Cámaras en vestuarios de mujeres
En los últimos meses han saltado a la prensa varios casos en Euskadi sobre la detección de cámaras ocultas en vestuarios de mujeres en diversas instalaciones deportivas. A botepronto puedo citar el caso del polideportivo de Getxo en noviembre del pasado año, los vestuarios de Lagun Onak de Azpeitia este mismo mes, y la noticia que conocimos ayer sobre el polideportivo Galtzaraborda de Errenteria.
Leo en las redes sociales la opinión de personas que critican el alarmismo generado por parte de los medios de comunicación, subrayando la necesidad de tratar estos hechos como anecdóticos. Pues bien, desde mi punto de vista se trata de un tema grave que, lejos de considerarse puntual, debe abordarse desde una perspectiva en la que la sociedad continúa permitiendo y perpetuando el acoso y el abuso sexual de las mujeres, considerando nuestro cuerpo un objeto sexual o material al que se puede acceder a través de todas las maneras posibles, sea de forma consentido o no. Y pensar que estos comportamientos no tienen nada que ver con la violencia contra las mujeres es un grave error; porque se trata de otra forma de manifestar el supuesto poder que cree un hombre tener derecho a ejercer sobre un grupo de mujeres, para vigilar sus cuerpos en la intimidad desde una posición secreta que solo él conoce.
En la Guía para la prevención del acoso y el abuso sexual a mujeres en el deporte publicada por Emakunde en 2015, está tipificado como falta «observar clandestinamente en vestuarios, servicios, etc.» Por lo tanto, estos comportamientos deben prevenirse y abordarse de forma específica porque se consideran la antesala a comportamientos más graves que se perpetran habitualmente contra las mujeres.