Iosu Gallarreta
Zallako Bonbardaketaren Ikerketa Taldea

Zalla: 75 años de un bombardeo oculto

 Durante este año de 2012 se cumplen los aniversarios de los bombardeos e invasiones fascistas en varias localidades de Euskal Herria. Algunos de ellos han superado los intentos de ocultación y negación posiblemente gracias a la primera denuncia de George Steer sobre Gernika que sirvió para impulsar y acreditar otras posteriores pero varios ataques aéreos han continuado hasta hoy bajo un manto de polvo, miedo y silencio.

Es el caso de Zalla, bombardeado el día 21-06-1937 con un mínimo de veintidós víctimas inocentes, pero también podría serlo de Balmaseda, Artzentales o Karrantza cuya constancia en vano rastrearemos entre los libros de historia, periódicos o páginas de internet porque nadie ha preguntado, nadie ha testimoniado, ninguna institución ha reclamado un recuerdo y podría afirmarse que la perfecta ‘pax romana’ fue sellada por el olvido.

La conversación con los supervivientes, a la guerra y a la edad, es todavía al oído, mirando a los lados con un terror espeso que enloda esas palabras no pronunciadas que debieron esperar durante quince lustros. Es el miedo de los que perdieron no una guerra si no todo lo que el fascismo ha robado hasta hoy con mentiras y crueldades sistemáticas, vale decir la justicia, el diálogo, la expresión libre, la autodeterminación...la democracia. Esta ideología robó la convivencia y continúa negando a esta nación su derecho (a organizarse como desee, a aliarse con quien quiera y a elegir sus modos de expresión) a través de un sistema continuista del golpe de estado por no haber investigado y castigado sus crímenes, entre ellos, el bombardeo de Zalla que nos ocupa.

En 1937, el pueblo contaba con 3.983 vecinos cuyo sustento se basaba en una economía agrícola–ganadera de subsistencia (530 arados romanos) complementada con el trabajo asalariado en las fábricas que empleaban a 1.000 obreros, algunos de ellos residentes en pueblos cercanos.
 
El imparable avance de la última tecnología armamentística al servicio de la muerte consiguió arrinconar en el oeste de Bizkaia a una considerable población refugiada con sus ganados, huyendo del saqueo, las bombas y los fusilamientos que extendieron por todo el país un hedor a carne quemada siguiendo las precisas instrucciones de Mola y Von Richtofen. El día 14 de junio, Zalla acogía, oficialmente, a 1.620 refugiados y el día 17 del mismo mes a 2.774. No he encontrado datos a partir de esta fecha pero el día 18 los fascistas conquistan Bilbao y el éxodo en dirección a Zalla se agudiza dado que es el lugar donde el Gobierno Vasco ha centralizado su servicio de Abastos. Me atrevo a especular con la cifra de 10.000 personas para los civiles que, en el momento del bombardeo, podrían encontrarse en Zalla.
 
El pueblo posee un urbanismo disperso, tanto habitacional como fabril, situado en un valle aluvial que probablemente determine su denominación moderna (Zaballa); practicamente no existe ninguna casa que no esté rodeada por sus respectivas huertas y prados. Este modelo dificultará, en gran medida, que la pérdida de vidas humanas sea mayor.
 
El segundo factor que evitará una masacre a gran escala será el establecimiento de un puesto de observación en el pico Eguen (Ilso) dotado con cuatro personas, un precario refugio de sacos terreros y una línea telefónica conectada  a la fábrica papelera de Aranguren.. Este destacamento verá acercarse desde Orduña una escuadrilla de nueve trimotores (probablemente Junker B-52 de la Legión Condor) que avanza hacia Gordexola, en un primer momento piensan que se dirigen a Bilbao, hasta que los ven girar en el cruce de Padura al oeste para enfilar hacia Gueñes formando un triángulo cuyas puntas están compuestas a su vez por tres triángulos de tres aviones cada una.

El aviso de su llegada se recibe en la fábrica cuyos obreros activan inmediatamente una sirena, sustituida para la guerra por otra más potente con alcance en todo el valle, que otorgará unos minutos preciosos al grueso de la población para refugiarse adecuadamente junto a paredes maestras, túneles habilitados como refugios o simples depresiones del terreno con cubiertas precarias que sirvan para desviar la onda expansiva.

 Los aviones desdeñan como objetivo La Papelera Española (perteneciente al Conde de Aresti) para comenzar su castigo sobre las Escuelas de Lusa, donde también funciona una Escuela de Artes y Oficios cuya finalidad principal es formar cuadros para la citada fábrica. Los destrozos ocasionados aquí tardarán un año en ser reparados. Continúan en línea recta hacia el segundo en importancia de los conglomerados educativos del municipio, las Escuelas del Corrillo, cuya galería abierta de la planta baja es utilizada también, en ocasiones de tiempo lluvioso, para los bailes festivos. En estas escuelas se encuentra acantonado el Batallón nº 11 de Ingenieros del Ejército Vasco quién ese día sufrirá nueve bajas, aunque no necesariamente en este lugar.
 
Los bombarderos giran hacia el sur-este arrojando bombas sobre la plaza, al menos otro muerto en ese momento y dos más al intentar desactivarlas tiempo después; la fonda de comidas y hospedaje recibe varias que destruyen sus cocheras y revientan dentro de su cochecito a  una niña de pocos meses colocada junto a ellas como lugar seguro, luego continuarán hacia el sur sobre la avenida Lanzagorta por ser la calle más poblada y única digna de ese nombre en el municipio.

Antes de llegar al puente sobre el río, las bombas matan a una mujer que estaba en su huerta y continúan a lo largo de la calle alcanzando algunas casas en Mendieta, también las llamadas de Villar en Villanueva y pasar a Llantada donde muere un refugiado y es alcanzado un adolescente con todo su rebaño de ovejas, vacas y asnos. Algunos supervivientes huirán enloquecidos monte arriba hasta ser rescatados, tres días después sin capacidad de ubicación espacio-temporal, y trasladados al refugio del ferrocarrl de La Robla. Después giran en dirección oeste hacia la fábrica de papel de fumar (de Serrano) sin dejar de arrojar bombas junto a los caseríos que preceden a esta, pero cesando el fuego para evitar alcanzarla, de modo que vuelven de nuevo en dirección norte sobre las huertas y prados que jalonan el río hasta iniciar una segunda vuelta desde las Escuelas del Corrillo escupiendo fuego y metralla por el mismo recorrido realizado donde se concentran las escasas construcciones del pueblo.

Finalmente, la escuadrilla de aviones dará una tercera vuelta, en esta ocasión sin arrojar bombas, para, suponemos, notificar el impacto de su devastador trabajo, entre columnas de humo y polvo que van extendiendo con suavidad un sudario negro sobre los que hasta pocos minutos atrás eran delicadas plantaciones de pimientos, tomates, guisantes, en esmerada geometría y muchachos juguetones sobre las crecidas hierbas confiados a las alegrías de sus rebaños.
 
¿Cuál puede ser la finalidad de destruir escuelas, caseríos, huertas y rebaños sin tocar en absoluto la capacidad de producción industrial?
 
Cada uno sacará sus conclusiones pero a mí no se me ocurre otra que no sea la de intentar aterrorizar de nuevo a una población civil suficientemente amedrentada en su huida y a la otra, de acogida, para menguar sus apoyos al gobierno legítimo y al Ejército Vasco en retirada, con una capacidad mínima de resistencia ante la formidable decisión de matar y medios suficientes para llevarla a cabo.

Ante este cuadro, los refugiados, ahora más numerosos, debieron continuar  su camino hacia el oeste para seguir siendo bombardeados en Balmaseda, Artzentales, Karrantza, etc. capturados como estaban dentro de un engranaje imparable.

En el actual estado de las investigaciones, son más las dudas que las certezas sobre los diferentes episodios de esa primavera sangrienta en Zalla, entre ellas la fosa común de Bilbato, donde parece ser que fueron enterrados un mínimo de seis milicianos asesinados y el caso de los cinco delegados sindicales de la fábrica papelera (todos los que había) fusilados por el ejército fascista, el número de bombas caídas, la cantidad total de muertos, casos que solo la aportación de testimonios por parte de los supervivientes  llegará a resolver. Es por esto que invitamos a toda la población a colaborar en este trabajo como última oportunidad para la recogida de testimonios directos puesto que los testigos presenciales rondan ya los noventa años de edad.

Los asesinados, unos veintidós en el bombardeo, y muchos otros en días anteriores y posteriores, no han recibido ningún reconocimiento, investigación judicial, ni compensación  por parte de los gobiernos sucesores (Alemania, España, Italia) a los promotores de la barbarie, es por ello que exigimos memoria, justicia y reparación de los daños al pueblo de Zalla.

Solo nos queda esperar que el esclarecimiento de los hechos y su transmisión a las generaciones futuras den  paso en nuestra comunidad a una visión de la historia basada en la reflexión constante, plasmada en la convivencia y en las artes, y puedan iniciar el camino de la restitución.

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