Alfredo Ozaeta

Tesoros auténticos

Se hace imprescindible recuperar los valores y síntesis de las luchas e inquietudes que en algún momento fueron válidas para intentar conseguir un mundo más justo y mejor para todo el planeta.

En estos tiempos donde la valoración de todo lo que nos rodea se basa en su tasación material o dineraria, obviando e incluso menospreciando todo aquello que no esté estructurado en fondos financieros o cotice en bolsa, es necesario hacer una retrospección y visualizar lo que nos ha traído hasta al punto donde nos encontramos.

La actual situación debe ser un aspecto más de la evolución de los nuevos tiempos, o la adaptación y transición a la modernidad, como gusta llamar a muchos políticos y pseudointelectuales a nómina del sistema. Que no es otra cosa que decirnos: que nos olvidemos de ideales, utopías o ensoñaciones y solo pensemos en el hoy, en uno mismo y en lo que nos reporte beneficios sin plantearse como ni de donde.

Desgraciadamente, ello nos has hecho olvidar, prescindir e incluso valorar en su justa medida los valiosísimos «tesoros» heredaros de las diferentes culturas. Activos inherentes a todos los pueblos y civilizaciones que los acomplejados e ignorantes desprecian a la par que intentan ridiculizar
Las acepciones etimológicas de tesoro, bien en griego, thesaurós, o su derivada al latín, thesaurus, (altxorrak, ¿qué diferente en euskera no?), se referían a persona o cosa muy buena, como expresión de afecto y cariño anteponiendo o primando siempre las personas, su bienestar o felicidad sobre los bienes.

En la actualidad, tanto su interpretación como sus connotaciones han hecho que se desvirtúe y pervierta su propio significado, dejándolo en algo superficial y tangible en términos contables. En total consonancia con la falta de estima y dignidad, fagocitadas por la servidumbre a la que nos están sometiendo las tecnologías y a lo «socialmente correcto» que los poderes consideran.

Tiempos en los que los valores solo adquieren consideraciones y apreciaciones de cálculo práctico-monetario. Los intangibles no existen, es más, pretenden devaluarlos o desnaturalizarlos, que nos cuestionemos «el para qué sirven». Hablamos de conciencia en sentido moral, ético o cívico, que lo que está bien o mal se reduzca a los parámetros de lo que su sistema o intereses interpretan por correcto o incorrecto.

Contamos con tesoros que no solo son dignos de estimación, sino que su pervivencia es sinónimo de felicidad y garantía de pacífica convivencia. Las diferentes culturas de los pueblos, su respeto, así como las cualidades que emanan de valores como honradez, honestidad, solidaridad, valor de la palabra dada, compromiso, cuidado del planeta y sus bienes, y por supuesto, el derecho a la rebeldía para la obtención de mejoras en la igualdad y justicia para todas sin distinción alguna, son solo una pequeña parte del caudal que todas las sociedades, oculto o no, atesoran.

Esto que puede parecer utópico o desvaríos de mentes ilusas es algo que seguramente la mayoría lo hemos conocido, vivido y mamado de una gran parte de generaciones anteriores y por supuesto también de las de ahora. No es otra cosa que lo que siempre hemos entendido como por personas decentes, algo que por mor de la codicia humana y al igual que los recursos naturales y universales, se encuentra en peligro de extinción.

Y como no mencionar una de las mayores joyas que alberga un país tan pequeño como el nuestro, si, si, nuestro idioma, el euskera. No solo por el valor cultural, historia, antigüedad y su milagrosa pervivencia pese al acoso, imposición y represión que han ejercido los imperios invasores para hacerla desaparecer. También por el respeto que nos merece el esfuerzo de nuestros antecesores en legarnos algo tan valioso como es un idioma cargado de cariño y sentimientos, sin entrar en las importantísimas y valiosísimas aportaciones que desde el punto de vista antropológico o histórico ha legado. Solo por ello estamos obligados a preservarla; aprendiéndola, hablándola y trasmitiéndola.

Algunos osados se atreven a tildarla de lengua muerta, no son capaces de comprender o entender que los orígenes, cultura y sentimientos son inmortales. Pero como dijo Antonio Machado, …desprecian todo cuanto ignoran, en referencia a los imperios que dicen que fueron y dejaron de serlo, en uno de sus maravillosos poemas de su obra: Campos de Castilla.

Lo que llama poderosamente la atención es que todavía se cuestione cuál es su valor. Como cuando te hacen la pregunta que pretende ser inocente de: ¿para qué sirve?, incluso por personas nativas, sin hablar de inmigrantes o personas desubicadas del destino donde la fortuna o infortunio les ha situado. Y les respondes con otra, por ejemplo: ¿que para qué sirve ser honrado, mantener la palabra, la honestidad, solidaridad, respeto e igualdad, etc.?, no responden. Siguen sin entender que una lengua, incluida la suya aunque le haya sido impuesta, tiene un valor incalculable, es el corazón de un pueblo, de una cultura, de la vida en sí. En definitiva, de decencia, y si ello desaparece, habrá desaparecido una gran parte de la razón de ser de nuestra existencia. Algo que los dominadores, colonizadores e invasores siempre han tenido muy claro y presente.

En estos momentos de confusión total en la mayoría de las sociedades, con pandemias de laboratorio, economías dirigidas, guerras programadas, monedas virtuales e infinidad de manipulaciones, pérdida de referentes y mentiras varias para parametrizar nuestras vidas y comportamientos, se hace imprescindible recuperar los valores y síntesis de las luchas e inquietudes que en algún momento fueron válidas para intentar conseguir un mundo más justo y mejor para todo el planeta.

Los cambios, la libertad y el propio empoderamiento de nosotras y de nuestro pueblo deben empezar por desenterrar y recuperar estos tesoros y utilizarlos como instrumentos imprescindibles en la obtención de los legítimos objetivos que asisten a cualquier sociedad.

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