Pedro Mari Usandizaga Añorga | Ondarroa

Antes manada, ahora jauría

Los violadores son personas igual que nosotros, no son los malos de la película que viven en otro mundo. Es muy fácil colocar a los monstruos fuera y a nosotros en el lado bueno. Y algo tenemos que ver todos y todas. El día que estuve yo, una chica se levantó para contar, con un coraje que nos desarbolar a todos, que había sido víctima de abusos sexuales durante varios años, pero que pasó tiempo hasta que la creyeron. «¿Por qué mi madre duerme a pierna suelta si sale mi hermano pero no pega ojo hasta que yo he vuelto a casa?»; pero muy pocas de esas voces fueron de chicos. Y porque el mensaje a los chavales es la mejor inversión para evitar que los monstruos se multipliquen. Ha necesitado 24 horas para poder empezar a asimilar ese brutal fragmento de realidad interpretada que es «Jauría». No es morbo. No es espectáculo. Una de las ideas más potentes de la puesta en escena es la de la doble violación: la de la noche de la agresión y la del juicio posterior, 5 agresores y 5 magistrados interpretados por los mismos actores acorralan a una joven incapaz de defenderse y a la que no dejan opción. Tanto unos como otros la conducen al mismo lugar de indefensión. En el banquillo de aquel juicio deberían haber estado sentadas otras muchas personas. Al final de la actuación, los actores y la actriz se levantaron… pero ella se quedó quieta en la butaca como en estado de shock.

Salud y República.

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