. Los que tenían Canal + eran unos privilegiados. Ahora es otra cosa: Todo está accesible en la red, incluso con glamour, con calidad HD en la imagen y en el sonido. No obstante, todavía una buena parte de la prostitución –porque aquí también hay clases– se exhibe en calles, plazas y polígonos industriales, incluso con la complicidad de algunos periódicos. Como es sabido, este hecho incrementa los riesgos consiguientes de agresiones físicas y robos por parte de algunos hombres que se aprovechan, más aún si cabe, de esa extrema vulnerabilidad. O de su proxeneta, que está acostumbrado a agredirla y a amenazarla permanentemente para que siga estrictamente las rígidas reglas establecidas por la cosa nostra. La escritora y realizadora Mabel Lozano tiene algunas aportaciones muy lúcidas sobre este asunto. Y muy valientes, por cierto.

Seamos claros: ¿La prostitución es el oficio más antiguo del mundo? No. Más bien y como ha dicho Sonia Vivas es «la forma de opresión, vejación, sumisión, utilización, maltrato y esclavitud hacia la mujer más vieja que se recuerda».

Pero esto no afecta a todas las mujeres de la misma manera, porque no todas las mujeres son iguales. No es lo mismo ser una mujer blanca centroeuropea, con estudios superiores e independencia económica, que una mujer que vive en Marruecos o en Senegal. O aquella que lo hace en Siria atrapada en la feroz guerra que se libra desde hace tiempo. En estos países hay un gran mercado de mujeres extraordinariamente vulnerables y, por tanto, candidatas a que las mafias van a buscarlas. Las esclavas son transportadas de otros países, en los que es mucho más fácil quedarse pescadas en la telaraña que las organizaciones mafiosas hábilmente despliegan para su captación. Estas desigualdades hacen sumamente difícil la erradicación de esta lacra.

Seamos claros: Según diferentes estudios, sabemos que España es el paraíso de los proxenetas, de los prostíbulos y de los puteros. Somos uno de los países que más destacan a nivel mundial en el consumo de los servicios prostituyentes ya que, dicen, ocupamos el 3º puesto. Incluso en la geografía de la piel de toro, algunos burdeles, por sus dimensiones físicas y de negocio, están en los primeros puestos mundiales. Además, en España hay una cultura tolerante con la prostitución. En cualquier carretera hay uno o varios lupanares, cárceles con rótulos de neón, sin ningún tipo de discreción. Tolerante porque, por ejemplo, los diferentes procesos judiciales en curso en nuestro país, en razón de la corrupción generalizada de los partidos políticos –unos mucho más que otros, claro– han revelado la práctica habitual de festejar el contrato ilegal conseguido, en un burdel, con «volquetes de putas» o «coca y putas», según los medios de comunicación. ¿Y qué decir de las andanzas de algunos políticos relevantes –que no cito pero que están en boca de todos y todas– en este asunto? Se trata de un ejemplo significativo, para ilustrar que el poderoso, en ocasiones, mal usa su poder con la finalidad de obtener favores sexuales. ¿Es una forma de violación? En nuestra sociedad, a mayor poder, más posibilidades de obtener sexo, bien sea comprado, obligado o forzado. Por eso, en otro momento, nosotros hemos hablado de la erótica del poder y de que, en algunos casos, este mal uso del poder, en sí mismo, excita a ciertos varones. Igual que ocurre en algún tipo de agresor sexual.

También sabemos que la mayoría de los puteros, son casados y que, lógicamente, su mujer no sabe de tales andanzas y si usa o no preservativo. Igualmente somos conocedores de que una fuente importante de contagio de las mujeres casadas, es a través de esta vía. Y que el conflicto en la relación de pareja, cuando esto ocurre y se desvela, es devastador.

En el próximo artículo seguiremos analizando esta cuestión.

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