Fernando Mijangos
Exprofesor de la UPV/EHU

¿Ya no hablamos de basuras, o qué?

Y no es que quiera echar más leña al fuego, sino más bien, ya que parece que es un tiempo de relativa tranquilidad, aprovechar esta ocasión para seguir reflexionando sobre el tema de gestión y tratamiento de residuos en el entorno próximo nuestro.

Muchas noticias contradictorias he podido leer en este último año que para mí, a nivel personal, ha supuesto el paso de mi actividad universitaria al retiro jubiloso actual: Residuos sólidos urbanos que se trasladan de una comunidad a otra como si eso no tuviera ningún efecto en el cambio climático y los gases que lo producen; incineradoras que parecen que generan energía renovable cuando de verdad lo que están produciendo es tal cantidad de escorias que hay que habilitar vertederos para su vertido controlado; plantas de tratamiento mecánico biológico para separar lo que los ciudadanos y ciudadanas no hacemos en nuestros hogares recogiendo conjuntamente la fracción resto con la fracción orgánica; vertederos que se llenan y que no admiten más toneladas de residuos, aunque llevar a ellos nuestras basuras sea el tratamiento más barato que hay hoy en día en el mercado de gestión y tratamiento de residuos. Podría seguir alargando esta lista, pero creo que es suficiente para ir situando el tema.

Estoy asistiendo estos últimos días a un espectáculo de la fuerza de la mar, cuando coinciden mareas vivas y temporal del norte, que me hace recapacitar acerca de la cumbre mundial celebrada en París el pasado diciembre y los acuerdos alcanzados en la mencionada reunión. Estamos avisando por activo y pasivo que el cambio climático, que el calentamiento global, no lo vamos a poder paralizar apretando un botón refrigerador, sino que hay que tomar medidas activas en cuanto a la emisión de gases que producen dicho calentamiento y que se puede resumir en el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera.

Es en este punto en el que quiero insistir, ya que una parte muy importante de nuestra forma de gestionar y tratar los residuos sólidos urbanos tiene repercusión directa en el cambio climático. No es lo mismo, ni muchísimo menos, recoger la fracción orgánica separada que la fracción orgánica mezclada con otros tipos de residuos como pueden ser plástico, vidrio, papel, latas, etc.

Una fracción orgánica recogida en origen separadamente abre una expectativa totalmente nueva de enfrentarnos a los pequeños cambios que tenemos que dar para ir acomodando nuestro andar diario con lo que Europa nos reclama: No se puede tirar en vertederos materiales que sean susceptibles de ser reciclados, como es el caso de los plásticos o vidrio, o incluso la fracción orgánica.

El cómo se recoge separadamente esta fracción orgánica ha llevado a unos debates que han enturbiado lo positivo del recurso e incluso en aras de tener razón se han hecho planteamientos muy muy límites, confundiendo términos. Y no quiero ahondar en esto por respeto a todas las partes. Pero también quiero decir al hilo de esto último que sí que veo como acción positiva que tanto el PNV como EH Bildu decidan trabajar conjuntamente en Eudel y seguir impulsando Udalbiltza. Espero que en ese marco de relaciones fluidas entre municipios se pueda abordar de manera coherente una política de gestión y tratamiento de residuos que sea respetuosa con el medio ambiente, que evite que residuos que se pueden reciclar sean eliminados y que, por tanto, no puedan ser utilizados como recursos. La economía circular que se quiere imponer en Europa nos dice que los residuos reciclables son recursos que se deben utilizar para mitigar el calentamiento global del planeta.

Cuando pienso que un campo de fútbol, poco más o menos una hectárea de terreno, sería suficiente para poder convertir el orgánico que generamos en mi pueblo todos los habitantes durante 364 días al año en un rico compost que da respuesta a las necesidades de carbono que tiene nuestro suelo antes de que empecemos a notar de forma preocupante su desertización, no llego a entender, ni a comprender, por qué no pensamos en infraestructuras baratas, que generan empleo directo, que no necesitan grandes instalaciones de procesamiento y que nos brindarían oportunidades de futuro.

En mi pueblo, Getxo, hemos pasado de no tener sistema de recogida cercana de residuos de aceites vegetales a instalar del orden de 60 containers. Me alegro por ello, y por lo que supone de ir dando pasos en el reciclaje. Antes no los había y ahora los hay. Pero de la misma manera que agradezco este paso dado, he preguntado a ver cuántos containers deberíamos de instalar en Getxo si es que quisiéramos recoger el orgánico separadamente, ya que todo el mundo me dice que está muy concienciado y que recicla muchísimo. Es un mero cálculo matemático: conocer cuánto aceite vegetal residual generamos y cuanto orgánico. Los números me dicen que deberíamos poner bastantes más. Y si es posible para el aceite usado, por qué no lo es para fracción orgánica?

Me alegro profundamente de que la UPV/EHU, en colaboración con la UEU, vuelva a ofertar para el curso 2016-17 un título de postgrado que lleva por nombre el de Gestión y Tratamiento de Residuos. La importancia que está tomando el tema hace que se tenga que especializar a gente graduada joven en este tema de una manera interdisciplinar, estudiando aspectos tanto jurídicos y económicos como técnicos y medioambientales. Y lo mismo para personas que están trabajando en este campo, ya sea desde la administración o técnicos que quieran actualizar conocimientos.

La experiencia me dice que no se puede pasar desde el cero hasta el cien sin traspasar el uno, el dos, el tres… Hay que dar muchos pasos pequeños que nos acerquen al cien. Recordar que lo pequeño es hermoso.
Hasta la siguiente.

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