A mi querida Donostia
Cuando leo que se cierran tiendas o demás negocios de toda la vida en mi ciudad siento una profunda tristeza. Me viene al recuerdo los orígenes familiares, en este caso los maternos. Mi bisabuelo Mariano Lertxundi Arruti abandonó su Aia natal para dirigirse a trabajar al barrio donostiarra de Gros, más concretamente a ser chófer y hombre de confianza de Tomás Gros, arquitecto y persona que dió nombre a citado enclave. Posteriormente Mariano y demás familia abrirían una sidrería en la calle Secundino Esnaola, sidrería Sagarna. Los diferentes descendientes, que nos repartimos en diversas regiones, desde Donosti a Astigarraga o Andoain, hasta Barcelona o incluso Bruselas, observamos con cariño las diferentes fotografías de aquel momento, expuestas en algunas actuales tiendas, estancos y demás. Con gran orgullo defendemos nuestra «donostiarridad», por ello sentimos añoranza y rabia en cierta medida, al conocer la cantidad de locales emblemáticos que se van cerrando y posteriormente, gestionados por grandes cadenas y multinacionales. Qué decir del bar Rekalde o Federico de Alde Zaharra, igualmente de la pasteleria Izar... Así tantas y tantas, la constante sangría en arraigo y tradición, hacen que para muchos lo mejor sea volver a sus pueblos de origen o en su defecto, al extraradio en el cual se vive muy comodamente. Señores gobernantes, no sigan vendiendo nuestra querida Donostia a plazos, sigamos cuidándola y protegiéndola al igual que lo hicieron nuestros ancestros, beti aurrera Donosti