Jabiertxo Andiarena Martínez

Striptease político bajo la cúpula franquista

Corría enero de 1965, cuatro jóvenes navarros militantes de la organización “Libertad Navarra” eran detenidos por la policía -uno de ellos herido de bala- un mes después de haber atentado con pintadas y dinamita contra la fachada del mausoleo franquista “Navarra a sus Muertos en la Cruzada” popularmente conocido como “Los Caídos”. La audaz acción apenas provocó unos desconchados en el edificio pero su efecto político fue de tal envergadura que el régimen franquista se vio obligado a organizar un gigantesco acto de desagravio propagandístico con todo su aparato militar, político, eclesial y civil para contrarrestar el gran simbolismo de la acción político-armada que indefectiblemente demostró que si el mausoleo franquista no tenía grietas, la dictadura sí.

Hoy 59 años después de aquellos hechos, tres de las cuatro fuerzas políticas autodenominadas «progresistas» que gobiernan y/o sustentan los gobiernos municipal de Iruñea y foral de Nafarroa intentan convencer a la sociedad navarra de que el mantenimiento en pie del monstruo que aquellos jóvenes activistas de “Libertad Navarra” agrietaron con más convicción política y entrega que medios es la mejor manera que tiene Navarra de devolver la dignidad a las víctimas del genocidio franquista y borrar del centro de la ciudad el obsceno y permanente homenaje a sus asesinos. Difícil tarea no solo por las evidentes contradicciones ideológicas, éticas y técnicas del acuerdo de despacho pergeñado por PSN, EH Bildu y Geroa Bai sino también por las claves políticas que han alumbrado y van a continuar alumbrando el desarrollo de un para unos «acuerdo histórico» y para otros «acuerdo de la vergüenza». Un acuerdo que ha dejado al desnudo -si no lo estaban ya- formas de hacer política y estrategias de partido que pienso están quedando un tanto en segundo plano en el debate público sobre el acuerdo y que conviene analizar y valorar puesto que van más allá del futuro del fatídico monumento fascista.

Comencemos el striptease político con la derecha española (pónganle si quieren la preposición acusativa, yo no veo diferencias). Fuera del poder desde hace diez años en el Gobierno Foral y uno en el Ayto. de Pamplona desde la moción de censura aún no digerida, a diferencia de sus progenitores ideológicos de aquel 1965 y con excepción de los exabruptos del tránsfuga Adanero aludiendo al sempiterno comodín de ETA es evidente que la caverna política y mediática española no ha hecho ni quitarse la camisa (color azul falange). En primer lugar porque se alegran de que el monumento que sus antecesores construyeron vaya a seguir en pie, en segundo lugar porqué son conscientes del valor simbólico intrínseco e imborrable de determinadas construcciones (por esta razón derribaron contrarreloj, con premeditación y alevosía hasta la última piedra de la cárcel de Pamplona sin tan siquiera permitir que antes se sacase de allá un simple cuaderno) y en tercer lugar porque saben que cualquier intento de «resignificación» puede resignificarse de nuevo tan pronto como vuelvan al poder (ya lo están haciendo en otros lugares del estado) y esperan su momento de salir a escena, oportunidad que ven factible a medio plazo gracias a la ola fascista que arrasa el mundo y moja ya nuestros pies (aunque en esta tierra nuestra nunca dejó de salpicarnos desde que el enano genocida muriese en la cama).

Vayamos con la estrella del show, el PSOE aterrado por la idea de que la demolición de “los Caídos” pudiese convertirse en una referencia legal y social de cara a la gestión todavía pendiente del otro gran «marrón» memorialista -Cuelgamuros-, expresó desde el minuto cero en público y en privado su oposición absoluta al derribo del segundo monumento franquista más grande del estado y ya protagonizó un primer desnudo parcial en 2020 cuando junto a Podemos desestimó las enmiendas a la Ley de Memoria Democrática que tanto EH Bildu como asociaciones memorialistas enviaron desde Navarra y cuya inclusión en la Ley hubiese posibilitado/obligado a derribar el sarcófago que preside Carlos III (por aquel entonces ya vacío de momias franquistas gracias a la excelente operación política del primer gobierno municipal de Asirón). Ahora, el PSN despojándose impúdicamente de las poca ropa que le quedaba puesta ha impuesto los límites de la negociación en la cual se ha dirimido el futuro del templo franquista. Un strip-poker con cartas marcadas en el que una de las cartas – la del derribo- nunca estuvo en la baraja simple y llanamente porque el PSN la sacó antes de comenzar la partida.

Sigamos con el resto de strippers protagonistas del striptease foral realizado a la sombra de la cúpula fascista: Zurekin-Contigo se posicionó públicamente a favor del derribo tan pronto como percibió la cobra que le estaban haciendo sus socios de gobierno foral y municipal y fue conocedor del derrotero que había cogido la negociación a tres. Un posicionamiento coherente con los idearios de la sopa de letras que confluyen en ZC pero fácil de adoptar debido a su exclusión de la negociación y sin duda un posicionamiento que estratégicamente va a intentar rentabilizar políticamente durante el resto de legislatura (ya ha comenzado con ello).

Las otras dos fuerzas políticas firmantes del acuerdo, Geroa Bai y EH Bildu se abrazaron a la barra americana de la misma y ambigua manera: ni una ni otra se han posicionado oficialmente durante años a favor de una u otra opción, decisión puramente estratégica en ambos casos, aunque EH Bildu comenzó pronto a desnudarse sutilmente al ritmo de declaraciones de algunos dirigentes e iniciativas realizadas en el Ayntuamiento de Iruñea durante la anterior legislatura de Joseba Asiron (informes, conferencias, concursos de ideas, etc.) que delataban ya una incipiente, inexplicable e inexplicada actitud de optar por la conservación del mausoleo franquista.

Dada la política fluida que practica la marca blanca del PNV en Navarra, no habrá sorprendido a nadie la mojigata actitud de Geroa Bai de no mojarse en la nauseabunda agua del estanque de la “Plaza de la Libertad” (¿existe alguien en la capital del viejo reyno que le llame así?), máxime cuando la opción del derribo conlleva una confrontación política institucional con su socio de gobierno en Nafarroa y en Euskadi. La confrontación no es una de las señas de identidad política de GB (la única y «ejemplar» confrontación recordable es la que tras su debacle electoral mantuvo con el PSN por el número de consejerías en el actual gobierno foral) y tampoco es algo que guste a su electorado así que ¿Para qué enredar? Si a esto añadimos que la milonga de la resignificación es más vendible entre el no muy ideologizado electorado de GB que una palmera de chocolate en un patio de instituto la postura de los de Barkos estaba cantada: mejor salir al escenario con el kaiku puesto y abrochado, lo cual no ha evitado que se le vea el plumero.

El desnudo integral le ha tocado sin duda a EH Bildu, quien en pelota picada y sobre tacones imposibles se ve obligado a vender su número tanto a una indeterminada pero nada desdeñable parte de su base social y electoral partidaria del derribo -algo que no se consigue con una mera consulta a sus militantes y simpatizantes inscritos, menos aún si el resultado de esta consulta era irrelevante puesto que se realizó posteriormente a la firma y difusión pública del acuerdo-, como a las asociaciones memorialistas y de víctimas del genocidio franquista posicionadas al otro lado de la barricada (situación casi inédita para la Izquierda Abertzale siempre alineada con los movimientos sociales). Arriesgado número de baile pues para una fuerza política heredera de la lucha antifranquista y con la histórica deslegitimación del régimen del 78 como seña de identidad (el mismo régimen que ha permitido que los monumentos franquistas -entre ellos los Caídos- sigan en pie cuarenta seis años después). Que el desgaste del espectáculo recae en exclusiva sobre EH Bildu se está visibilizando ya durante los primeros días posteriores al 20N en los que tan solo EH Bildu está defendiendo bajo los focos el acuerdo con todos los medios a su alcance mientras PSN y Geroa Bai están a sus cosas en camerinos. Un harakiri ideológico-estratégico que EH Bildu asume en favor de la estrategia institucional y electoral que la coalición abertzale de izquierdas lleva ejerciendo con éxito desde hace unos años y que entre otros condicionantes y renuncias pasa por no confrontar con el PSOE. Estrategia que la IA considera está dando ya sus frutos, tal y como como afirmó Otegi en la manifestación nacional que EH Bildu realizó el pasado 23 de noviembre.

En realidad, el polémico acuerdo no es sino el espejo en el que se refleja cual maja desnuda goyesca toda la política pactista institucional que hoy se desarrolla en Nafarroa. Sabido es que el PSOE solo se mueve de sus parámetros políticos cuando como se dice popularmente «está cogido por los huevos» (miren sino al Congreso de los Diputados) y la realidad es que en Nafarroa debido a la aritmética institucional y a las estrategias de partido mencionadas no hay una sola fuerza política capacitada o/y dispuesta a ejercer el “apretón genital”. Consciente de esta ventaja, el PSN siempre ubica el campo de negociación en su frontera de seguridad de tal manera que sea lo que sea lo que se negocie los “socialistas” no dejan un pelo en la gatera mientras que sus socios se dejan mechones enteros. El acuerdo de Los Caídos es el último y mediático ejemplo de esto pero se podrían enumerar a puñados. Baste como ejemplo el más evidente y trágico: tras diez años de gobiernos «progresistas» y nueve presupuestos negociados -más un décimo en ciernes-, la infame «Ley del Vascuence» sigue vigente posibilitando la práctica de una política lingüística euskarafóbica que el PSN aplica eficientemente para regocijo de la derecha española y la desesperación de la comunidad euskaldún y euskaltzale de Nafarroa. Una indecente política lingüística contraria a todas las recomendaciones europeas para con las lenguas minoritarias que el ejecutivo intenta tapar con Euskarabidea igual que ahora se propone tapar la gigantesca cúpula fascista de 20 m. de diámetro y 35m. de altura (ahí es nada) con alguna genialidad «Calatravatresca».

La última vergüenza -y quizás desde un enfoque estrictamente democrático la más grave- que ha quedado a la vista del que quiera ver es el concepto de «democracia participativa» que al menos en esta cuestión manejan las formaciones políticas firmantes del acuerdo, quienes sin ruborizarse han propuesto una «consulta ciudadana» en la que acuerdo mediante se ha secuestrado ya el derecho a votar por la opción de la demolición a los miles de ciudadanos y ciudadanas que así lo desean. Impresentable e incomprensible traslación a nuestros días del despotismo ilustrado del siglo XVIII, -«Todo para el pueblo pero sin el pueblo»- sospechosamente coincidente con la opinión expresada por el Sr. Martín Zabalza, Director general de Memoria y Convivencia del GN en aquel impresentable artículo de hace meses en el cual poco menos que llamó paletos a los ciudadanos y ciudadanas partidarios del derribo. Tras semejante despropósito democrático a las fuerzas firmantes del acuerdo tan solo les queda proponer tapar la cúpula fascista con retratos gigantes de Carlos III de España y Catalina II de Rusia, al menos nos ahorraríamos los miles de euros que costará el nuevo (recordemos que ya se hizo uno hace ocho años) concurso de ideas más o menos ocurrentes.

Hay quienes afirman que «el bacalao está vendido», yo no lo tengo tan claro. Está por ver si el complejo andamiaje legal que hay que desmontar y montar para materializar el acuerdo, la activa presión social en contra del acuerdo y los propios condicionantes técnicos no convierten el «histórico acuerdo» en poco más que una declaración de intenciones, al tiempo.

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