Francesc Casadó
Analista

Ucrania: sanciones para todos; dinero para nadie

La estrategia occidental de aislar a Moscú puede consolidar su cooperación con Pekín.

El conflicto armado es el resultado de la falta de entendimiento entre la OTAN y el Kremlin. Desacuerdo que se remonta al final de la Guerra Fría, en la década de los 90 y la incorporación de nuevos países al Tratado del Atlántico Norte. Una expansión hacia la frontera occidental rusa que ha encontrado en el territorio ucraniano una «línea roja» marcada por Moscú, una línea que le sirve para señalar el límite de una acción ofensiva que no se puede sobrepasar. El impacto de las sanciones de Occidente también tendrán un coste económico que afectará sin duda a la Unión Europea, a Alemania como el principal socio comercial de Rusia y en particular a las maltratadas economías europeas del sur.

Pero ¿cuál es la naturaleza del conflicto? En palabras del presidente Vladimir Putin, «Su objetivo (la operación militar especial) es defender a las personas que han sido objeto de abusos y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años. Y, para ello, procuraremos desmilitarizar y desnazificar Ucrania». El factor ideológico estuvo presente en la guerra del Dombás, donde los habitantes de esta región se sublevaron contra el golpe de Estado perpetrado por la extrema derecha (el Euromaidán) que derrocó al presidente electo Viktor Yanukovich. Este factor ideológico aparece también en la vecina Polonia, gobernada por el partido de derecha radical Ley y Justicia, organización que forma parte del grupo de «conservadores y patriotas» de la UE junto con Vox.  De ellos llegó a afirmar el exministro de Exteriores alemán Joschka Fischer que eran el «caballo de Troya» de los intereses de Washington con el propósito de debilitar a la Unión Europea y poder amplificar su rusofobia en el continente.

Dos meses duraron las negociaciones entre Washington y Moscú antes del estallido de la guerra. EEUU no aceptó las exigencias rusas de hacer de Ucrania un espacio militarmente neutral y retirar los misiles desplegados en Polonia y Rumanía. En diciembre el Kremlin presentaba su propuesta de acuerdo sobre medidas de seguridad, la respuesta escrita de la Casa Blanca fue confidencial y salió a la luz al ser publicada por "El País". La parte rusa consideró que el texto de la OTAN no respetaba el principio de indivisibilidad en seguridad, por el cual la libertad de elegir alianzas no debe significar una amenaza para el resto de países. El geógrafo estadounidense David Harvey ha denunciado en un reciente artículo la incapacidad de la Alianza Atlántica como instrumento para prevenir conflictos y mantener negociaciones diplomáticas, suponiendo un alto riesgo en la escalada del conflicto nuclear.

En la comunidad internacional había pocas dudas sobre la posibilidad de una operación militar en territorio ucraniano, solo quedaba la incertidumbre de cuán agresiva sería la respuesta contra Rusia. El ejército de Ucrania es el tercero más grande de Europa, igualando en número de tanques a los de Polonia y Bielorrusia juntos, a lo que hay que sumar la reciente entrega de material militar de última generación autorizada por EEUU y la UE valorada en 800 millones de dólares y 500 millones de euros. Desde el golpe de 2014, el gobierno de Kiev ha argumentado la amenaza existencial que proviene de la frontera oriental. Ese mismo año rechazó ser un país no alineado y el expresidente Poroshenko inició negociaciones para adherirse a la OTAN. En 2020 fue el sexto estado en tener el estatus de participante de la Alianza con posibilidad de capacidades ampliadas junto con Australia, Finlandia, Georgia, Jordania y Suecia.

Las sanciones contra Moscú están siendo negociadas conjuntamente por los presidentes Biden y Macron, mientras Los Verdes alemanes han conseguido imponer su criterio de detener el bombeo del gasoducto Nord Stream 2. El neoliberalismo intenta formalizar en Europa su gobernanza de un nuevo orden mundial, cuando en realidad no es otra cosa que una práctica imperialista más de las que Estados Unidos viene realizando. El paquete de sanciones incluye medidas económicas y políticas: restricciones del espacio aéreo de la UE y EEUU, así como la retirada de ventajas arancelarias; censura sobre los canales rusos de comunicación, acusando a RT y Sputnik de ofrecer «desinformación dañina»; y la expulsión del sistema de datos SWIFT a siete grandes bancos, no afectará a Sberbank, la principal sucursal rusa, ni a Gazprombank debido a sus vínculos con el sector energético necesario para la UE. Existe una clara interdependencia, Alemania es el mayor inversor externo de Rusia y exportador de bienes, solo superado por China y las exportaciones de Italia suponen el 1% de su PIB.

La estrategia occidental de aislar a Moscú puede consolidar su cooperación con Pekín. El gigante rojo podría aliviar el peso de las sanciones invirtiendo en sectores claves como el agrícola, bancario o tecnológico. Los lazos entre las dos naciones llevan una década fortaleciéndose y ahora la crisis ucraniana puede convertirse en la piedra de toque que decida cómo ha de ser el futuro del poder global. Kiev forma parte del trazado de la Nueva Ruta de la Seda (OBOR) con el cinturón económico conocido como el Corredor Paneuropeo IX que circula desde Grecia hasta Finlandia y que en los planes chinos estaría integrado en una plataforma regional.

La UE tiene una densa red de gasoductos procedentes de Rusia. Alemania importa el 55% de su gas y una cantidad menor de petróleo, en Francia la proporción es algo inferior. Para evitar el paso de hidrocarburos por Ucrania y Polonia el Kremlin proyectó el Nord Stream 2 a través del Mar Báltico y estaba prevista su autorización para entrar en funcionamiento en 2022, pero el canciller alemán Olaf Scholz ha decidido bloquearla temporalmente como contribución a las sanciones. Fueron los socios ecologistas del gobierno federal quienes pusieron en sobreaviso al partido socialdemócrata SPD –acostumbrado a mantener buenas relaciones con Moscú– del «desafío» al proceso de globalización neoliberal por parte del liberalismo económico sino-ruso. Tras el estallido de la guerra, Los Verdes alemanes afirman que la dependencia energética de Rusia es un hándicap para la cooperación por una seguridad colectiva entre los Estados de la UE, aunque esa renuncia signifique reforzar el rol de Estados Unidos y la OTAN en la agenda de asuntos exteriores de los Veintisiete.  

La desaparición en el mercado de una parte importante de los hidrocarburos rusos ya ha provocado la alerta sobre una crisis en la oferta de esta materia prima. Según la Bolsa de Londres, su escasez duplicará los precios a corto plazo. El riesgo para Europa de estanflación (subida del IPC y crecimiento cero) es elevado, pero nuestra belicosa clase política no acepta, en un acto de hipocresía, que este pueda ser el efecto de las sanciones en la economía.

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