Juan Carlos Pérez Álvarez

¿Transporte público sólo para los privilegiados?

A esa gente que paga impuestos hay que decirle las cosas claras, o igual se cabrean. Son los jefes de la barraca, porque luego pueden votar. Y asumir «lo que ya saben» es vidrioso, porque puede situarte en un escenario indeseado. Eso sí, para la mayoría de los gerentes políticos, gabinetes de comunicación y sociólogos de cabecera estilo Pedro Arriola o Iván Redondo, saben que no va a haber un brote insurreccional. ¿Verdad? Porque los chalecos amarillos nunca existieron, y la polarización política es algo que en nuestro entorno no sucede. Véase Francia y Alemania, sin ir más lejos. Ironía, claro. En el turrón está la problemática. Cuando llegue el final de año, esa gente que paga impuestos va a ver como el transporte público va a duplicar su precio. Poco van a atender a que hace unos años se rebajó al 50% en un delicado acuerdo donde unos querían bajar el precio a costa de que lo pagasen otros, vamos, los entes subestatales, y cuando se hizo el acuerdo, los entes subestatales, escarmentados por la política de dependencia, que ellos no ponían guita sin que el de arriba pringara también. Es arriesgado, claro que sí. Sobre todo cuando le dices a la gente, oye, te puedo subvencionar solo una línea, solo un trayecto, y primero, fianza, y luego demuestra que viajaste, y si eso, después, se te devuelve. ¿Qué enfoque es ese? Uno absurdo, administrativista y burocrático. ¿Cómo se podría haber hecho? Pues como en Alemania. Paga 9 euros y tarifa plana. Porque, ¿para qué se hizo la rebaja?

Si fue para mitigar la crisis de impacto en precios, vamos, la inflación, no del todo explicada de las razones y sus ingredientes, con dejar como estaba la cosa, pero con descuento al 50%, ya estaba. Pero a eso se le añadió lo de la descarbonización y todo eso. Y el cambio climático. E incentivar el uso de transporte público. ¿Y eso como se hace? Bueno, pues haciendo más líneas, eso ayuda. ¿Se busca que el transporte público gane dinero? ¿Debe ser autosuficiente y autosustentable económicamente? ¿Un servicio público debe ofertar algo en condiciones que compita con el resto de servicios en tiempos, sacrificando calidad? ¿La gente va a ser tan estúpida de fijarse solo en una variable y desechar las demás? Esto viene a que en León han hecho unos kilómetros de línea de tren, que ahora quiere que se sea una senda verde. Recién hecha. ¿No es contradictorio con apostar por el transporte público? Uno que debe combinar la multidimensionalidad, vamos, que la gente puede ir el tren, tranvía, autobús… ¿Era para que la gente que vaya al trabajo en coche coja el transporte público? Raro, porque puede haber otra gente que pueda verse tentada a usar el transporte público con mayor asiduidad como alternativa al vehículo privado, y para actividades no laborales. Pero para eso es necesario simplificar y transmitir con claridad. Que no se tenga que hacer un curso para el trámite y que al final de la sensación de que eres un estúpido, un infra ser frente a la administración y encima te lo cobran más caro que antes. Y esa gente luego vota. Y no es cuestión de un partido u otra institución, pues todas van a tener que afrontar estas consecuencias, y la mejor idea sería explicar las causas y hacer entender cuál es el modelo propuesto, si es que hay alguno, y la toma de decisiones que se vaya a hacer. Ah, otra cosa es cómo se lo tome la ciudadanía. Que puede que mal o puede que lo ignore de manera resiliente. Pudiendo guardar esa bala en la recámara hasta que llegue la hora de cobro.

Es cierto que no mucha gente cae en la cuenta que ya hay servicios que son deficitarios y se siguen dando porque se considera bueno y saludable. Otra cosa es si la cuantía es suficiente, alta o baja. Desde unas piscinas olímpicas en tu servicio municipal de deportes, o que el transporte, sin ir más lejos en Bizkaia, ya venía subvencionado antes de pandemias y descuentos. Otra cosa es que en cercanías de Renfe en la cercana Cantabria, por cinco paradas, dos personas en ida y vuelta, te casquen 7 euros. Porque pareciera que al ocasional, al pringui que va una vez, sin saber, al turista, se le hace pagar la parte magra del asunto, para la sostenibilidad económica. Al panchito se le despluma. ¿Es eso justo? Porque luego esa persona que puede decir “bien, que se jodan”, luego va a otra ciudad y dirá «señor, ¿por qué a mi?». Y hay que meter un poco de empatía, racionalidad y universalidad. Porque saldrán los que vendrán a decir que no, hay que poner los precios en función de cuantos viajes hagas, de que renta tengas, de si trabajas o no, de los años que tienes (edadismo), y de criterios que parten la sociedad para disgregar y atomizar la posible respuesta a lo que es evidente y todo el mundo lo puede notar el 1 de enero de 2025: el viaje va al doble. Y de esa casilla no le vas a sacar a un núcleo resistente, mayor o menor. Incluso alguno, que ya pasó, dirá que es un incentivo para volver al vehículo privado (son los que cuando hay que cogerlo no prorratean el gasto en impuestos, en taller, reparaciones y demás gastos anuales, o incluso, la propia gasolina o gastos de aparcamiento en cada kilómetro recorrido, dando así una justa comparación con el precio auténtico en transporte público comparado); lo dicho, completamente absurdo. Hay que ser sinceros, honestos y transparentes. ¿Puede ser sensato que vuelvan a los precios precedentes por decaer unas medidas que se dijeron temporales? Puede, pero me vienes y me lo explicas. Y luego dices que quieres hacer, sin florituras ni tanta parafernalia de pasos superfluos. Sencillo y para toda la familia. Y si el objetivo es impulsar el transporte público, pues entonces que sea accesible en todas sus facetas y vertientes. Y pensar en las zonas más urbanizadas y en las menos. Son ciudadanos en concentraciones de cientos de miles o de unos pocos miles. Un poco de igualdad de trato. Porque, y hay que decirlo, si querían gratuidad, lo más sencillo era poner una tarjeta de uso ciudadano con la que traspasar libremente las canceladoras de acceso. Ligada al DNI, a la persona. Poner trabas burocráticas y limitar con esos procedimientos con los que han mareado al personal no eran sino limitantes para el uso del transporte público. Y esto va para Asturias y Cantabria, señor ministro, que por el fiasco ferroviario, se supone, van a tener apoyo hasta 2026, incluido. Absurdo y estúpido, y muy contradictorio todo esto. Que igual llega el día y no hay problemática, que puede ser, pero por avisar que no quede. Contar con la gente, usuarios, que pagan impuestos y votan. Que sepan lo que hay, y lo que quieres hacer con ello (el transporte) y con ellos. Esto es lo justo, señor ministro. Conturbatus animus non est aptus ad exqeuendum munun suum.

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