Antton Elorza

Todos tenemos que hacer un esfuerzo

Llevamos una larga temporada en la que cada día nos bombardean con noticias y comunicados orientados a generar miedo en la ciudadanía.

La última, por ahora, es la recomendación de los responsables políticos europeos para que todos hagamos acopio de un «kit de supervivencia» −agua, comida, medicinas, baterías, juegos, etc.− que serviría para sobrevivir tres días en caso de desastre bélico o natural. ¿Un terremoto? ¿Una inundación? ¿Un incendio? ¿O más bien insinúan todas esas catástrofes para no mencionar directamente lo que quieren? Meter miedo con la guerra. Y en ese caso, en vez de un kit de supervivencia, ¿no sería mejor uno de armamento, como en EEUU, con pistolas, subfusiles y bazucas? ¿Para qué sirve un kit de tres días? ¿No sería mejor uno para tres meses? Habrá que ir a los supermercados y vaciarlos ya, no sea que nos quedemos sin comida y muramos, no por el desastre, sino por el desabastecimiento.

Llevan varios días queriendo convencernos de que necesitamos gastar más en armamento ante el riesgo de una agresión por parte de no se sabe bien quién. Argumentan que EEUU podría abandonar la OTAN, dejando a Europa sola frente a un supuesto agresor. Por ello, insisten en que «todos tenemos que hacer un esfuerzo» y destinar miles de millones a la fabricación de armas. Esto se alinea con lo anterior: nuestro esfuerzo individual podría ser el kit de armamento.

En esta línea, políticos y empresarios aprovechan el clima bélico para impulsar la industria armamentista, presentándola como oportunidad de negocio y empleo. Como si negociar con la muerte −lo que provocan las armas− fuera un proyecto de máximo interés para la sociedad vasca.

Como vemos, nos transmiten mensajes inquietantes y de incertidumbre, preparándonos para un escenario de guerra. No ignoramos que hay países −algunos cercanos− que sufren guerras, y que eso podría llegarnos. Hay muchos locos peligrosos entre los que mandan. Lo grave es que, en vez de aprender del pasado, asumimos que la guerra es inherente al ser humano, justificándolo con los conflictos históricos.

Es triste que en pleno siglo XXI, con tanto avance tecnológico, seamos incapaces de resolver los conflictos civilizadamente. Hubo un intento tras la Segunda Guerra Mundial, con la ONU y la Declaración Universal de Derechos Humanos: se quiso crear un sistema de diálogo para evitar la violencia. Buena idea, pero fallida, puesto que se ignora a la ONU en los conflictos actuales. Y es comprensible, pues el derecho de veto de algunos países bloquea acuerdos y le resta autoridad.

En vez de potenciar lo bélico, debemos orientar la inteligencia, investigación y educación hacia soluciones pacíficas. Y eso debemos impulsarlo los ciudadanos, exigiendo a los poderes políticos, económicos y mediáticos que adopten una actitud constructiva, subordinando el beneficio económico al bienestar general.

No más guerras. No más armas. Y basta de sembrar miedo.


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