Antton Etxebeste, Kizkitza Gil De San Vicente, Floren Aoiz, Miren Zabaleta
Sortu

¿Y ELA?

Pero ELA ni se sitúa en la primera opción, por falta de cohesión y determinación en su posición estratégica, ni en la segunda, por criterios de mera oportunidad política

Durante años, tras el fracaso de Lizarra-Garazi, fue celebre en lenguaje coloquial la frase de los dirigentes de ELA «quitar la vaca del pasillo», en referencia a ETA, para que este sindicato apostase por una articulación socio-política en el ámbito abertzale –alternativa al PNV– desde la unidad de acción con LAB. «Tenéis que hacer los deberes» nos decían desde ELA señalando que eso –cambio estratégico en la izquierda abertzale– significaba situar las bases y el horizonte para una acumulación de fuerzas soberanistas y de cambio social.

¿Cuál ha sido la realidad? Otra muy diferente. Tras el cambio estratégico ELA, ademas de despolitizar las huelgas contra las reformas laborales, no desarrollando una pedagogía soberanista alternativa al PNV, ha ido marcando distancias con EH Bildu de manera artificial, minusvalorando el cambio en Nafarroa, con posiciones que van más allá del necesario espíritu critico, y ha planteado permanentemente justificaciones ad hoc para condicionar la unidad de acción con LAB. Es decir, en lugar de ser un agente de suma en un proceso de cambio político y social se ha situado como una especie de enfant terrible del nuevo escenario.

Nuestra constatación es que el contexto post-cambio estratégico está siendo más un problema para colocar su proyecto sindical que una oportunidad para desarrollar una suma entendida como compromisos colectivos en la articulación de una mayoría que se convierta en tractor de cambio político y social. La obsesión de ELA se sustenta en construir un discurso y una imagen social para acercarse a nuevos nichos de evolución cuantitativa dentro de la competencia sindical. Eso y poco más. Por supuesto, que es legítimo considerar el desarrollo de tu organización pero, eso sí, sin hacer un fraude ideológico, sin plantear un fraude teoría-práctica y, mucho menos, minusvalorando el momento histórico que estamos viviendo como colectivo nacional.

Vivimos una coyuntura de gran transcendencia con el Estado inmerso en una involución anti-democrática de gran alcance para responder a una crisis histórica en su modelo territorial, con Cataluña siendo punta de lanza en su cuestionamiento radical, con una mayoría política en favor del derecho a decidir en la CAPV, con un gobierno de cambio en Nafarroa que ha desplazado al régimen. Y, unido a esto, disponemos de mayoría sindical cuantitativamente reforzada, con un movimiento social con potencialidad creciente en torno al derecho a decidir y dinámicas emergentes (feminismo, pensionistas, Altsasu…); asimismo, la legitimación del Estado en nuestros territorios, derivada de su nula capacidad de oferta democrática, nos acerca a escenarios de confrontación que debemos preparar adecuadamente buscando el mayor grado de masa y conciencia social activa. Una coyuntura, también, inserta dentro de un marco global de grandes cambios en la correlación de fuerzas capital-trabajo y aumento de las desigualdades sociales producto de políticas neoliberales.

Este contexto, en nuestra opinión, nos exige un esfuerzo en la articulación de mínimos comunes para desarrollar tanto una confrontación democrática contra los marcos jurídicos que condicionan nuestra realidad nacional y social como en torno a las políticas sociales y económicas que se puedan plantear hoy o en un nuevo marco político. Sin embargo, ante todo esto, ELA hace su particular huida hacia adelante.

Por un lado, en el eje nacional se produce una relativización de su centralidad como factor de cambio político y social. Ha pasado de apoyar el Estatuto en el 79, a declarar su muerte y defender un acuerdo de mínimos con el PNV(*) y, actualmente, a considerar de manera despectiva el acuerdo de Bases y Principios aprobado por PNV y EH Bildu. Repetimos, ELA ha estado defendiendo, antes y después de Lizarra-Garazi, la suma entre abertzales y progresistas sobre mínimos democráticos –propuesta táctica– hasta que, curiosamente, la izquierda abertzale aborda su cambio estratégico. ¿Es que las bases y principios del nuevo estatus –reconocimiento sujeto político, derecho a decidir, competencias socio-laborales, blindaje competencial, consultas...– no conforman el esqueleto de un estatus cualitativamente diferente al Estatuto que apoyaron hace cuarenta años? ¿Cómo se entiende su posición critica o de escaso apoyo a esas Bases con las reuniones en Madrid para demandar de PNV, ERC, ministra de Trabajo, PDeCAT… un cambio en la reforma de la negociación colectiva?

¿Cuál es el problema? ¿El PNV y su nivel de credibilidad y alianzas? De acuerdo. No vamos a ser nosotros quienes ofrezcamos un respaldo de credibilidad al PNV pero, ante esa interrogante, hay dos posiciones. Una, la confrontación directa con el PNV en el eje nacional articulando un espacio independentista y de cambio social y, evidentemente, situándose ELA como una organización independentista, u otra, con planteamientos tácticos –contenidos nuevos estatus en la CAPV y Nafarroa– que permitan condicionar positivamente la opción de sectores políticos (PNV, Podemos...) y sociales diferentes en el objetivo de ampliar la base del soberanismo en esta coyuntura política. Pero ELA ni se sitúa en la primera opción, por falta de cohesión y determinación en su posición estratégica, ni en la segunda, por criterios de mera oportunidad política en relación a su proyecto sindical.

Al contrario, se escapa de cualquier implicación táctico-estratégica construyendo un discurso de izquierdismo cartón-piedra que contrapone al propio proceso soberanista bajo el argumento de necesidad de ampliar el soberanismo desde lo social y, como consecuencia, rechaza al PNV de cualquier compromiso en clave nacional. Nos preguntamos, ¿es que los miles de afiliados y votantes del PNV en ELA son todos unos neoliberales? ¿Qué van a hacer con ellos? Además, el testimonialismo izquierdista puede ser en esta coyuntura lo que, curiosamente, más favorecería a los neoliberales que dice combatir. Es curioso que cuando la izquierda abertzale habla de pactos de país se produce una sintonía de respuesta entre Urkullu, el grupo Vocento y ELA.

Sin poner su propio ejército en la batalla, ELA pretende condicionar a la izquierda soberanista en su legítima posición por articular una mayoría de cambio político y social. En nuestra opinión, vivimos una coyuntura donde es necesario encauzar y ser tractor social y político de unas potencialidades sociales que están en las movilizaciones de las mujeres y pensionistas. Están en la cadena humana e iniciativas de Gure Esku Dago. Están en las movilizaciones por la vuelta de presos y refugiados. Están o deberían estar en la unidad de acción del sindicalismo abertzale. Están en un amplio espacio social, cultural y político que demanda una articulación bajo ejes comunes que sirvan para vertebrar el sujeto nacional vasco, abrir un proceso hacia un marco de reconocimiento y soberanía y sincronizar con Cataluña en el cuestionamiento del actual modelo territorial español…

No estamos para poses y condicionamientos permanentes sino para sumar en una dirección que sea visible en contenidos y sea, asimismo, perceptible en voluntades de articulación y movilización social.

(*) Elorrieta decia: «Algunos dicen que estamos contra el Plan Ibarretxe y no es verdad. Lo que estamos en contra es precisamente que su estrategia no es acorde a...», «donde pongan el mojón ellos, vosotros ponerlo también».

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