Juan Carlos Pérez Álvarez

Venezuela: el síndrome del avión secuestrado

Y las bolas siguen cayendo... el juego es como es y no puedes cambiar las reglas en mitad de la partida, pero, ¿cómo jugar con un gorila que reparte mandobles con los puños y tú pretendes seguir jugando al ajedrez o como mucho que te lo cambien a las damas, pero en cualquier caso un juego de mesa? Es el otro el que cambia las reglas de juego en mitad de la partida. Y al final del recuento está en que estás dispuesto a hacer tú para quitar al otro de en medio. Decían que Venezuela no sería Cuba y tras 25 años aún no lo es. No del todo. Pero le queda muy poco. En Cuba llevan disfrutando del régimen presuntamente socialista desde hace 66 años, dos tercios de siglo. Antes de Hugo Chávez, era la única dictadura que quedaba en las Américas. El mayor injerencista en el hemisferio occidental, desde dos veces en Venezuela en los primeros 60 hasta el proyecto OLAS de 1967 y derivadas. Y llego Chávez. Y cuando quitaron al comandante en una muerte jamás aclarada, llegó el agente cubano Maduro. Y tanto cuba como Venezuela son lugares de donde la gente huye, como con el muro de protección antifascista como de lucha contra el fascismo fue lo de 1953 en Berlín este, en 1956 en Budapest, en 1968 en Praga o en 1981 en Gdansk. La misma lucha, pero el iron courtain que debe de caer no es ni de acero ni de bambú, sino del oblast de Latam, caribeño, y desgraciadamente tanto México Sheinbaum, Colombia con el chorro de babas de Petro, y el equidistante de Lula y Amorin de Brasil han dado oxígeno a quien hizo unas elecciones, las perdió y rompió la caja cuando la banca había perdido la mano y el partido, a diferencia de con Violeta Chamorro en Nicaragua en 1990. Su hijo no se pudo presentar. Pero Edmundo sí. ¿Qué hacer ahora?

Cuando un avión es secuestrado, los que no tienen armas son siempre más, muchos más. Puede darse la idea de que en un avión con 120-150 pasajeros, equivalente a los viejos 737 o 747, son un extracto representativo de una sociedad. Están los pilotos, que pudieran ser los tecnócratas, las azafatas, funcionarios, y el pasaje, el pueblo. Ninguno de ellos está a priori capacitado para tener formación militar ni coraje. En las sociedades euro occidentales, y las Américas han estado insertados en este espíritu, la violencia se aborrece por principio, lo militar propio de las cavernas, una aversión y abulia que unía sus destinos al hecho de que por lo general los insurrectos profesionales o se murieron o se volvieron mercenarios o se vendieron a un régimen que supuestamente representaba sus ideas, pero bajo la fórmula de la captura de estado. Por eso la idea del secuestro del avión viene tan periclitada. Porque es alguien que toma lo que no es suyo para beneficio propio. En teoría, hacerles frente es fácil. Son más. Son una minoría. Pero la psicología, acendrada en años y décadas, es la pusilanimidad, la no violencia, la obediencia debida, y la desmovilización, desmotiva a las ovejas a movilizarse contra los lobos. Y los lobos lo saben, que con pocas muestras de violencia desmotivan los más motivados de los comandos de ovejas. Evitando el derramamiento de sangre, cual damiselas de culebrón en vez de recias mujeres, cual teniente Ripley o Sarah Connor. Lo saben y actúan en consecuencia, pensando unos que con tener la razón será suficiente y los otros actuando en la mejor tradición de la mafia calabresa o de Marsella. ¿Hay honor entre narcodictadores? No. Sabido esto, ¿cómo se les despoja del poder que ilegítimamente ocupan?

La problemática no está, pues, ya, como en los 90, en que Cuba es el reservorio de la dictadura en el hemisferio occidental. Ni como durante la Guerra Fría donde los modelos debían competir de alguna manera en tener algún fondo de justificación para la utilidad y buen vivir, como eran ejemplo la RDA frente a la RFA, el norte frente al sur, en Yemen, Vietnam o corea. Eso se cayó, y ahora solo queda el relato y la fuerza. Eso y las redes sociales. Y usar como con la primera vuelta en Argelia en 1991-92, una elección para no tener que volver a elegir nunca más. En aquel caso cambiando el rojo socialista por el verde islamista. Usan la democracia para que los descontentos voten por los lobos voluntariamente. El peligro es que 1992 y 1994 mediante, con nisman en la memoria, el Hezbollah e Irán están de la mano de maduro en el oblast de Latam. E Irán. Y las autocracias y dictaduras. Y a las Cuba, Nicaragua y Venezuela se les puede unir otras no por el buen ejemplo sino por un mal día en la oficina, algo que ellos han aprendido a esquivar. Fidel le dijo a Hugo que como era posible que en una elección burguesa pudiera poner en juego todo el caudal de la revolución bolivariana. Nicolás, a quien Hugo no quiso recibir como presidente electo, aprendió a perder elecciones en 2013, 18 y 24 y seguir en Miraflores. Porque el resto del pasaje espera siguiendo las reglas del juego, las del marqués de Queensberry, y no las del Marqués de Sade, con un sándwich. Sufriendo la represión con la certeza de tener la razón y que la historia está de su parte, olvidando que Trump va a hacer buenos a esos presidentes que pensaron que las cosas que pasaban dentro del otro campo eran cosas en las que no inmiscuirse. Este hará negocios con los secuestradores y terroristas de ese avión. Y se las arreglará para echarle la culpa a Obama, Biden, lo woke y la agenda 2030. Y sus seguidores aplaudirán como focas. Así cae una democracia, con un estruendo y un gran aplauso. No es por ellos, es por nosotros. Hay que ayudarles a superar ese síndrome. Es mucho más importante liberar el alma y romper las cadenas. Pero sin liberar la tierra, uno vive como en el Japón del relato de silencio, con el padre Ferreira de los jesuitas. Émulo del papa Francisco, dicho sea de paso. Se echa mucho de menos a Juan Pablo II y su arrojo, compromiso y valentía. Perder para ganar, a poder ser no como los comuneros en Villalar, pero ir a la batalla no solo con la convicción de ser mejores, sino de lograr el triunfo, y que los cubanos y venezolanos del exterior se reencuentran con los del interior en una sola familia que reemprende el camino de la reconstrucción nacional. Y para eso habrá que hacer sacrificios. Y mártires. Haciendo, no sufriendo. Intentando ir donde los secuestradores del avión y desarmarlos. Recuperar el control del avión. Y llevarlo de vuelta a casa. Ese es el desafío hoy y que no es solo por los que están dentro, sino para buscar prevenir que otros puedan seguir su ejemplo partiendo como meros sicarios hoy, émulos mañana. La línea debe trazarse aquí. No más allá. Aquí. La última línea de defensa de nuestro modo de vida en el hemisferio occidental, si de perseverancia y prevalencia se trata. O todo o nada. Es el momento y la hora ha llegado. ¿Qué se va a hacer y como va a ser contado?


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