Una reflexión sobre la alienación parental
La alienación parental es una estrategia de violencia psicológica perpetrada por un progenitor o progenitora contra la otra parte progenitora mediante la instrumentalización del menor como arma y cuyo objetivo principal es la de infligir un daño emocional y psicológico deliberadamente a su víctima socavando una relación paternofilial o maternofilial personal y directa.
La alienación parental adopta múltiples formas y expresiones de violencia psicológica que a medio y largo plazo puede causar una gran aflicción y trauma emocional a sus víctimas ante una situación de indefensión que dicha alienación les genera. No cabe duda alguna de que esta estrategia y expresión de violencia psicológica sirve a los intereses de un progenitor o progenitora con un perfil de narcisista patológico.
Todo progenitor narcisista que promueve la alienación parental tiene algo en común: son personas que carecen de empatía y humanidad; carecen de escrúpulos y de principios; y se regocijan con el dolor y sufrimiento ajeno de la otra parte progenitora victimizada. Son personas con un alter ego extremadamente cruel y vil, aunque lo verdaderamente desconcertante es que tienen la habilidad de proyectarse así mismos de puertas para afuera como personas afables e incluso pueden llegar a aparentar ser padres o madres modélicos. Curiosamente, tienen ciertas características que también comparten con cualquier psicópata de manual que se precie.
Estos progenitores narcisistas tampoco tienen reparo alguno a la hora de instrumentalizar al menor para causar el mayor daño posible a la otra parte. Para estos sujetos, los menores no son más que peones a sacrificar en su retorcido juego de desgaste emocional y ajedrez psicológico contra el otro progenitor. Instrumentalizando y cosificando así a un menor que les sirve como arma arrojadiza y, a su vez, como escudo humano. A estas personas indeseables no les importa el daño emocional y psicológico que también les están infligiendo a sus hijos utilizándolos en su guerra sucia contra el otro progenitor.
Aunque en la extensa mayoría de los casos de alienación parental, los menores suelen ser sujetos pasivos en este maltrato psicológico, también los hay que acaban siendo manipulados hasta el punto de convertirlos en sujetos activos partícipes de dicha violencia psicológica cuya proyección psicológica del progenitor maltratador es tangible e incuestionable. No obstante, para ser ecuánimes, hay que recordar que el menor, en todo caso, también es una víctima más de un abuso y un daño colateral del progenitor que instiga y proyecta dicha alienación parental. Por este motivo, el autor considera que toda responsabilidad ha de recaer en el adulto en primera y última instancia, no en el menor en sí. La alienación parental en sí, no es solo una expresión de violencia psicológica contra un adulto, por extensión también acaba siendo una proyección de manipulación y violencia psicológica contra los menores instrumentalizados por la parte alienadora.
Como comprenderá el lector, estos casos de alienación parental no deberían quedar impunes ante la justicia si apelamos a la razón, a la ética y al civismo. Y más aún si nos remitimos al principio del «interés superior del menor» en los juzgados de familia. Por tanto, habría que partir de la base de que toda instrumentalización del menor constituye por definición un abuso del menor. Así de tajante y sin vacilación debería plantearse esta cuestión ante servicios sociales, protección de menores, abogados y juzgados de familia. Aquí no hay margen alguno para ninguna interpretación subjetiva. Relativizar la alienación parental como expresión de violencia psicológica sería una auténtica aberración y una expresión de miseria moral.
Debemos tener muy en cuenta que dichos progenitores narcisistas no dejan de ser maltratadores que campan a sus anchas impunemente. Y esto se debe a un fallo vergonzoso y lamentable del sistema −una auténtica negligencia judicial en todo su esplendor–. A los jueces y juezas que ejercen su labor en los juzgados de familia les preguntaría: ¿Cuántos padres y madres víctimas de alienación parental han de suicidarse para que se tomen en serio esta cuestión?
Cada vida que se pierde a causa de la violencia psicológica y trauma emocional que emana de la alienación parental, así como de la indefensión y el desamparo legal que sufren las víctimas, debe recaer sobre la conciencia de los juzgados de familia y aquellos jueces que facilitan una asimetría de poder y dominación entre el alienador y el progenitor alienado.
Desprovistos de una firme aplicación en sentencia judicial de medidas cautelares, medidas punitivas así como medidas sancionadoras como elemento de disuasión (incluyendo la posibilidad pérdida de custodia ante el agravante de reincidencia), es evidente que sin las garantías legales y judiciales necesarias, las víctimas seguirán completamente desamparadas ante la reincidencia de sus agresores. Y los juzgados de familia seguirán al servicio de estos maltratadores.
En cuanto al mensaje que quisiera transmitirles a los alienadores, todos vosotros sabéis perfectamente quiénes sois. Tenéis nombre y apellidos, al igual que vuestras víctimas y vuestros hijos a quiénes sometéis bajo el yugo de vuestra tiranía y manipulación psicológica y emocional. No tenéis escrúpulos y sois una aberración social. Cobardes que sois al instrumentalizar a vuestros niños menores de edad para empujar a vuestras exparejas al borde del precipicio mediante una miríada de juegos sucios (sabotaje e incumplimiento de convenio regulador), la manipulación sistemática del menor, así como proferir falsas acusaciones y la falsa victimización a pesar de ser el agresor. Podréis engañar a la mayoría de los mortales con vuestra falsa victimización y vuestra capacidad de pasar del llanto a la risa en tan solo una fracción de un segundo, pero aprovecho para poner en vuestro conocimiento que hay quienes sabemos perfectamente lo que sois. Y en el mundo de los vivos, existen monstruos muy reales.
No os equivoquéis ni os engañéis, no sois padres o madres modélicos. Sois lo que sois, unos maltratadores y maltratadoras cuya violencia psicológica deja una estela de vidas rotas y, en ocasiones, cadáveres por el camino. Sobre vuestra conciencia (si tuvierais) debería pesar todas las vidas que habéis destrozado y, sobre todo, las vidas que habéis segado. Pero resulta imposible pedirle esto a quiénes no sienten empatía alguna y disfrutan con el sufrimiento ajeno. Tan solo tenéis que miraros al espejo y para recordaros a todos que compartís esa interseccionalidad con cierto grado de psicopatía. Aquí quedáis expuestos y desenmascarados para que el mundo entero os vea al desnudo.
Tan solo queda esperar que la injusticia de la justicia tenga una epifanía y avance sentando jurisprudencia reconociendo la alienación parental como un delito de maltrato y violencia doméstica e intrafamiliar por vía penal para que se reconozca y se restituya a las víctimas de esta estrategia deplorable de manipulación de menores y cruenta violencia psicológica.