Mikel Arizaleta
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Trileros en Bilbao

Contaba en el 2013 José Luis Rodríguez Velasco que: “Hace años en la Gran Vía madrileña, calle Preciados y sus aledaños concurrían a diario, como en las mejores plazas, numerosos “corrinches” de trileros. Burlaban a incautos que enarbolando pitones afeitados, cuernos bravos y de los otros, cerriles, de ideas fijas y cortos de sesera, entraban al trapo. La codicia de llevárselo muerto. Unos y otros, trileros y pringaos participaban jocosos del furtivo juego. Llegaba un “primo”, “lila” o “julay” emocionándose ante la faena: ¡A mí no me torea nadie! Embestía, incluso creciéndose al castigo, dándose el quiebro al quedar desplumado... Como dijo el poeta: de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Abundan más de los primeros, los del bravío guerrero y la casta que aunque no se tenga ni un euro nos viene de antaño a los españoles entremezclada en los genes y, si bien los hay con talento, “haylos” también los que viven de la burla en España, país de la picaresca por antonomasia. ¡Por bulería, por la fuerza o porque se puede se roba y está bien visto. Lo peor el robagallinas, miserable ladrón que roba por hambre, no tiene ningún mérito!”.

Y una de trileros ocurre en Bilbao con una finca de  unos 180x150, sin llegar del todo a los 28.000 metros cuadrados, en la que unas veces su norte se convierte en sur,  otras el sol amanece por su oeste mendaz y manipulado, a veces sus metros  y tierras giran, se desplazan y ubican en carrusel y a capricho de una parte a otra allí donde convenga, o el 180x150 se convierte en un 180x170 para así construir un nuevo bloque de viviendas por la cara. ¡Y hasta se pintan casas en terrenos que de hecho son carreteras de cuatro carriles! Viene a ser como la tripa de Jorge, que se estira y encoge dependiendo del encargo, del registro y de la autoridad. Pero no hay tejemaneje  trilero sin picasera, que avisa de la policía, sin palmao, que hace de tonto perdedor, y sin burlanga, que rompe el juego cuando se ve perdido.  El trilero necesita compinches.

Un buen día vecinos afectados de Bilbao descubrieron el pirri o la carta marcada en ese juego trilero de la finca de Panera echando cuentas, midiendo, sumando y restando metros cuadrados y examinando límites manipulados con ayuda o, al menos, consentimiento institucional. Y tocaron puertas de alcaldes, jueces, registradores y fiscales. Examinaron informes y encontraron silencios, expedientes en blanco, informes de peritos y funcionarios sumisos de sí pero no, de depende... Silencios cómplices, informes de compadreo trilero. Descubrieron al picasera, al palmao y al burlanga en el Ayuntamiento de Bilbao. Alcalde y funcionarios fueron denunciados en papeles y hojas. Se acudió a jueces, fiscales y Ararteko… ¿Y? Quizá han leído en periódicos, oído en radios o visto en televisión: se habla de una corrupción institucional galopante, del hacerse el orejas frente a la denuncia clara, de no agarrar al toro por los cuernos, de desidia, de mirar a otro lado, de compadreo, de lucro y mordida del 3%... Puestos cubiertos por gente indigna. Pues eso ocurre en Bilbao con la finca de Panera y las autoridades competentes municipales y no municipales. Aquí el juego se llama falsedad en documentos públicos de una parte y prevaricación de la otra. El hecho es meridianamente claro.

Cuenta José Luis que un día Alfonso le explicó la situación: “Hoy en día te engañan en cualquier parte, igual que los trileros. Los empresarios no son como los de antes, se llaman gestores y en muchos alojamientos hoteleros de renombre timan a la propiedad del hotel ofreciendo un mal servicio al cliente, obteniendo pingües beneficios para el director y su banda, y cuando viene la propiedad del hotel a ver como van las cosas ese día cambian la comida, refuerzan el servicio y limpian el hall, dejándolo bonito. Igual que en el burle, para que sigan picando los julays. Estos gestores están arruinando el país”.

Y ahora, que vienen las elecciones municipales en el Botxo y se avecinan cambios, es momento de arrojar a los trileros por los desagües y a los cubos de la basura, de exigirles cuentas y pedirles responsabilidades por los daños causados.

 ¡Ah, y ni un voto a partidos  que tengan corruptos o imputados por corrupción en sus filas! Porque también hoy entre nosotros cabe preguntarse, como José Manuel Fajardo en El converso: “¿Y qué mal es ése que nos hace amar la cadena que nos retiene, el potro que nos atormenta, el hierro que nos abrasa y, con el último aliento, lleva nuestros labios a besar la mano que nos hiere?”.

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