Hasier Arraiz
Profesor de educación secundaria

Un mundo nuevo en nuestros corazones

Creo que Miren Larrion tiene serias opciones de ser la próxima alcalde de Gasteiz porque personifica en gran medida la ciudad que aspiramos a ser.

Lo debió de decir por primera vez Buenaventura Durruti, el mítico miliciano anarquista, pero no me hagáis mucho caso, porque yo lo vi escrito por primera vez en euskera –«Mundu berri bat daramagu bihotzean»– en la portada del disco que Hertzainak publicó en colaboración con Komite Internazionalistak. Aquel fue uno de esos discos que oí por primera vez cuando ya intuía por dónde me daba el aire. Aunque era un disco internacionalista que miraba a tierras lejanas, a mí siempre me ha recordado a esta ciudad, Gasteiz, que no podías encontrar en los mapas, porque era euskaldun, provocadora, anticlerical y rupturista. Y qué decir tiene que esa Gasteiz no se podía encontrar en los mapas porque además de todo lo dicho, era minoritaria, muy minoritaria.

En la actualidad, esa Gasteiz euskaldun, solidaria, abierta y de izquierdas, por suerte, ya está en los mapas, porque hace tiempo que ya no somos minoritarios. Y no es cosa de la fiesta final de la Korrika, o de los últimos Ochos de Marzo, qué va, es cosa del día a día, cuando entre la gente se tejen redes invisibles que van transformando en silencio y sin que casi nadie se dé cuenta la realidad sociopolítica de la ciudad. Muchos compañeros me han tenido que aguantar durante años en muchas reuniones nacionales insistiendo que en Gasteiz se estaba incubando un cambio sociológico. Pues, bien, ya está aquí.

Ya está la oportunidad. Sin embargo, para trasladar ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones a la realidad no hacen falta solo buenas intenciones, sino también capacidad, o capacidades, mejor dicho. Y esas capacidades pasan a menudo por saber combinar con acierto dosis de utopía y de pragmatismo y realismo que requiere el servicio diario a la sociedad. Por eso, me siento identificado cuando EH Bildu decide que sus listas electorales a municipios e instituciones provinciales estén compuestas por candidatos que personifican las características de las ciudades o pueblos que aspiramos a construir. Dejad que me detenga en lo que me es más próximo y, por ello, más conocido: en esa Gasteiz que tanto está cambiando, gracias, también, sí, al liderazgo de una persona como Miren Larrion.

Miren Larrion es la persona que impidió que Javier Maroto fuera alcalde de Gasteiz, por propia convicción. Más allá de la presión del movimiento popular o del consenso existente en EH Bildu, ambos ciertos, ella tenía claro que a un personaje que había hecho de la xenofobia su arma electoral no se le podía dejar gobernar. Es cierto que para ella habría sido más cómodo ser la líder de la oposición a Maroto y que esa situación la habría dejado en mejor posición para ser alcalde ahora, sin embargo, Miren tenía claro que solo iba a hacer lo que consideraba mejor para Gasteiz y sus habitantes.

No obstante, si es verdad que los hechos de cada cual nos dicen más de sí mismo que sus palabras, también es verdad que agua pasada no mueve molino. Por eso no considero que lo que hizo hace cuatro años vaya a llevar a Larrion a la alcaldía. Sin embargo, creo que Miren Larrion tiene serias opciones de ser la próxima alcalde de Gasteiz porque personifica en gran medida la ciudad que aspiramos a ser. A estas alturas, ni a sus propios adversarios les pasan desapercibidos ni su talento comunicativo, ni su carisma personal, pero, Miren Larrion no es solo una gran comunicadora, es sobre todo una mujer muy preparada, y en Gasteiz aspiramos a que el conocimiento sea un motor del desarrollo de la ciudad. Asimismo, Miren es una mujer progresista comprometida firmemente con la justicia social, y esta, así como la integración en la diversidad, deben ser la base del nuevo Gasteiz y, por supuesto, Miren es una mujer euskaldun plurilingüe, como queremos que sea Gasteiz. En su acierto por rodearse de los y las mejores colaboradoras puede radicar la clave del éxito, porque ese proyecto solo puede entenderse como un inmenso trabajo en equipo. Trabajo y lucha. Sí, lucha, en las instituciones y en la calle.

Ultimamente, alejado de la primera línea política y casi siempre rodeado de jóvenes, hay muchos de ellos que se me acercan a preguntarme qué opino de lo que ocurre, porque saben, o alguien les ha dicho, que fui alguien con responsabilidades políticas. Una de las preguntas más frecuentes que me suelen hacer es para qué ha servido nuestra lucha, qué hemos conseguido y si merece que todavía algunos sigan en prisión por ello. Son preguntas directas a la yugular, como puñales, con esa insolencia irrepetible que solo da la juventud. Yo me quedo un momento callado, es el silencio del que acusa el golpe, del dolor que me sigue produciendo que todavía hoy tantos compañeros y compañeras sigan en la cárcel, y luego les digo: «Su lucha nos ha dado… la oportunidad de seguir luchando. Sin su lucha, seguramente, no existiría esta nueva lucha que tú y yo empezamos hoy». Porque algunos siempre entendimos que la vida es una lucha, pero hoy también sabemos que la lucha es vida. Y lo más importante es siempre la vida.

Por eso, yo lo tengo claro. El día 26 voy a dar mi voto a Miren, a Kike, a Pernando y a todos y todas esas compañeras que van a hacer de su pueblo, ciudad y provincia ese mundo nuevo, que tú y yo, llevamos hace tanto tiempo en nuestros corazones. Ese mundo que «está creciendo en este instante».

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