Bitor Abarzuza Fontellas y Maika Soto Muro
Vecinos del Arga

Sobre la tala masiva de árboles de La Nogalera

Creemos que la seguridad no está reñida con la conservación de los espacios naturales. Vemos, con inquietud, que se sigue una política intrusiva; y solicitábamos, con el cambio político, una justamente menos agresiva y más conservacionista. Se sigue sacando con demasiada facilidad la motosierra, antes que pensar en medidas más protectoras del entorno natural.

Los vecinos y vecinas de Burlada vemos con disgusto e indignación que una vez más la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona se dispone a talar 17 árboles enormes. Hace tiempo fueron otros tantos y hace unos pocos años una tacada parecida. Poco a poco lo que era un hermoso bosque se está quedando desolado. La razón esgrimida para ello es la caída de ramas y el riesgo que corremos el vecindario.

Con el argumento de que no hay otra alternativa de seguridad que la tala, nos cargamos un ecosistema detrás de otro. Allá donde deja su huella el ser humano, allá que habrá que primar su supuesta seguridad transformando el medio ambiente. ¿No es lo que se viene haciéndose desde la era industrial? ¿No sería más precavido restringir el acceso en los días de fuertes vientos o podar con racionalidad algunas ramas a punto de desprenderse? El caso es suprimir árboles grandes y frondosos, con sus propios ecosistemas, sustituyéndolos por árboles pequeños con ecosistemas diferentes. ¿No será que el motivo es más bien el ahorro en tareas de limpieza, de poda sostenible, de mantenimiento y gestión forestal? Lógicamente, cuanta más tala, más inseguridad; dado que los árboles que quedan están más aislados y las ramas que puedan caer con los vientos, en lugar de quedarse entrelazadas entre ramas de árboles contiguos, caerán libremente al suelo. Y cuanto más aislados están los árboles, menos posibilidades de un desarrollo adecuado, ya solo por el hecho de que al no compartir raíces con árboles hermanos, su alimentación puede ser más precaria.

A nuestro modo de entender lo que está en riesgo es el hábitat de pájaros carpinteros, abubillas, ardillas, la infinidad de pequeños pájaros y especies de murciélagos, además de la inmensa variedad de insectos; más la eficacia ecológica en la absorción de CO2 de árboles casi centenarios. Los árboles eliminan el dióxido de carbono de la atmósfera, y esta es la razón por la que preservar los bosques viejos es una parte muy importante en cualquier intento de mitigar el cambio climático. Expertos como el ingeniero forestal de renombre internacional Peter Wohlleben afirman con investigaciones científicas que los árboles viejos son mucho más productivos que los jóvenes, e importantes aliados contra el cambio climático. Es por eso que, en su opinión, «revitalizar» los bosques es un error. Un árbol viejo no es sinónimo de árbol enfermo. En estos días especialmente calurosos podemos disfrutar del gran frescor que proporciona el abrigo de estos frondosos árboles. Y no se debe únicamente a la sombra que nos proporcionan. Los árboles toman agua de la tierra y esta agua es, en gran parte, evaporada a través de las hojas, lo que provoca esa gran sensación de frescor. Los árboles pequeños, con sus escasas hojas no tienen el mismo efecto, aunque se planten en grandes cantidades. Los árboles también eliminan contaminantes como el ozono y el óxido nítrico de la atmósfera; la cantidad absorbida depende de la superficie de la hoja. Por eso, los árboles grandes son mucho más efectivos en la limpieza de estos contaminantes. En fin, hay bastantes razones para sostener que la sustitución de árboles frondosos y veteranos por árboles pequeños no es una política medioambientalista y conservacionista convincente, y mucho menos, con el peregrino argumento de la seguridad de los viandantes. Bajo ese argumento, una tanto engañoso, habría que talar incluso el Amazonas, toda vez que siempre hay presencia humana en peligro de que alguna rama te caiga encima. Es de perogrullo decirlo, en días de tormenta, el sentido común es el mejor casco de seguridad. No matamos a las abejas en masa porque nos piquen.

Nosotros creemos que la seguridad no está reñida con la conservación de los espacios naturales. Vemos, con inquietud, que se sigue una política intrusiva; y solicitábamos, con el cambio político, una justamente menos agresiva y más conservacionista. Se sigue sacando con demasiada facilidad la motosierra, antes que pensar en medidas más protectoras del entorno natural. ¿Hay algún informe que avale que los árboles pequeños que instala la MCP cubren la gran riqueza o diversidad que cubren los bosques de árboles frondosos? ¿Qué informes realmente medioambientales, biológicos y zoológicos justifican la tala de árboles de semejante porte y riqueza medioambiental?

¿De quién es el bosque? Que la MCP ejecute su política en nombre del vecindario sin realmente plantear al vecindario las cuestiones relativas al bosque, nos parece, cuando menos, desacertado. Agradecemos su preocupación por la seguridad de las personas, pero creemos que la seguridad como prioridad no es un ámbito que realmente pertenezca a la Mancomunidad (vemos más lógica esa priorización en un departamento de interior), pues suponíamos que esta institución tenía un sesgo más medioambientalista. Solicitamos desde estas líneas que la MCP coteje la opinión de la corporación local de Burlada, de sus asociaciones ecologistas y vecinales y su vecindario en general, antes de actuar de nuevo con ese tesoro forestal. Que piense dos veces lo que puede suceder con esta nueva tala, un golpe ya definitivo para cambiar radicalmente el ecosistema, el aspecto y los valores asociados al lugar de la Nogalera. El bosque es de todos.

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