Tenía dudas de contar lo que ayer pude observar en directo durante la celebración de jubilación de los maestros del curso anterior, de una zona del Principat, por parte de la Generalitat. El pueblo escogido ya de entrada era todo un poema para celebrar el acto: Sant Andreu de la Barca, un municipio de unos 30.000 habitantes, lo que se conoce como el cinturón rojo, que desde hace años la hebilla ya no existe. Les pongo en contexto. Después del 1-O, en los institutos de este pueblo cambiaron de pedagogos, por guardias civiles, que persiguieron a unos cuantos maestros que al final se tuvieron que exiliar de forma indigna y colonial, pero los nuevos pedagogos siguen la mar de bien. El acto en su conjunto fue emotivo, es lo menos que se puede pedir, ya que la energía que han dispensado durante décadas intentando poner una base sólida a sus alumnos para que pudieran construirse un futuro digno, algo casi imposible en la actualidad. El acto fue amenizado por una coral, de jóvenes adolescentes, que la labor de la directora del grupo ha sabido construir un conjunto muy digno y vibrante, con unas voces nada espectaculares. Interpretaron cinco canciones: de entrada ya me sonaron todas las alarmas, ya que el idioma de la primera fue en inglés, que forma parte de la aculturación general que vivimos, sin pensar que el inglés no es necesario, lo hacemos necesario por una aculturación estúpida. Durante la audición pensaba en un acto equivalente en GB, cuántas canciones en catalán, se hubiesen interpretado. De las cinco canciones, dos fueron en inglés, dos en catalán, y la última en castellano. La persona que acompañaba me sugirió que ya podía estar contento dada la situación de retroceso que vivimos los indígenas del Principat. En fin, leyendo la página editorial de GARA, respecto a los artistas vascos, y su presencia mediática, lo que peor se puede hacer es tirarse los trastos entre unos y otros. Por esto he contado lo que presencié que lo hubiese somatizado con un gran dolor, al sentirme marginado en mi propia casa, que es lo más habitual en la actualidad, en todos los aspectos de la vida. La aculturación progresa de forma vertiginosa y no deja resquicio. Si no consideramos la aculturación como el problema político más importante, ya que la cultura es el anticipo de todo lo que va a suceder en poco tiempo, y que ya está ocurriendo, al final con suerte formaremos parte de una ruta turística, de unos cuantos indígenas que poblaron un espacio.

Atentamente.


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