Enrique Vivanco Fontquerni

Andalucia

El 1 de octubre del 2016 la Transición ha quedado con respiración asistida y su desconexión será el día que Catalunya se convierta en un Estado más de la Comunidad Internacional. El pacto Santiago Carrillo-Felipe González con el neo-franquismo está en estado catatónico. En primer lugar el Partido Comunista quedó como una nota a pie de página, y a continuación la conversión salvaje del felipismo abrazándose al liberalismo más descarnado puso en marcha el crono: fin de trayecto.

La voladura del PSOE por parte de la Comunidad con más población del Estado, que vive en simbiosis en la exigencia de solidaridad hacia ella, ha sido el detonante de semejante trifulca. Si algo ha quedado claro en todo este desaguisado, es que los partidos políticos fabricados en la Transición, ni sus militantes, ni posteriormente sus votantes tienen el menor peso específico, los que manejan estos partidos son sus accionistas y caciques correspondientes. Si alguien piensa que existe un relevo en la actualidad, en muy poco tiempo observará que esta apreciación es errónea.
Atentamente

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