Aritz Urtubi Matalaz
Orreaga Nabar Estatu Pentsamendurako kidea

Si el árbol supiese qué le reserva el hacha, no le proporcionaría el mango

No les tengamos, así todo, ni miedo ni respeto. Su parasitocracia camuflada de democracia juega a nuestro favor. Han encontrado más resistencia, tanto cualitativa como cuantitativa, de lo que preveían, incluso en los momentos más duros. Ahora aligeran el paso para pasar más desapercibidos, antes de volver a embestir.

De la misma manera, si la parasitaria, tétrica y criminal autodenominada U.E logra sobrevivir a los tres ataques planificados contra «su» ciudadanía: la inoculación premeditada de sustancias venenosas a grande parte de la población, la guerra «indirecta» emprendida contra Rusia y la guerra climática dirigida contra todos nosotros, entonces, hará lo que le dé la gana con los pueblos de Europa.

Tenemos aun presente el grave precedente del decretazo que nos impusieron las fuerzas de ocupación, con la alevosa complicidad de sus esbirros y colaboradores autóctonos representados por todo el arco parlamentario, sin excepción alguna, del parlamento colonial de la metrópoli, pomposamente llamado «Parlamento vasco», declarando prisión domiciliaria revisable en el tiempo a toda una población, que aceptamos sumisamente y que aun habiendo sido declarada ilegal dicha medida muchos meses más tarde, por su propio régimen «jurídico», los vilipendiados «ciudadanos» no exigimos cuenta alguna a los delincuentes que secuestraron nuestras vidas y siguen dirigiendo el cotarro, como si nada.

No se trata de una clase política inepta e ineficaz, sino del mayor cartel mafioso de la historia, debidamente preparado y cuidadosamente aupado a las altas esferas de la toma de decisiones, que sigue meticulosamente el Plan diseñado por la Élite globalista atlantista y eugenista, que manda sobre todos ellos.

Esas «coincidencias» en el desencadenamiento de tres de crisis consecutivas, una tras otra, sacan a relucir la «excelente» coordinación existente entre todos ellos.

Los eugenistas siguen con su Plan: arrodillar primero a los ciudadanos de los Estados miembros de la UE y otras latitudes occidentales, con el fin de instalar su hegemonía. Hacerse con el control de la «sanidad», la energía, la alimentación, el agua, el clima, después de haber destrozado lo social y la salud.

El caos por venir está a la vista de todos, con sus ineludibles consecuencias. La falta de recursos para sobrevivir, intencionadamente activada, solo puede provocar el pánico y el desquicie de una población que convertirían las calles de nuestras ciudades en un escenario dantesco donde la violencia extrema e irracional se apoderaría de ellas ante la ausencia, también calculada, de fuerzas de interposición pagadas con nuestros impuestos, que se dispusiesen a ofrecer una mínima seguridad. A ello, añadir una población no acostumbrada ni preparada, en su gran mayoría, para enfrentar adecuadamente un ataque de esta envergadura y con una amalgama de culturas coexistiendo y no necesariamente «receptivas» las unas con las otras, y que pueden hacer aflorar tensiones añadidas a una situación de por sí explosiva.

El Estado de desecho reaparecería entonces bajo su aspecto marcial, una vez cometida la escabechina, para instalar un orden liberticida que transformaría el planeta, como hasta ahora lo habíamos conocido en lo referente al ser humano, en un inmenso campo de concentración numérico donde los robots no serán convertidos en humanos, sino que los humanos serán convertidos en robots.
 
Con la puesta en escena de la Inteligencia Artificial, el número de los aquí en adelante considerados «inútiles» vamos a crecer de manera exponencial. No es de extrañar que hayan, y sigan, «insistiendo» hasta la indecencia y de manera nauseabunda, con la «vacunación» por un lado, y por otro, hayan decidido acelerar el proceso de despoblación, pasando de una guerra silenciosa con armas silenciosas que causan muertes silenciadas, a una guerra estruendosa cuyas víctimas seremos, lo más seguramente, invisibilizadas, «secretamente» sepultadas y «olvidadas».

El panorama puede incluso pasar a ser algo más fulminante si «Occidente» decide activar la confrontación militar a escala planetaria. Esta probabilidad no es descartable si llega a la conclusión de que le es imposible doblegar al eje ruso–asiático para que «accedan» a la conformación de ese gobierno mundial bajo la premisa de su Nuevo Orden Mundial que constituye el objetivo estratégico distópico de estos desalmados. Recordemos la frase tan escalofriante como enigmática lanzada por el actual presidente francés en el mismo año 2020, principio de las hostilidades contra el género humano, en un país que muchos denominan ya Macronistan y que textualmente expresaba: «La Bête de l'événement est lá! Et elle arrive...», traducido: «¡La Bestia del acontecimiento está ahí! Y está llegando...».

Entre la voladura de los gaseoductos Nord stream 1 y 2 por parte de la OTAN y la incorporación a la Federación rusa de Zaporijjia, Kherson, Lougansk y Donetsk, la crisis de los misiles de octubre de 1962 –Cuba– va a quedar en simple anécdota comparada con esta de octubre de 2022.

De ser atacado el territorio ruso por los hoy convertidos en carne de cañón de los intereses de la OTAN, con armamento occidental... los acontecimientos se van a precipitar y nos van a coger, una vez más, con el pie cambiado.
 
La retórica belicosa, semánticamente falaz de los gobiernos occidentales en todas sus comunicaciones, bien transmitidas por los medios de desinformación, embrutecimiento y adoctrinamiento de masas, consiste a hacer aceptar de manera insidiosa una guerra que desean declarar a Rusia, bajo la bota de la OTAN, como una finalidad inevitable, lógica y hasta legítima. Repiten hasta la saciedad su estribillo preferido: «¡Estamos en guerra!». Efectivamente, están en guerra.

En guerra contra el malvado virus, en guerra contra el malvado presidente ruso, en guerra contra el malvado sector de la población que no se arrodilla ante ellos, en guerra contra los malvados niños y niñas, en guerra contra la malvada naturaleza, en guerra contra las malvadas naciones que rechazan un mundo unipolar, en guerra contra cualquier ente que aspire a vivir en libertad, en guerra, a fin de cuentas, contra la misma esencia del ser humano.

Necesitaban cíclicamente provocar guerras, pero en el caso que nos ocupa, están resueltos a acabar con los mismísimos ciclos, con esta última deseada guerra. Su «cuarta era industrial», piensan, hará innecesarias por absurdas, futuras confrontaciones, visto la «sostenibilidad» a la que va a «acceder» el planeta fruto de la despoblación programada y esclavización del «restante» humano, que tienen ideado, con una tal Ursula von der Leyen, elevada a emperadora de Europa, manipulando las «crisis» a su libre albedrío, lucrándose de manera obscena –no estamos ante un fracaso económico, sino ante un saqueo exitoso– y títere de quiénes dirigen este Cartel de sicarios a escala mundial.

Decía Jorge Wagensberg que «las mentiras se construyen, las verdades se descubren».

Al igual que, supuestamente, Adolf Hitler dejó publicado en el “Mein kampf", lo que luego se traduciría en hechos reales, Klaus Schwab –el gran gurú de la secta del Foro Económico mundial de Davos, probablemente asesorado por su «prestigioso ideólogo», el tal Harari– nos obsequia con "The Green Reset", un libro cuyo contenido sobrepasa el nivel de demencia, inmundicia y sociopatía al que puede llegar un «ser humano».

Con los mismos tintes que lo anunciado por el agresivo y engañado mostachudo, a quién nadie le prestó la más mínima atención ni nadie se alarmó cuando el susodicho emprendió el camino hacia el poder, con el beneplácito y la hoja de ruta marcada por los mismos que ahora amparan y dirigen al actual hijo de un empresario colaborador activo del nazismo, cuya madre llevaba el «llamativo» apellido Rothschild, y jefe de orquesta de la Secta de Davos, quién nos describe con todo lujo de detalles cual, según él, será nuestro futuro inmediato, ante una vez más, la desidia y el desinterés de gran parte de las víctimas que ya están padeciendo los efectos y las consecuencias de lo que les están anunciado y no tuvieron ni tienen intención en descubrirlo cuando todo está publicado y a la vista de quién quiera verlo. Algunas y algunos, pensarán que es imposible y fuera de todo razonamiento mínimamente lógico el hecho de que cualquier complotista –que lo son– haga público sus planes y éstos estén al alcance de todos nosotros.

Pues sí, la historia se repite y lo anunciado en «The Green Reset» –el gran reseteo– se está cumpliendo a rajatabla, etapa por etapa, sólo hay que leerlo para comprobarlo. Con un final establecido para el 2030 (La Agenda) +20, año «límite» 2050, en previsión de algunos que otros «conta–tiempos» y «ajustes» aun por realizar. Esa misma agenda criminal con la que piensan adoctrinar a nuestros niños y niñas, edulcorando el plato venenoso que les van a servir, si tanto padres como madres no intervenimos y exigimos detener esa operación de propaganda digna del mejor Joseph Goebbels.

Nos gustaría tranquilizar al lector, haciéndole saber que todo esto no ocurrirá. Efectivamente, puede que ello no ocurra fuera del imperio occidental pero dentro de él, las probabilidades de poder frenar esta demencia son bastante escasas. Una de esas posibilidades se daría con el derrumbe de toda la estructura eugenista –nada descartable– con sus artífices dentro, se viviría entonces el final de esta distopía criminal. Mientras eso pueda ocurrir, fruto de los choques frontales con el otro imperio emergido, a saber dónde estaremos para cuando llegase ese momento, si aún estuviésemos para contarlo, y teniendo en cuenta que al ser nosotros, los pueblos bajo la órbita de estos criminales, los predestinados perdedores, suceda lo que suceda, nos convertiríamos como coloquialmente se dice, en el saco de todas las hostias, bendición papal incluida.

Hagamos lo imprescindible para adelantarnos a los acontecimientos –públicamente desvelados por el enemigo– e intentemos sí o sí, poner al menos a nuestros críos y crías a salvo. Esta vez no encontraremos medios logísticos y protección de un gobierno y un ejército propio que fuesen garantes de poner a buen recaudo a lo más preciado que tenemos.

No les tengamos, así todo, ni miedo ni respeto. Su parasitocracia camuflada de democracia juega a nuestro favor. Han encontrado más resistencia, tanto cualitativa como cuantitativa, de lo que preveían, incluso en los momentos más duros. Ahora aligeran el paso para pasar más desapercibidos, antes de volver a embestir. Pero también dudan de que las «segundas partes» de algo ya identificado resulte tan exitoso. Ya no cuentan del todo con el efecto sorpresa y lo confían todo, de nuevo al miedo de las víctimas, así como a su letargo, a su indolencia, a su desinterés, a su dudosa comodidad y a su adicción, equiparable a la más extrema de las drogodependencias, a saber, las nuevas «tecnologías», que se han adverado ser el arma de control y exterminio masivo.

Contra ellas, poco o nada podremos hacer. Tanto los dormidos como los «despiertos» jamás renunciarán a tener cerca de ellos esos aparatos mortíferos, que, conectados directamente con sus verdugos, estos últimos se encargarán de emitir a su guisa. Al receptor, lo tienen a tiro. La distopía en su pleno apogeo. Cabe también decir, que sin esos «aparatos» no hubiésemos accedido a la información que los depredadores no quieren por nada del mundo que accedamos, amén de otras «tareas» profesionales para las cuales nos han impuesto el uso de dichas «tecnologías».

Es la pescadilla que se muerde la cola y quiénes planificaron y diseñaron estos artilugios, lo tenían todo previsto para convertirlos en imprescindibles para la población. Una trampa que no supimos detectar a tiempo y que no presagiamos en su momento que su finalidad sería, sencilla y llanamente, letal, y no exclusivamente un arma de simple control social.

Nadie que no seamos nosotros nos vendrá a ayudar directamente. Es por ello que se convierte en algo vital el fomentar y expandir, a pie de calle, un debate que haga surgir un cuestionamiento, primero, y una total oposición posterior a esta nueva Era, tan criminal como distópica –que nos impusieron físicamente aquel mes de marzo del año 2020– con los datos y las aportaciones que el colectivo en su conjunto haya podido recabar, y hacérselos saber a quiénes aún no han entrado en materia, aunque constaten que sus vidas nada tienen que ver con lo que eran desde aquella marcada fecha.

Puede parecer, a primera vista, un bagaje muy endeble frente a los decididos sociópatas que tenemos en frente o, al contrario, ser el detonante de un momento de inflexión política que propicie un modelo de estructuración de autodefensa popular que se anticipe al daño que nos quieren causar. El tiempo apremia, se nos hecha el invierno encima.

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