Larraitz Ugarte
Abogada

Un 8 de marzo para avanzar

El feminismo ha logrado la transversalidad hegemónica como ninguna otra lucha en la actualidad.

Cuando arrastras a tus hijas durante toda su infancia a manifestaciones de lo más variopintas, acabas como es normal hartándolas y pasan por la fase de no querer nada sobre los múltiples motivos que te llevan a salir de tu zona de confort y a hacer cosas que no son tan apetecibles como una tertulia tras una comida, el cine o dar un paseo. Entonces tienes que empezar a negociar: vamos aquí pero lo completaremos con esto otro que tanto te gusta o directamente hoy no iremos pero la siguiente sí o sí.

Sin embargo, de manera paulatina, te empiezan a hacer preguntas, interesantes, muchas de las cuales no sabes ni cómo contestar… y un buen día te dicen: ama, me voy a la mani. Y piensas que has hecho las cosas bien, que a pesar de llevarlas a sitios donde se aburren como una ostra y no entienden por qué no eres como los demás padres y madres, has tomado las decisiones correctas.

Ayer mi hija me dijo «ama, me voy a la mani feminista». Me sentí muy emocionada, orgullosa de ella y orgullosa del movimiento feminista que tiene este país por todo lo que ha conseguido, como que chicas de 14 años sean capaces de explicar muy bien quiénes son y por qué se movilizan. Bajé a la calle. Algunos comercios estaban abiertos y había gente tomándose un café. No sé si porque lo de que la huelga era también de consumo no se acabó de entender bien, o a algunos y algunas les cuesta hacer el sacrificio de no consumir un día un zurito. No pasa nada.

Pero fue llegar a la plaza, verla llena y sentir un subidón y una emoción brutales. Mujeres de todo tipo, hombres que acudían de manera discreta, muchos de ellos al cuidado de sus menores… Chicas de 14 años, mujeres de diferentes orígenes, de todo tipo de colores políticos… iban cerrando la manifestación dos mujeres de avanzada edad que conozco y que a pesar de que la mani fue más larga que las habituales (había que regodearse en el éxito como es normal) no se quejaron e iban super orgullosas y dignas. Me acordé de Sagra Lopez, una gran referente feminista de mi juventud, que cuando íbamos a Arrasate a aquellas manifestaciones mucho menos multitudinarias que las actuales nos erizaba la piel con sus maravillosas lecturas poéticas y nos hacía sentirnos aún más feministas. La eché de menos y estoy segura que muchas nos acordamos el viernes de ella. Como ella, hay otras que también siguen luchando y las nuevas generaciones lo tienen claro.

La gran victoria de la lucha feminista ya se ha logrado a pesar de que algunos intentan que retrocedamos a ser «grandes mujeres que comprenden a los hombres» y de otros que quieren que volvamos a lo liberal, al feminismo burgués de la igualdad para las mujeres que visten medias Marie Claire… El feminismo ha logrado la transversalidad hegemónica como ninguna otra lucha en la actualidad colocando el heteropatriarcado capitalista como el enemigo a batir. Sí, definitivamente se puede hablar de revolución.

Ahora, con la resaca de la emoción todavía viva, creo que las mujeres de este país debemos reflexionar de manera seria sobre el trabajo político que hay que hacer desde el feminismo. Porque hoy, sigo atendiendo mujeres que han sufrido la violencia machista y el sistema les dice que nada se puede hacer y pone la carga de la responsabilidad en ellas. Hoy, las mujeres trabajadoras de las residencias de la tercera edad en Gipuzkoa deben seguir luchando porque su fuerza de trabajo sigue estando infravalorada y los cuidados siguen siendo una cuestión que no se pone en la agenda. Las trabajadoras de limpieza en la administración de justicia que visibiliza su trabajo cuando no las ves. Las pensionistas que tienen problemáticas específicas y que han salido a la calle también este 8 de marzo…

Y todas esas mujeres han compartido pancarta por un día con aquellas que adoptan decisiones políticas que les perjudican de manera directa, bien por ideología, bien por falta de valentía. Nadie hemos dicho nada y quizás no era el momento. Aúnar fuerzas y haber conseguido que el discurso feminista sea hegemónico es prioritario pero… ¿Es normal (y siento ser aguafiestas) que las mujeres dirigentes del PNV y PSE vayan tras una pancarta contra el heteropatriarcado capitalista cuando son ellas arte y parte en muchos de esos conflictos? ¿Cuando tienen la llave de la solución en las residencias de Gipuzkoa? ¿Cuando actuaron en contra de complementar las pensiones en la última negociación presupuestaria? ¿Cuando ni tan siquiera quiere que se debata sobre las cláusulas sociales en la contratación pública para que las mujeres que trabajan para la administración pública lo hagan en condiciones dignas? ¿Cuando no se legisla en Madrid para que se ataje la lucha contra la violencia machista de manera mucho más eficaz?

Esta es también la segunda derivada que debemos poner encima de la mesa. Todas nosotras sufrimos las consecuencias del heteropatriarcado capitalista, sí, pero también de vivir en el Estado español. Un estado que ha decidido desregular sectores económicos, que ha estatalizado el marco de relaciones laborales que permite que una mujer pueda percibir un salario muy inferior al que percibía unos años atrás, que legisla contra las mujeres inmigrantes, que no protege a las mujeres… Aquí, en Euskal Herria podemos acercarnos mucho al sistema que soñamos. Lo podemos hacer si tenemos las herramientas políticas para organizar esta sociedad de otra manera, con una administración distinta, con un sector público potente, con una legislación eficaz que no permita al sector privado hacer lo que le dé la gana, que cuide a las mujeres, que ponga la vida en el centro. Y para ello, necesitamos dotarnos de herramientas políticas que no son otras a día de hoy que la consecución de un estado propio. Este debate nos urge a las mujeres independentistas, porque de otra manera el próximo 8 de marzo será emocionalmente maravilloso pero el 9 políticamente una mierda.

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