Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

Sin prisa, pero sin pausa

Es ya una conclusión unánimemente aceptada que estamos en un tiempo de transición, y no solo en Euskal Herria, sino en todo el Estado español. La izquierda abertzale llevaba tiempo hablando de ello y desde algunos sectores se decía que estaba únicamente en nuestros análisis, porque las bases fundamentales del Estado y los equilibrios del «Pacto constitucional» seguían firmes.

Ahora vemos que tras la fachada del Estado había en realidad más ruina, corrupción y zozobra de la que se suponía. El avance decidido y enérgico del pueblo catalán y el nuevo ciclo político en Euskal Herria con la pujanza de la izquierda abertzale han sido dos de las brazas de la tenaza que ha aprisionado el corazón del Estado poniendo en carne viva sus debilidades e incluso revitalizando expresiones de la izquierda estatal que permanecían extrañamente adormecidas y sin levantar cabeza en décadas.

Algunos hablan de «segunda transición». Sea lo que fuere, debemos aprovechar la circunstancia para generar condiciones favorables hacia la soberanía e integridad territorial y para neutralizar los intentos de frenado o de derivarlo hacia cualquier nuevo estatus amable con España, aunque adopte disfraces de carácter federal o similar.

Si la «primera transición» fue una trampa para mantener nuestras naciones engrilletadas a España con la colaboración necesaria de partidos nominalmente nacionalistas, esta «segunda transición» debe ser aprovechada para la soberanía. Hemos aprendido de los errores de aquella para que esta sea nuestra hora, la de la soberanía de nuestras naciones, la que desbroce el camino hacia la independencia.


La experiencia indica que no hay factor más determinante para el cambio que la energía arrolladora de los pueblos. La vitalidad resolutiva de una sociedad no solo es capaz de superar barreras, sino incluso de hacer rectificar el rumbo a los partidos que se resisten o se oponen a la voluntad mayoritaria de los ciudadanos.

Hace poco hemos visto una muestra de esto, con el cambio de criterio del PP vascongado respecto a Garoña. Un partido rabiosamente pronuclear rectifica «contraviniendo» las órdenes de Madrid. No fue reflexión, sino supervivencia política. Si el coste político es insostenible, el criterio se cambia.

Es un ejemplo para ilustrar el valor de llevar las situaciones a un punto de contradicción desencadenante, a un momento crítico en el se deba decidir entre posturas razonables y acordes a los tiempos o la cuneta política.

La sociedad avanza y va cerrando espacios a quienes se empecinan en quedarse anclados. De ahí la vital importancia de organizar y movilizar a la sociedad para levantar la dinámica de masas generadora de los cambios de actitudes que van nutriendo el proceso político.

Así que si el PP quiere ocupar un lugar, deberá rectificar. Y es que ni el natural sector político conservador que podríamos denominar vasco-español se siente cómodo o representado en las actitudes cerriles y carpetovetónicas.

Les provocan rechazo porque son a todas luces extemporáneas. Ahí está el fracaso de expresiones ultras como UPyD o Vox.

Incluso el espectro político del PP en Euskal Herria es cada vez más consciente de que hoy en día la sociedad vasca no está por escenarios bélicos, sino por la búsqueda de lugares de encuentro y diálogo, de negociación, de democracia; de que sea la propia ciudadanía quien de manera soberana pueda resolver sobre su futuro libremente. Mala papeleta si se aferran a dinámicas superadas.


La tesitura de PSE-PSN es bastante similar aunque, evidentemente, sus bases y el sector político al que representan es mucho más permeable a la situación que se vive en Euskal Herria y más flexible en relación a los derechos nacionales del conjunto del pueblo vasco, al igual que el PSC en Catalunya.

No hace mucho que eran Partido Socialista de Euskadi; no ha pasado tanto tiempo desde que perpetraran la división en dos partidos para ahondar la fragmentación de Euskal Herria, para diluir la identidad vasca poniendo espalda contra espalda a ciudadanos de una misma nación. Hasta entonces habían defendido el derecho de autodeterminación y sus líderes se manifestaban por las calles de Euskal Herria tras la pancarta con el lema que lo reivindicaba. No han pasado tantos años de eso.

De la misma manera que está ocurriendo con sus compañeros del PSC, el PSE y el PSN deberán decantarse con claridad en relación al derecho a decidir. Están siendo espectadores privilegiados de las tensiones, movimientos e incluso escisiones que están teniendo lugar en el PSC por el proceso soberanista catalán y el derecho a consultar y decidir.

En su declive electoral en ambas naciones, los socialistas vascos y catalanes tienen la prueba ineludible de cuál es el único futuro que espera a los partidos que permanecen insensibles a los deseos de la sociedad.

Respecto al PNV, este partido ha sido durante decenios en Vascongadas una gran empresa de gestión, con toda su red de servicios y servidumbres puesta en relación a una fructífera cuenta de resultados políticos y económicos.

Docilidad frente a España por una cómoda coexistencia beneficiosa para ambas partes gestoras. Reconocimiento y respeto por parte de Estado a cambio de ser freno de mano del independentismo y arietecontra el MLNV.

No entorpecer los intereses de España en Euskal Herria y, en pago, ceder los instrumentos de gestión del entramado autonómico... Nacionalismo folclórico de postal para encubrir el desistimiento en la lucha por la libertad de Euskal Herria. Esa es la auténtica vergüenza que ahora pretenden purificar exigiendo a la izquierda abertzale que reconozca su «error histórico» e incluso que se arrepienta de su recorrido.

La hegemonía política ha sido la garantía del PNV. Ahora que comienza a ser cuestionada, se han encendido las luces rojas. Con una izquierda abertzale empujando y demostrando a todos los niveles su cualificación gestora, con una sociedad en creciente y voraz apetito soberanista, la placidez jeltzale comienza a tambalearse.


Hemos entrado en un tiempo en el que marchitan las máscaras de la impostura. Ya no se puede vivir ni en postales ni sobre falacias. Así que el PNV deberá resolver su encrucijada histórica, y eso hoy no se logra ni falseando la memoria ni tergiversando el presente, porque la sociedad vasca reclama las cosas claras y las cartas sobre la mesa.

El PNV, acostumbrado a balances de pérdidas y beneficios partidarios, deberá comenzar a pensar en clave de país. Habrá que incentivarle para ello, para que su decantación sea lo más rápida posible por los intereses de la nación vasca, para lo que fue fundado hace más de un siglo. Deberemos llevarle al punto crítico en el que se dé cuenta de que pierde más permaneciendo al lado de España que apostándolo todo, de manera comprometida, por la soberanía.

Quizás el PNV podría perder la hegemonía. Podemos demostrarle con pedagogía, con la acción política diaria, con la presión crítica y constructiva que ganará más con Euskal Herria que con España. La apuesta ganadora es la del futuro en libertad de la nación vasca como estado soberano del continente europeo, del que somos pueblo originario. Incluso como partido ganará más, porque apostando por la patria ganamos todos.

El reconocimiento de la existencia de Euskal Herria, su soberanía e integridad territorial es una deuda que tenemos con las generaciones venideras. Es una responsabilidad ineludible porque entre todos deberemos diseñar el porvenir en el que vivamos como ciudadanos libres de una nación libre.

Ir agrupando a la inmensa mayoría de la sociedad vasca es una ingente tarea que requiere mucha energía y paciencia, inteligencia y coraje. Pero ¿hay algo más apasionante que ser los protagonistas del reconocimiento de una nación? Sin prisa pero sin pausa, a ello vamos.

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