Adel Alonso
Artista plástico y escritor

Tapabocas

Con el tiempo se acabará llamando al covid-19 «tapabocas». No porque su símbolo más popular es la mascarilla, sino porque evita hablar de otra cosa. Cuando una sociedad pierde el espacio público es como un país sin territorio. No podemos dejar que el covid-19 calle nuestra voz y nuestra presencia.

La verdad del poder y el virus covid-19 expresan similitudes en su aplicación. El sentido eufemístico de la primera y la realidad ya cotidiana del segundo nos obligan a adoptar unas formas de comportamiento que en su resultado final limitan nuestra libertad.

Cuando nos mandan tapar nariz y boca (no oler, no hablar), cuando nos mandan distanciarnos entre nosotros (no amar), cuando nos cierran fronteras (no volar)..., esto significa obediencia contra voluntad, creencia contra deseo. ¡Por nuestro bien, individual y colectivo!

No tengo interés en interpretar ni la verdad del covid ni la verdad del poder (que generalmente esta última suele ser «mentir en forma de verdad»). Existen dudas y existe confusión, como la vida misma, pues nos encontramos con algo nuevo e imprevisto, aunque real, pero si adoptamos una sumisión teledirigida y no una prudencia responsable alimentaremos nuestros miedos. Por eso hemos de ser conscientes, contrastar la información, colaborar con las soluciones y tener claros los valores e ideales que nos hacen colectivamente mejores, y actuar en consecuencia.

Con el tiempo se acabará llamando al covid-19 «tapabocas». No porque su símbolo más popular es la mascarilla, sino porque evita hablar de otra cosa. Cuando una sociedad pierde el espacio público es como un país sin territorio. No podemos dejar que el covid-19 calle nuestra voz y nuestra presencia.

Y como sigo con la idea de no interpretar ni la verdad del poder ni cuestionar cómo se afronta la crisis derivada del covid-19, quiero anotar una serie de reflexiones irónicas en forma de diaforismos:

No se sabe con exactitud cuántas personas murieron por coronavirus y cuántas por causas paralelas. Menos aún por causas de miseria.

Vistos los logros científicos de la humanidad, y conocidos los efectos del progreso, no me cabe duda, ¡vamos a morir de éxito!

El miedo es libre. Alimentarlo es peligroso, engordarlo es una vileza.

La libertad en la sociedad de consumo nos hace esclavos. El miedo en tiempo de pandemia nos enferma. Menos mal que nuestros clarividentes nos guían.

Me encuentro verdaderamente feliz, me dijo un amigo. Cuando volví a casa y escuché las noticias, me preguntaba cómo se puede ser tan afortunado.

La ciencia experimenta un acelerado desarrollo. La riqueza y el bienestar nunca habían logrado cotas tan satisfactorias, se vanaglorian los países ricos. Todo lo demás se calcula como daños colaterales.

«No contaminar ni destruir la naturaleza», reza el eslogan en su mejor intención. Será difícil lograrlo cuando nuestra propia intención parece estar contaminada.

Cuando la verdad sale de la boca del poder regresa multiplicada a su boca. La verdad del poder genera buenos beneficios, por supuesto para unos pocos.

La verdad de la ciudadanía se le vuelve en contra. La mentira también.

La verdad que sale de la boca del poder regresa multiplicada y genera buenos beneficios. Una verdad que acabamos asumiendo como creencia necesaria. Solo nos falta tener la creencia que es mejor no pensar, pues nuestra felicidad, al parecer, depende de ello.

La gente inteligente está llena de dudas, y esto no se sabe si es productivo o no. Los tontos sólo tienen certezas, como los robots, lo cual parece ser muy eficiente. Solo nos falta pensar que es mejor no pensar, pues nuestro progreso, al parecer, depende de ello.

Quizás el miedo sea mayor cuando nos quitemos esa mascarilla. Eso demostraría una eficacia oculta. Pues ya se sabe: Las normas las pone alguien, y comúnmente se nos escapan los motivos últimos de su ubicación.

El hombre se considera superior porque piensa. ¡Como si no conociéramos los resultados de su consideración!

Una mentira repetida diez veces, se convierte en verdad. Una verdad repetida dos veces, pierde su valor.

La inteligencia siempre ha resultado sospechosa. Será por eso que nos gobiernan quienes nos gobiernan.

Me encontraba ante el televisor siguiendo los avances sobre la pandemia. Entonces comprendí la gravedad de nuestro retroceso.

Los políticos del poder aprenden a mentir, dicen, en aras de grandes objetivos colectivos. Hasta que la mentira se convierte en el principal objetivo de su subsistencia personal.

La inseguridad nos acorrala, la seguridad nos hace esclavos. Todo esto ocurre mientras dudamos sobre nuestras prioridades.

El mundo es un juego de mistificación. Solo ha aprendido a construirse destruyendo a destruirse construyendo.

Hablablaba. Le respondió alguien: bla, bla. Y otro:  bla, bla, bla. Alguien dijo: guau, guau. Y le pusieron una correa.

Noticia del 2 de octubre. Petronor, TAV, Supersur, Iberdrola y otros «proyectos tractores» podrían percibir más de la mitad de los 10.228 millones de euros destinados a Euskadi, procedentes de los fondos de la UE para la reactivación económica, según los proyectos remitidos por el Lehendakari a Pedro Sánchez. Bla, bla, bla.

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