Tarea vasca: sembrar vecindad
Imanol Pradales juró su cargo como lehendakari el pasado 22 de junio. Al margen de otras percepciones que tenga, le será muy positivo mirar el proceso del pueblo vasco para evaluar la época en que vivimos y definir con acierto su tarea.
Vamos a ponerle un simple esquema de esa perspectiva, Mirando muy lejos hallamos las afirmaciones de los etnólogos recalcando la etnia de la población vasca. Seguidamente, entramos en su proceso histórico. Es efectivo ir por zonas, y por ello arrancamos con San Sebastián, cuyo nombre Easo conmemora una antigua ciudad romana que había existido allí. Yendo a Vitoria recordamos que su nombre victoria viene de Sancho VI de Navarra, evocando su autoridad llena de éxitos guerreros. ¿Y el nombre Gasteiz? Alude a un antiguo pueblo existente junto a esa ciudad. Nos falta Bilbao, y leemos que inicialmente había estado en una pradera húmeda en la parte baja de un valle. Pasando a la zona vasca del sur francés, subrayamos el hecho de que la gente de esa zona fue acusada en el siglo por el gobierno revolucionario de París de que detestaban a su patria, y miles de personas fueron arrancadas de sus hogares, y confiscados sus bienes.
Ya en el siglo XIX, entre los años 1833-1876, nos topamos en la península con las «guerras carlistas». Iniciadas por gentes que buscaban el regreso a la monarquía tradicional y de esa manera conservar sus costumbres y leyes, pero topándose en ello con la represión de los políticos centralistas que buscaban un gobierno liberal.
Entramos en el siglo XX. Ahí encontramos en el pueblo vasco y en las demás tierras peninsulares el régimen franquista, que no solo llevó a cabo una guerra brutal durante tres años, sino que ejerció seguidamente la dictadura tratando de aplastar los movimientos obreros y republicanos, y tapar la boca a las personas.
Una vez muerto ese dictador en el año 1975, sobrevino una múltiple cantidad de reacciones arrastrando la rabia del dolor y represión que habían llevado a cabo.
En todo caso, tras aquella tremenda dictadura, quedaba en el estado peninsular el largo quehacer de echar del poder a los mandones, y crear una soberanía popular. Además, había entre las gentes una tarea no verbalizada expresamente pero muy importante: difundir el sentido de vecindad. El PNV aportaba la idea de un nacionalismo vasco; el Partido Socialista marcaba la realidad de que los obreros eran núcleo de este país. el Partido Popular estaba enhebrado en la idea de España como entidad única. Y Herri Batasuna trataba de romper la dinámica de los mandones centralistas. La vecindad estaba callada. Pero sentido de vecindad no se verbalizaba.
Junto a esas perspectivas tenemos en casa actualmente un hecho de gran importancia: que la mitad de los vascos son venidos de fuera, o hijos de venidos de fuera. Esa pluralidad nos indica la necesidad de crear una intensa correlación de personas y tierras por diferentes que sean.
Pero con ese objetivo, ¿qué proyecto tenemos delante? Muy complejo y sencillo a la vez. Promover el sentido de vecindad entre gentes y poblaciones. Y conseguir que todos acepten el camino de vivir sin romper ideologías, ni tapar su procedencia, ni sus características físicas.
Un campo más: proponer con la máxima claridad que la mujer asuma y se adentre cada vez más en la dinámica deportiva, social y política, sin restringirse en modo alguno a ser operaria de quehaceres domésticos, ni inclinarse al hombre.
En esa pluralidad hay también un mandato al gobierno central y a sus adictos: acabar con la represión policial y con el sistema carcelario y medidas penales. Hasta el punto de que hagamos lo que realmente necesitemos o deseemos sin que tengamos encima el riesgo de que nos echen encima el sistema represivo.
Es importante citar otra tarea a realizar en nuestras tierras y en todas las zonas y gentes para tener una actitud acertada: que debemos conocernos mejor, valorar las características de los demás, asumir los planes de unos y otros. Asentando y aprovechando nuestra pluralidad.
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