Jokin Revilla
Trabajador del Ayuntamiento de Bilbao jubilado

Tengo la conciencia tranquila

¿Qué garantías tiene la persona que se atreve a denunciar? ¿Por que no hay protocolos de protección para los denunciantes de corrupción? ¿Que mecanismos anticorrupción tiene hoy la Ertzaintza?

Esto dijo el lehendakari Urkullu, y se reprodujo en los medios el 14 de enero, al publicarse la sentencia sobre el llamado caso De Miguel. Y añadió algo más: «Me siento orgulloso por la actuación de mi partido».

¡Vaya dos perlas! No me puedo imaginar lo que habrá sentido la persona que denunció la corrupción oyendo esto. Ella que tuvo que sufrir, desde el primer momento, descalificaciones, incomprensión y la exclusión en los concursos de la empresa donde trabajaba. Lo cual desgraciadamente no es nada nuevo. Hace ya muchos años que Arzallus declaró: «Los empresarios a quienes se les adjudican obras, conocen muy bien las necesidades monetarias del PNV». Ha llovido mucho en este mal llamado «oasis vasco», donde no hay palmeras que den sombra, ni agua que calme la sed de justicia de un sector cada vez más grande de la población. Y cuando digo población, incluyo obviamente a todas las personas que vivimos en esta Comunidad, tengamos el color y el origen que tengamos, y llevemos viviendo aquí el tiempo que sea y, por supuesto, a los cientos de personas que sobreviven en la calle.

Si el PNV tuviera un poco de mesura, hablaría menos. O al menos él y Ortuzar tendrían que medir más sus palabras. Porque si quieren demostrar que «son buenos gestores», deberían informar en todos los medios públicos –y que ellos utilizan como propios– una lista con todas las personas del PNV que han sido condenadas por su gestión, todas las personas del PNV que están pendientes de juicio y todas las personas del PNV que han tenido sentencia firme de inhabilitación.

Si lo hicieran, podríamos calibrar cuanto tienen de conciencia tranquila, y cuanto orgullo sienten por la actuación de su partido. De lo contrario, seguiremos poniéndolo en duda.

Entretanto, estaría bien consultar los diferentes libros, sobre este tema, de Ahoztar, Zelaieta e Igor Meltxor. Investigadores concienzudos sobre el clientelismo y la corrupción en el PNV. Pero claro, su trabajo no tiene eco en casi ningún medio, y menos en los mal llamados públicos, que, aunque pagamos entre todas, están controlados únicamente por el PNV.

Yo he trabajado 31 años, como subalterno, en el Ayuntamiento de Bilbao, siempre gestionado por el PNV. Durante muchos años todas las jefaturas se concedían a dedo. Pero no a las personas mejor preparadas, sino «casualmente» solo a personas pertenecientes al «partido». Al parecer a nadie le importaba. Hubo un pequeño escándalo cuando en Catalunya se conoció la participación de Convergencia y Unión en cobros ilegales de mordidas, a raíz de la pugna entre Pujol y su eterno socio del PP. Incluso aquí hubo un amago cuando el PP amenazó con judicializar las adjudicaciones de las obras del TAV, pero enseguida hubo «entendimiento en las alturas».

Que el caso De Miguel haya tardado tanto tiempo en sentenciarse, y que mientras tanto varios condenados hayan ocupado cargos de dirección en diferentes sociedades públicas es de una arrogancia y prepotencia muy grandes. Y que además digan que tienen la conciencia tranquila y que están orgullosos de la actuación del PNV, es burlarse de toda la sociedad. Esto no debiera ser consentido. Quien calla, consiente, y en el tema de la corrupción hay demasiados silencios y muy pocas denuncias. ¿Pero qué garantías tiene la persona que se atreve a denunciar? ¿Por qué no hay protocolos de protección para los denunciantes de corrupción? ¿Qué mecanismos anticorrupción tiene hoy la Ertzaintza?

Necesitaríamos que se considerara un bien público la posibilidad de denunciar anomalías y corrupción en las administraciones, y que la persona que denuncia pueda estar en todo momento protegida, sin el riesgo de sufrir represalias de ningún tipo. Si se fomentara esa cultura solidaria, conseguiríamos una sociedad más justa, y que las instituciones estuvieran administradas por personas y partidos más transparentes. Sabemos la virtualidad del dicho popular que afirma que «el poder corrompe». Por eso hay que dotarse de medios y leyes para que el clientelismo y la corrupción no existan, y, menos aún, se cronifiquen.

¡Ni un caso de corrupción más! ¡Ni clientelismo, ni corrupción! Transparencia e información pública en torno a todos los casos de corrupción. ¡Una administración transparente, con igualdad de trato para toda la ciudadanía!

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