Tu machismo es mi condena
En los últimos diez años en el estado español han sido asesinadas 661 mujeres. Cuando leas esto, con toda seguridad ese número habrá aumentado porque lo único que no podemos confirmar es el nombre de estas mujeres.
Mujeres que, a pesar de la insistencia de los medios de comunicación, no morirán presuntamente a manos de sus parejas o ex-parejas sino que serán asesinadas por ellas y éstas, serán hombres. Las mujeres no se mueren «a manos de»; las matan y lo hacen hombres.
La violencia contra las mujeres no es algo puntual. No son hechos aislados, no son «cosas que pasan», ni se da de forma espontánea. La violencia contra las mujeres es una de las consecuencias del sistema patriarcal en el que vivimos. Un sistema de dominación basado en que los hombres tengan privilegios a costa de los derechos de las mujeres. Las mujeres son asesinadas por ser mujeres; estos crímenes se fundamentan en el patriarcado, en la superioridad del hombre sobre la mujer que este sistema establece.
La brutal violencia con la que las mujeres conviven diariamente no es más que la punta del iceberg. Un iceberg repleto de agresiones que se manifiestan de maneras muy diversas y al que ni instituciones, ni sociedad, ni medios de comunicación prestan la más mínima atención hasta que ya es demasiado tarde.
Las mujeres viven en una situación de absoluta desigualdad con respecto a los hombres. Desigualdades que se reflejan en el día a día, tanto en el espacio privado como en el público, y que son las que finalmente justifican las mil y una formas de violencia que contra ellas ejercen los hombres.
Los hombres son tan solo la mitad del mundo y aun así monopolizan la política. Son ellos quienes toman las decisiones, quienes establecen criterios de convivencia, quienes legislan y quienes velan por que las leyes se cumplan.
Leyes que tal y como seguimos denunciando no son más que fachada, ya que no están ni desarrolladas, ni impulsadas, ni dotadas de medios suficientes para su cumplimiento. Y es por ello que desde ESK denunciamos la inacción de las instituciones, que hacen una clara dejación de sus funciones al no garantizar la no discriminación de las mujeres y no implementar políticas que realmente garanticen la igualdad de derechos para hombres y mujeres y no su violación sistemática. Con ello han conseguido crear una conciencia colectiva acrítica que normaliza la desigualdad entre sexos y nos lleva a un acatamiento general de esta injusticia por haberse vuelto invisible.
Los hombres ostentan mayoritariamente el poder económico. Tanto a nivel macroeconómico (que es el que sostiene y estructura el sistema capitalista heteropatriarcal), como a nivel microeconómico que es el referente al ámbito productivo. Las mujeres tienen salarios más bajos y mayor precariedad laboral y sin embargo están mejor y más preparadas que los hombres. La brecha salarial sigue creciendo y no se toman medidas para combatirla. En el Estado se sitúa en un 22,5%, alcanzando el 14% en la administración pública. A la falta de promoción y el techo de cristal que les impide acceder a puestos de responsabilidad hay que sumarle el que se tengan que enfrentar a situaciones de acoso sexual y sexista en sus puestos de trabajo.
Las desigualdades que padecen las mujeres traspasan el ámbito público. En el Estado español, en 2015 las mujeres realizaron el 85% de las horas dedicadas al cuidado y a las tareas del hogar. Son las mujeres quienes limpian mientras ellos hacen la revolución, una revolución que las excluye sistemáticamente lo que hace que para las mujeres lo personal siga siendo político.
Los hombres representan el 80% de las noticias en los medios de comunicación; las mujeres apenas tienen presencia y cuando la tienen es totalmente denigrante y estereotipada. Su palabra es constantemente cuestionada. Y se da normalidad a este modo de violencia que el sistema fomenta y traslada a la sociedad. Una sociedad en la que los hombres ejercen su poder sobre ellas, unos directamente por el mero hecho de serlo y otros por complicidad pasiva de género. Y es por eso que es urgente que los hombres abandonéis vuestros privilegios porque para ellas, para nosotras, vuestro machismo es nuestra condena.