Oskar Fernandez Garcia

Un gobierno ahogado en su propio llanto

El acuerdo alcanzado en el macro sumario 04/08 entre todas las partes, la Fiscalía, las acusaciones populares y las defensas, ha supuesto en primer lugar y directamente que 35 personas, que desarrollaron una actividad política, pública, democrática, transparente y entusiasta, no tengan que engrosar las terribles y dramáticas listas negras que han conducido a miles de ciudadanos y ciudadanas de Euskal Herria a dar con sus huesos en las siniestras mazmorras del Estado español, alejados, dispersados y aislados.

Y en segundo lugar que esta sentencia insólita, inusual e increíble pueda crear un precedente sólido y paradigmático, de tal forma que nadie se vea nuevamente forzada a tener que acudir ante ese tribunal de excepción, la Audiencia Nacional, heredero directo del Tribunal de Orden Público, instrumento emblemático durante dilatadas décadas del terror fascista, instaurado tras el brutal derrocamiento militar de la Segunda República Española en 1939.

Ante ese acuerdo, que hubiese sido hace simplemente un lustro absolutamente imposible, el Gobierno de la CAPV observa que evidentemente existe un «lado positivo» y que es «una buena noticia» todo lo referido a la conformidad alcanzada entre las acusaciones y las defensas de las personas procesadas, pero que también produce «desazón». Concretamente así se expresaba el Secretario General para la Paz y la Convivencia, el Sr. Jonan Fernández: «Produce desazón porque, si nos ponemos a mirar a los últimos 30 años, nos acordamos de tantos reproches, tantas críticas, tantas vidas humanas, tantos daños causados, tanto sufrimiento... Pensamos en una interpretación histórica mantenida hasta ayer, que ayer se ha modificado, todo eso causa desazón y no podemos ocultarlo.»

No es difícil comprender la situación de tribulación, pesadumbre e inquietud que ha producido el susodicho acuerdo en el Gobierno de los tres territorios vascongados, cuando éste fija su mirada y pensamiento sobre las ya transitadas décadas anteriores. Y por lo tanto, igualmente se ha de entender, en toda su extensión, el insufrible sufrimiento que ha tenido que padecer a lo largo de esas décadas y durante años, aún tan próximos, ante los innumerables acontecimientos, decisiones, resoluciones, leyes, querellas, enjuiciamientos… que de haberse llevado a cabo, en su momento adecuado, hubiesen ahorrado tanta desolación, tanto dolor inconmensurable, tanto sufrimiento desgarrador…

Qué desazón tan apocalíptica tuvo que sentir, el susodicho gobierno autonómico, cuando finalizando el año 2007 el Congreso de los Diputados del Estado español aprobaba una ley de Memoria Histórica, en la novena legislatura de la denominada transición. ¡Ocho legislaturas perdidas baldíamente en dilatados lustros de sufrimiento! Por cierto, una ley que no incluye la apertura de fosas comunes, que delimita las víctimas del franquismo a nivel personal y familiar, negando de esta forma que los delitos del fascismo fueron cometidos contra la sociedad y la humanidad. Una ley que fue denunciada y criticada por numerosas asociaciones memorialistas y por el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU.

Qué desazón tan inconmensurable tuvo que sentir el mencionado gobierno autonomista al comprobar la inoperancia del PP, que de facto derogaba la Ley de Memoria Histórica –en la décima legislatura– ya que en los presupuestos generales del Estado español para el periodo 2013-2014, no se contemplaba ninguna dotación presupuestaria para su aplicación.

Qué desazón tan dantesca tuvo que soportar, el mismo gobierno, al constatar la negligencia absoluta de la justicia española para esclarecer las decenas y decenas de miles y miles de viles asesinatos, crueles, sádicos y fascistas llevados a cabo por el franquismo y tener que aceptar que el único rayo de esperanza y luz procedía del otro lado del Atlántico, desde Argentina. Una brillante, magnífica y extraordinaria jueza, la Sra. María Servini de Cubría, dio comienzo a un proceso de investigación de crímenes y desapariciones durante el franquismo. Qué sufrimiento tan insoportable, denso y pesado tuvo que sentir cuando en las postrimerías del año 2014 la jueza María Servini imputaba a tres personas directamente relacionadas con los asesinatos del 3 de marzo de 1976 en Gasteiz. Casi cuarenta años de inoperancia de la justicia que han producido un extenso e inconmensurable reguero de dolor.

Qué desazón tan insoportable tuvo que padecer, en los albores del año 2015, al ver cómo víctimas del franquismo declaraban por primera vez en Gipuzkoa ante la justicia española dentro de la querella argentina. Casi otros cuarenta años, desde que fue aprobada la Constitución de 1978, de sufrimiento a lo largo de un tiempo interminable.

Qué desazón tan cruel tuvo que vivir cuando el Estado español, a mediados del mes de marzo del 2015, negaba a Argentina la extradición de ocho ministros franquistas y la ONU, ese mismo mes, instaba al subsodicho Estado a extraditar a los acusados. Qué desazón tan inaguantable cada vez que la Sociedad de Ciencias Aranzadi exhuma cadáveres inertes, anónimos. Esqueletos que acusan con sus órbitas vacías décadas de dejación de responsabilidades, de olvidos, miedos e inconfesables connivencias con el poder corrupto y opresor. ¡Tanto sufrimiento destilado inútilmente en el tiempo!

Qué desazón tan intolerable tuvo que padecer al constatar que el Estado español, con más de 140.000 desapariciones forzosas, cuyos restos no han sido recuperados ni identificados, ocupa el segundo lugar en el mundo tras Camboya, en ese baremo abominable y atroz sobre la crueldad humana dedicada al exterminio y aniquilamiento de sus semejantes.

Tanto dolor, sufrimiento, padecimiento y desgarro interior tiene que tener constreñido a ese gobierno autonomista en un continua cortina y catarata de interminable llanto que, a la fuerza, le ha de impedir ver más allá de sus narices. Y ese estado de continuo desasosiego, abatimiento y desolación interior es, sin posible error, el que explica que transcurridos treinta y seis años, los dirigentes del partido autonomista por antonomasia aún prosigan en su vano, ingenuo e increíble empeño de poder alcanzar pactos bilaterales con ese Estado que ostenta un récord tan execrable.

Ese mismo gobierno seguirá siempre, ad eternum, demandando, ladinamente, más y más a la izquierda abertzale y jamás se sentirá saciado haga ésta lo que haga, ya que la férrea demanda que se le exige, constantemente, es simplemente una estrategia para intentar mantenerla apartada de los estándares democráticos que ellos mismos deciden, según parece bajo directa revelación divina. Ese gobierno –empecinado en mantener su exigua cuota de poder, junto con la derecha recalcitrante y retrograda, y en connivencia con los poderes fácticos y mediáticos– jamás reconocerá, en la izquierda abertzale, ningún avance significativo ni determinante, independientemente de lo que diga, haga, acuerde, pacte o lleve a cabo. Siempre serán pasos más o menos interesantes o a tener en cuenta, pero siempre situados a una distancia sideral de su paupérrima, ensombrecida y obtusa democracia. Sistema político que ha hundido en la indigencia, en el desempleo, en la desesperación, en la guerra, en la miseria, en la desolación, en la falta de expectativas, en el terror patriarcal y en el horror a millones y millones de personas.

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